27/6/17

'ESTAMOS EN CONTACTO'

En la retaguardia se renuevan los deseos de volver a poseerte, como de si mi propiedad fueran los minutos que vibramos pegados, sudorosos, humedeciéndonos, devorándonos hasta despedirnos. Y ahora tu cuerpo y mente están dentro de mí dándome una lección de lo que es un recuerdo flama, que lo mismo me enciende en un callejón oscuro como en mi solitaria cama. Me temo que esta vez son recuerdos serios por todo ese aire nuevo que viene y va y que me refresca la mente y me entona la piel recordándote. El vello que se eriza al sentir tu mano desde la otra punta de la ciudad, desde ese momento pasado, posándose en la zona del pantalón que siento crecer ahora. Pronuncio y repito tu nombre y dudo… tus gestos se grabaron mejor, tan claros que me enciendo al revivirlos, y me doy cuenta de que es mi piel la que desea volver a verte y de que mi conciencia de ser cabal e independiente se relaja en cada ola de calor. Recuerdo tus ojos brillando tanto como entonces. Tienen tanta fuerza tus gemidos en la memoria como cuando nos apoyábamos sobre ellos para llegar tan lejos y tan alto. Y tengo que sentarme en medio de una calle pintoresca para sostener tu nombre que casi se me escapa entre los dedos. Recodar cómo te movías me hace revivir el éxtasis de la experiencia aquí en la linde de la ciudad, a tres kilómetros de ti pero quizás más lejos. Y me doy cuenta de que te hubiera necesitado, de que hubiera cambiado fácilmente cada puesta de sol serena por la excitación de tu tacto. ¿Pero que fue lo que dijiste cuando nos despedimos? “Estamos en contacto” y me desengañé al leer entre líneas de una frase tan corriente. Y al final me veo conteniendo la respiración, sentado en un viejo banco de piedra bajo la luz tibia de las farolas que se derrama por las hojas de los naranjos, reconociendo que, como dijiste, así ha sucedido: a tres kilómetros y dos semanas sin saber de ti, y a pesar de que tus palabras vaticinaban lo contrario, he vuelto a sentir tus manos y por fin he recordado tu nombre.