26/10/15

INERCIA

En estos instantes se está escribiendo la escena en la que te veo aparecer con una luz enfocando tus ojos que se dilatan y se abren a mi universo de la imaginación. Estás en una esquina y me miras, desde el primer momento no soy invisible para ti y al mirarme me haces incluso algo más especial que una persona corriente. No hay duda, sonríes y sé que te he estado soñando porque tu cara me es familiar. Debes haber estado en mis sueños como uno de esos personajes sin rostro, presenciando el caos que se desarrollaba allí, asombrándote de lo que era capaz de soñar. Y claro, estabas en el lío porque te he estado deseado siempre sin conocer tu cara, sólo intuyendo tu soberbia figura. Eras tú porque en esos momentos sonaban las trompetas celestiales como las escucho ahora atreviéndome a mirarte fijamente.

Enciendo un cigarro para difuminar mi miedo con el gesto viril que nos ha enseñado a todos los hombres las películas de Hollywood y me protejo con el humo que me rodea y que me eleva sobre mi precavido ser. Tus ojos siguen hipnotizándome, miro mis zapatos que se mueven solos, que se deslizan sobre el oscuro y húmedo asfalto pero levanto la vista, la cabeza erguida, el pecho henchido de orgullo por no poder resistirme. Me demuestras que esa locura merece la pena porque no me voy a estrellar y me animo, qué deliciosos gestos de predisposición hacia mí, tu pierna adelantada marcando la meta de mis pasos. La humedad de la lluvia reciente apartándose con la temperatura de la aproximación de nuestros mundos, y es cuando un sentimiento de inercia me hace olvidar mi cuerpo que aluniza en tu superficie. Nos abrazamos aunque somos unos desconocidos, el deseo acabará con nuestros reparos, nos sentiremos libres para hablar por su boca a través de nuestras manos.


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