29/7/15

BOGGIE EN LA PLAZA DEL SOL

Todos bailando al son del boggie en la Plaza del Sol. Cuerpos de chicos y chicas agitándose como abanicos para espantar el calor. Cuerpos tatuados, bronceados, peludos, depilados, gruesos, delgados, maquillados, alternando y disfrutando del ritmo de la música del amor universal. Estaba allí con mi propia estrella escondida en ese ascensor de emociones y me dejé llevar. Todas las manos se alzaban, se alzaban unidas en el sonido profundo, queriendo alcanzar la frescura del cielo. Se alzaban brindando con cócteles rojos, verdes y naranjas. Se alzaban para darme la bienvenida. 
Y cuando la multitud me acoge la multitud se convierte en él, en ella, en esa sonrisa, en aquel guiño, en el beso de una chica en los labios, el roce de un chico que baila arrimado. Me entrego con mi cuerpo y con mis emociones al éxtasis colectivo cuando comienzan a sonar los timbales y todos nos despojamos de lo que nos queda de ropa y con ella se van los miedos, los prejuicios y pecados. Y una ola de amor recorre nuestros cuerpos desnudos, estremecidos por tanto placer perdemos la noción del tiempo y del espacio bailando boggie en la Plaza del Sol. Juntos unidos por la música y por la pasión. 
Y de pronto un ‘tu y yo’ prolongado, nunca dos amantes fueron tan veloces. Tu y yo nos devoramos labios, pezones, nos lamimos el sudor dulce, nos fundimos en abrazos penetrantes. Elevamos la música hasta el sexto sentido y el placer creciendo, extendiéndose por la piel universal. La emoción nos hará retirarnos para interpretar los más secretos movimientos entre arbustos que darán la bienvenida al crepúsculo. Todos en paz, sin necesidad de acordarnos de las preocupaciones, recibiremos de nuevo como se merece el manto de estrellas, diciendo adiós a un precioso día soleado en la Plaza del Sol. Lobos y lobas salvajes aullando a la luz de la luna. Fundiéndonos entre gemidos celebraremos la fiesta de la vida escuchando el eco de la máquina de fabricar música y amor.


22/7/15

EL INSTANTE

Al imaginarme que podríamos pasar las noches de verano juntos me conformaba simplemente con quedarnos sentados en un sofá, viendo películas y fumando pitillos, descubriendo rincones pero dentro de cada uno de nosotros. Más bellos que farolas, ladrillos  o plazas con fuente. Y entonces la fantasía de aquella perfecta comunión con el instante se elevaba de nuevo sobre cualquier conversación banal, descubriendo con placer que los momentos nocturnos de dulzura en su rostro eran gestos que se estaban grabando con felicidad en la memoria. Una nueva cara, una nueva sonrisa, una nueva forma de recoger con la ceja mis bromas o mis silencios… 

6/7/15

AHORA O SIEMPRE

Muchos momentos agradables viviremos que serán recuerdos. Las melodías quedarán registradas a pedazos, la seda del piano y la fuerza de la trompeta me envolverá mientras acaricio tu mano sobre un mantel de hilo como un eco sensible, tal como lo hago ahora. Me hablas de tu infancia y como brochazos van apareciendo imágenes parciales, la memoria a trozos. Recuerdo niños trotando en el campo, detalles de jerseys rallados, azules y rojos, alegría sonora en las risas, dulces aventuras imaginadas sobre el verde ocre del campo. Y mirando tus ojos como un niño me siento.
Cuando me siento niño recobro esa idea y aquella felicidad renace por unos breves segundos. Queriendo siempre ser grandullón ahora deseo la infancia atesorada a cada momento. Que me estallen desde dentro esas burbujas de amor que sentía entonces y me provoquen ahora ondas de placer es el milagroso reencuentro más apasionante que se puede tener con uno mismo. Pero respirando el presente. Sentir los impulsos mientras suceden las cosas y no después, porque es fuerza pura e inocente que no atiende a desconfianzas y es lo mejor que se puede dar porque se regalan sonrisas y miradas increíblemente frescas, se deja escapar un ohh y una pregunta sin repuesta que no importa porque sucede entre tanta cuestión, que es lo que importa. Y los compromisos de la madurez son más propios en los debates de la razón y es más arrebatadora tu voz que me hipnotiza ahora.
Y sucede que me deslizo como una serpentina, cruzando el sonido de tu voz y unes tu lengua a mi mundo, tan apasionante también porque tiembla contigo, con sus propias explosiones internas. ¿No es eso brillante? Cantar, bailar juntos, sentirnos como niños pero recuperarnos en la madurez, reconocernos en otro viaje que se vuelve sensual e irresistiblemente atractivo. Olvidados los pensamientos.

Recoges tu copa, la luz violeta del local se filtra en el cristal y recorre tus labios, que se posan para recibir un último trago, me miras, pestañeas y generas esas explosiones internas que tanto gusto te da agitar. Te levantas me das la mano y me dices: ‘No dejes que cierre los ojos esta noche como no sea para sentirte’.


1/7/15

EL MASAJE

En fin, qué masaje, lo necesitaba. Me metió los dedos en los músculos pero bien y aunque me dolía aguanté como un machote, respirando profundamente y cerrando los ojos con fuerza. Era como un dolor regenerador de todas las cargas que había acumulando en las fibras, retorciéndolas y anudándolas, fraguándose como cemento armado lo que antes era carne tierna. 
Y sus dedos hacían pim pam pim pam, venga amasar y apretar en las contracturas del cuello y los hombros para intentar disolverlas. La verdad que muy pocas veces he bajado la guardia en una sesión de fisio pero esta vez me sorprendió sentir un estremecimiento de placer cuando noté que subía una pierna para apoyarse en la camilla y hacer más fuerza sobre mi trapecio entumecido. Su calor corporal me arrastró. Ni que decir tiene que me imaginé las líneas de su figura, pues estaba boca abajo con los ojos cerrados, y la imaginación calenturienta me reveló que tenía un delicioso cuerpo debajo de la bata. 
Ese gesto de esfuerzo sobre mí me excitó y aunque me estaba haciendo daño clavándome sus dedos hay dolores que son placenteros porque sabes que todo es por sanación. Mi trapecio se reblandecía pero otra cosa iba tornándose rígida y apretaba en la camilla. Debió apreciar mi turbación porque su tacto se suavizó y sus dedos empezaron a transmitirme sensualidad, vibraciones que me relajaban y me hacían ronronear como un gato satisfecho. Me dí la vuelta, la toalla se abrió y nos fundimos tibiamente olvidándolo todo como un arroyo que desborda una presa. Con sus caricias sanaron los pinchazos de mis músculos y con la alegría de su lengua sanó mi espíritu. Así salí volando por la puerta como un feliz globo de helio.