21/11/17

ROMANCE DE INVIERNO

Me pasó como a la cigarra, tras meses de sol, de complacida independencia, de paseos solitarios al aire libre, de creerme eternamente joven y con todo el tiempo por delante, el frío me recorrió la nuca por sorpresa, y me di cuenta de que me había olvidado de buscar la protección de unos brazos ardientes en vista de que el invierno llega. Lo confié todo a la suerte del último momento, a la coincidencia mágica y, ahora, reflexionando, extraño la compañía más intima a deshoras, cuando ya no quedará ningún hornito disponible en la ciudad que me estimule. ‘Bueno –pensé- … un invierno más en la caverna’. Eché la culpa del olvido de procurarme víveres para el espíritu (como los besos, la ternura y los abrazos) a que me había relajado por un inesperado sentimiento de independencia y por haberme entregado a los deseos del ‘ahora’. Intenté recordar qué había estado haciendo todo aquel tiempo, a dónde me había llevado mi distracción tantas noches seguidas, desde cuándo había dejado de ser el enamoradizo expectante. Sencillamente había atravesado la inercia del círculo vicioso, resistiendo sotto voce el descrédito del romance, porque me distraje con cosas bellas que parpadeaban brillantes en aquellos mismos instantes. Caminaba a solas por el barrio en aquellas noches de intenso calor reflexionando y poniendo atención sobre las cosas que me decía, que antes pasaban desapercibidas entre el maremágnum de los pensamientos del vivir, y logré encontrarme y retenerme. Llegué a sentir que no necesitaba a nadie, me sentí completo. ¡Me entendí! Y entonces pude oír cristalinamente todo lo que me rodeaba, pude hasta sentir, pues la voz del pensamiento había caído enmudecida. Y así estuve unos cuantos días merodeando ensimismado, hasta que debí despertarme o volverme a dormir pues en un paseo nocturno, mientras planeaba mis primeras cosas como persona autónoma, recuperé el recuerdo de la incómoda dependencia del cariño extraño, pero también recordé las ganas de dar que se pierde a solas y renació un deseo de compartirme. Y sintiendo que me quedaba sin tiempo volví a zambullirme en otro proceloso mar de nuevas ilusiones.