20/1/17

CUANDO VOLVIMOS A LAS SÁBANAS

Cuando nos metimos en la cama follamos como locos mientras susurrábamos todos los gemidos y exclamaciones que conocíamos para animarnos a llegar al más allá. Así alcanzamos nuestro maravilloso primer orgasmo compartido. Llegamos al clímax vibrando de la cabeza a los pies, como un solo de guitarra excitante y prolongado que nos enloqueció y nos hizo sentirnos vivos en un momento de intenso placer. Mientras volvíamos a la cordura disfrutamos de su eco con espasmos eléctricos, agarrándonos y sorprendiéndonos al mirarnos a los ojos y despertar en una nueva realidad inesperadamente brillante. Cuando volvimos a las sábanas volvió el techo de la habitación, la cama, la ventana, el ruido del exterior. Llegó el momento en que recuperamos la respiración, los pensamientos y la necesidad de hablar. Y entonces volvieron los temores. Me hablabas de planes y no podía dejar de pensar que no podría desprenderme de mi faceta de náufrago solitario a la deriva. Tampoco quería pensar en el futuro. Queriéndote explicar decidí callarme y alegrarme por los suspiros que nos salían del pecho involuntariamente. El presente me hacía feliz, me relajaba y entré en un estado de somnolencia complacido. No pude complacerte en tu curiosidad porque dudaba si quería aferrarme a consecuencias más serias en nuestra relación. No me sentía preparado. El deseo era poderoso pero no quería hacerte daño con mi indecisión. Quería protegerte de mi inseguridad. No podía entregarme y luego naufragar en un mar revuelto de dudas porque tuviera fobia al compromiso. Aplacé los pensamientos para otro momento, estábamos desnudos y abrazados en una cama, sueño cumplido... veríamos en cada instante. Por la mañana me desperté con una erección pero de cama vacía. Ya te habías ido a trabajar. Sabía que habías empezado el día con ilusión, como yo, y eso me daba miedo y me gustaba al mismo tiempo. Sin duda, andaba buscándote y frenándome a las puertas del paraíso. 



11/1/17

DESEOS EN VOLUTAS DE HUMO

Tu solemnidad, tu magia, me mostró el verdadero camino de la seducción con una deliciosa canción. Pusiste aquel blues y metiste mi impaciencia dentro de unas copas tendidas para que sirviese el vino. Mejor templar antes de lanzarse, acumular ganas volcánicas y abrazar el estado de sensibilidad que empezaba a recorrer toda nuestra piel. Me mostré complaciente aunque quería estar a la altura de los pájaros que volaban en mi pecho y en mi mente. Sonreí cortado cuando me miraste a los ojos profundamente enviándome una calada directa a mi psique. Levanté el pie del acelerador y adopté una actitud más receptiva aunque sentía mis latidos golpear en el pecho por el hechizo de tu sonrisa. A la luz de unas velas fumamos de un mismo cigarro en silencio; nuestras miradas se cruzaban jugando entre las doradas volutas de humo que ascendían formando espirales preciosas. Deseos en volutas de humo. Deseos en suspiros de humo que viajaban a lomo del mismo fluir del blues que acariciaba nuestros sentidos con un sentimiento. Entonces, cuando tus labios seductores suspiraron caladas desafiantes a diez centímetros de los míos, desataste la revolución. Y por fin tu cuerpo. La habitación se difuminó y nos rendimos a aquella penumbra dorada como personas sin máscaras, piel sobre piel. Sin el artificio de las palabras caímos irremediablemente atrapados en aquella corriente magnética que empecé a llamar destino. 


                                                                                                 Imagen de Fotomaf

4/1/17

TU PIEL: MI SALVACIÓN

Tu piel fue mi inspiración, cómo no, la que me llevó a la persona que le torció el brazo a mi soledad. Conocerte me había hecho pasar del agotador romanticismo teórico al movimiento del corazón y el alma como supervivencia en la ciudad. Y de tu mano, por fin, mis pasos me hicieron avanzar, después de tantas caminatas que siempre terminaron en el mismo punto. Te encontré, en fin, cuando la búsqueda de afecto me consumía. De no ser por tu aparición podría haberme quedado frío como una figura de bronce, insensible e inmóvil sobre un pedestal en un parque bajo un árbol bicentenario. Al abrigo de sus ramas espiando a tres damas rejuvenecidas por el loco canto del amor: el amor ilusionado, la desilusión del amor perdido y la salvación del amor reencontrado. La destrucción del último me había desgastado, me había consumido, pero creía que volvía a sentir la melodía de una nueva seducción en cada gesto que interpretabas para mí. La volvía a sentir como un aliento que se despertaba con el roce de tus expresiones en mi corazón, con la melodía de tu hablar refugiándose en mi alma. La cuestión eras tú y tu valentía al darle vigor a cada paseo nocturno; tu melodía al caminar, si también al caminar. Con la respuesta de tus pasos a los míos me hiciste erguirme y volver a respirar con el pecho. Volver a levantar la vista del suelo para darme cuenta del brillo que me había estado perdiendo. Pero, claro, nada comparable a la magia de tus ojos. Tu piel me atrapó, pero tus ojos me conquistaron.