14/4/12

Arde Roma

Aprendizaje, sí, qué poca gente lleva esta norma como motivación para atravesar el transcurso de los días. Pero digo aprendizaje como asunción de lo que uno es, de lo que significa para el mundo y viceversa, como función clarificadora de hacia donde vamos pero hacia donde desearíamos dirigirnos. Queremos recibir y que poco damos. Cuánto orgullo egocéntrico cuando uno se encierra en sí mismo convenciéndonos de que no necesitamos a nadie. Nos tumbamos en un triclinio y con mirada desconfiada observamos cómo arde Roma mientras hay quien lucha por dejar huella o por ser marcado. Con esta costumbre lo más fácil es quedarse en la observación de la superficie externa, la adoración de la piel y las formas como pasatiempo artístico, como desarrollo del placer individual. Mientras disfrutamos desgranando un racimo de uvas para sentir como explotan en el paladar acariciamos un conformismo con un sabor de dulzura amarga. Arde Roma pero con una palmadita en la espalda trasciende cualquier inquietud. La hipocresía institucionalizada en las relaciones sociales nos ha llevado a una posición de mero espectador porque hay tanto juego sin sentido que para qué vamos a perder el tiempo. Que se esfuercen ellos en mantener una sonrisa hasta que se les desencaje la mandíbula. Porque este vacío que llevamos a dentro probablemente no se desvanecerá. Si se quiere entrar dos centímetros más adentro porqué respetamos con tanta veneración el derecho inalienable a la privacidad, el enroque de los círculos cerrados. Así es fácil conformarse con querer saborear sólo la carne. Esquivando que te usen como se usan calcetines, evitando que te humillen tus aspiraciones de comunión o de amor aplastándolas con cadenas de favores o con intereses espúreos. Pero sabes que afuera se está decidiendo algo importante y no se puede seguir de este tenor, todo parece derrumbarse pasto de las llamas y como parace decisivo aflora tu vulnerabilidad y hay que alzar las reservas para que te toquen dentro, porque este es un mundo gélido a pesar de que lo corroe el fuego y hay que desprenderse del escalofrío que nos entra cuando nos sentimos solos. Antes de que sea tarde…