23/4/10

Mas allá del diez por ciento


La obra que tenía entre manos le había salido abstracta, el concepto estaba predefinido pero no acababan los retoques. Muy lentamente había moldeado los detalles perdiendo la noción del tiempo y se alejó para mantener la perspectiva. Le gustaría que dijesen que esto lo hizo con sus manos y con sus ganas de convencer de que había que elegir por amor. Lo mismo que ahora le gustaría arrancar las telarañas que pueblan sus rincones, pegar patadas a las puertas que le cierran el paso, desbrozar los rastrojos que no le permiten ver. Con un chasquido de dedos hacer el silencio, gritar, modular la voz, mover la cadera y dar vueltas sobre sí mismo para recoger la atención en unos segundos de descarga musical. El amor es la divinidad, por buscarlo se ha perdido miles de veces y miles de veces se equivocó, pero ahora toca la vida y el amor le ayudará a sobrevivir…

Y quizá otro salto al vacío porque quiere conducirse a la estela de los meteoros, alcanzar la velocidad luz para llegar a Tatooine o, por lo menos, cruzar la línea de meta como hacen los demás coches de las escuderías. Por un segundo de vibración cósmica simultánea con la antimateria haría una promesa de entrega de amor in-e-du-li-ble a quien encuentre. No le importará su nombre. Formaría arte y parte de aquellas redes tan denostadas, inflaría globos de helio a pulmón abierto para cantar una sonata de amor con voz de pito. Arreglaría sus cajones para romper el sortilegio de los recuerdos, bajaría cachos de cielo para que los disfrutaran con él en la tierra y no al final del camino. Haría trompos con sus beneficios para que salpicara la fortuna a los desfavorecidos. Permitiría que usaran sus artilugios de cazador para caer en la trampa del amor y ser seducido, utilizado, corrompido. Quiere perder su espacio exclusivo, comprometerse a pesar de que tenga en la cabeza la palabra ‘no’. Ese cubo de agua fría que salta como un resorte, como un payaso-muelle encerrado en una caja, cambiará ese impulso por un saltito de visita sorpresa a los amigos. Llevarles un presente para borrar felices momentos del pasado y hacerlos 'hoy y ahora'. Hará mohines de broma sólo por conseguir abrazos, pellizcos en los cachetes y dulces suspiros. Quizás le perdonen por qué decidió encerrarse en su diez por ciento…

17/4/10

Mas allá de la epidermis


Encontrar un día de gloria en uno de aquellos paseos, que se presumían aburridos sino fuera por el gozo de la proverbial naturaleza, era la razón de su persistencia, de su fidelidad a los pasos perdidos por Sierpes. Un día de gloria, sí, en el que algo nuevo le fuera dado, bajando entre las nubes como Fátima o apareciendo de improviso al doblar una esquina con la lengua fuera. Sobretodo una luz al final del túnel, un desliarse la melena, un chispazo entre las témporas, un momento para recordar siempre y más allá, como la materialización de un ángel custodio que concediese un deseo de entre las decenas de deseos proclamados. Lo sabría poco después de que pasara porque, quizás, en aquel momento mismo sería detonante de acción, pleno disfrute, entrega sublime, rayo inesperado…

Volver a abrir el camino del encuentro sentimental, en eso pensaba, pero había que empezar por mirar y ver personas y no ‘gente’, masa informe. Desde la distancia sabía que seleccionaba según el valor superficial de la imagen porque eso era un vicio que había asumido como una arista difícil de limar. Una vez más, sí, escuchaba que la verdadera belleza estaba dentro de las personas, como si no supiera que lo dicta la razón. Pero en un mundo caprichoso, hedonista, que tiende al disfrute de los placeres instantáneos de la imagen cómo iba a ser él más auténtico que nadie. Suponía que cuando llegara el momento del roce continuo tendría en cuenta otras características, cuando tuviese los elementos íntimos suficientes de la persona para valorarlos. En cercanía y sin taimadas costumbres sociales, tomaría partido por lo imperecedero. Pensaba en prometérselo. Claro que saliendo a la calle sin cita definida, sin antecedentes que fueran obstáculos para la generación de confianza, cómo podía detectar los méritos que llevan las personas tras el telón de su imagen particular, detrás de la máscara y la pose que frecuenta. No es de extrañar pues que en un paseo lo que le lleguen son bellezas externas, pero la excusa la tiene gravada en la mente: si se queda en la superficie es porque le cuesta entablar conversaciones con los desconocidos, a pecho descubierto.

La cosa empezó a joderse cuando le pareció sublime el cánon de Praxíteles, el discóbolo de Mirón, el David de Miguel Ángel. Qué más quisiera él tener un detector de almas bondadosas, que más quisiera ir más allá de la adoración a las líneas, donde pudiera surgir un momento chisposo de conexión por una invasión involuntaria de los ultracuerpos. Como deseaba el nacimiento de una línea continua para llevarse lo verdadero interior de cada persona con la que se cruzaba, como una hiedra que venciera el muro de sus resistencias y temores. Sería fácil si se encontrara con una persona totalmente desinhibida, segura de sí misma o si fuera por la calle pidiendo encuentros sosegados para tener tiempo de ver de verdad, para poder ver dentro. Lo espontáneo de la belleza le parecía una locura y parecía que debía haber siempre una excusa, un motivo, para tener la oportunidad de mirar más allá de la epidermis…

9/4/10

La belleza inmaterial


El hilo conductor de su historia es sentirse bello, resuenan los graves golpes de la inercia natural de la vida al cambio chocando contra su resistencia a envejecer. Todo evoluciona según su sentido y su sentido es que nada cambie, mirándolo bien hasta parece conseguirlo. En él se operan cambios, no obstante, que no puede controlar. El más perceptible es el rastro del paso del tiempo en su organismo. No le importa el envejecimiento de lo que no ve, riñones, pulmones, estómago, corazón y demás, aunque los sienta cuando tiene prisa, pero son los de la piel y los que dibujan la expresión del rostro los que más le cuesta aceptar. Por eso cuando se mira al espejo mira hacia adentro, hacia la imagen que se había creado de sí mismo, un poco más esbelta que la realidad, con un poquito más armonía al valorarse en la bidimensionalidad de un espejo, aunque no estaba seguro de si la belleza es, en realidad, mesurable. ‘La belleza es subjetiva, hijo’, le calmaba la voz de los tópicos. ‘Sí pero cuánto me satisfacía cuando me decían lo guapo que era y lo que me enfadaba cuando me llamaban feo’. Siempre le había afectado desproporcionadamente la opinión de los demás pues no dejaba de entender que una gran mayoría de conocidos valoraban positivamente la belleza palpable de un cuerpo o una cara bonita. Quizá eso era la gratificación de los impulsos primarios, la respuesta instantánea sin la mediación de las virtudes, que son valores que no se ven a simple vista. ‘La belleza de un desconocido puede provocar una sonrisa, sin que tenga que hacer ningún esfuerzo por gustar, hasta le puede abrir puertas’, protestó. ‘¿Pero al final lo que cuenta no es la personalidad?. Cuando se conoce a una persona ya se mira con otros ojos y estas virtudes pueden llegar a embellecer, pueden aflorar atractivos o pueden afear la forma’, remató la voz de la razón. ‘Pero me da envidia que a los guapos y guapas se los reciba con los brazos abiertos’, protestó. ‘Los atractivos los tienes, hijo, y muchos, pero deberías abrir más la boca y enseñarte, debes dejar ver lo que has cultivado porque así te aumentas’, dijo su protector y en vez de seguir protestando pensó en ello y se calmó…

Según su razonamiento las cosas bellas imperecederas no son materiales, no están hechas de átomos, molécula, células, son una construcción de la personalidad, son sensaciones, maniobras mentales, disposiciones, buenas acciones, aunque sus efectos puedan producir corrientes químicas, fórmulas del placer, una mezcla de compuestos que sí se modulan en lo material pero que no son captados a simple vista y que pueden llegar a ser más prolongados que los que se conjugan en una sonrisa. Alguien puede ofrecer armonía a través de la imagen a un conjunto de individuos, un flash involuntario que puede proporcionar un breve momento de gozo pero dos palabras bien dichas pueden valer más y si salen del corazón dejará huella durante más tiempo. ‘No pierdas ojo si alguien te provoca sensaciones agradables pero atiende a quien te eleva, a quien se dedica a ti por unos minutos. Presta mucha atención a eso porque cada día está más caro el interés sincero’, dijo la voz de la conciencia.