31/3/09

Dentro del laberinto


Jum, estoy caminando en un laberinto. ¿Dónde está el mapa? Tenía uno de Cádiz, otro de Madrid, otro de San Francisco, pero éstos no sirven en Sevilla. Desde aquí arriba puedo resolver el enigma porque estoy en un balcón y si no esperaré a que alguien pase y se quede mirando para preguntarle por dónde se sale. Ay, no, que ya todo el mundo disimula, nadie parece mirar con atención para preguntarle cómo se abre esta puerta. Es el mundo de los adultos y hay que guardar las apariencias. Y parece que nadie pasa bajo mi balcón esta noche. Normal, hace dos días que el sol no calienta lo suficiente y peina las coronillas una brisilla fresca. Pero para cuando haya luz más allá de las nueve de la tarde ¿Cómo se queda uno en casa? Veo los coches-discotecas pasar y les digo adiós como lo hace un niño de cinco años. En fin, si me ven pensarán que estoy loco porque ya soy un tío mayor, quiero decir, soy un adulto. Cuando miro para abajo los pelos ensortijados me lo confirman. Y aunque tenga muñecos y algún peluche en mi cuarto ya sólo los toco para quitarles el polvo. ¿Es que no quiero volver a jugar? No lo sé pero me doy cuenta de que hace tiempo que no salto chillando como un niño. Joder, sacaría la bicicleta, los patines, la pelota y me sentaría en un escalón de la plazoleta por si pasa alguien de mi edad que pueda hacerme reír a carcajadas como un niño. Los chiquillos se juntan espontáneamente, se acercan y se miran, levantan los hombros y se ponen a jugar juntos sin más. No hay necesidad de saber nombre, dirección, profesión ni familia a la que perteneces. No hay filtros sociales. Los mayores llevamos equipaje. Puedo salir e intentar jugar, pero bah, cuando me comía la calle comprobé como algunos se hacían los maduros pegados a la barra de un bar y llegó un día que pensé que todo era por beber. Sólo se sacaban los niños de dentro según iban cayendo las copas. Además, mientras me afanaba en tender puentes me encontraba con personajes que armaban conversaciones-teatro, lo tuyo es puro teatro. Lo pienso unos segundos y me doy cuenta que lo que quiero es profundidad. En la escena del ocio nocturno, en realidad, pocos quieren complicarse la vida ni fraguar nuevas relaciones, cosa que hace perder el tiempo a los solitarios que buscan más. Y aunque todo son sonrisas sospechas que parece peligroso cualquier hombre solo que busque una salida para tanto deseo. Para fraguar una nueva amistad hacen falta mil y una noches a la intemperie o menear las caderas en un club con luces de neones. No quiero más noches de manos frías cuando tengo el corazón hirviendo. Y el juego olvidado, el tesoro apagándose porque nos vamos haciendo adultos. Quizás algún día vuelva a jugar como un niño, pero me sorprende porque hace tiempo que me conformo con caminar por el parque sin otras pretensiones que aprovechar para suspirar, tragar oxígeno para llevar mejor las pausas solitarias de la habitación… Crees que eres libre pero cuando reflexionas la creencia de que te mueves en círculos enseña tímidamente sus garras, y el aguafiestas que a menudo te visita te dice al oído que vives en una burbuja que abarca dos barrios, una burbuja que engaña, que te hace creer que hay espacio para reaccionar porque no ves el límite. Y realmente puedes volver a la calle y el mayor pecado es que no quieras. Puedes dejar de mirar por el balcón y pisar tierra pero terminas dándole al play del DVD para olvidarte en los brazos de otra de esas historias fantásticas…

26/3/09

Frente al altar dorado (nada tuvo que ver Dios)


Hubo un momento en el que tuve que decidir en seguir explotando la carne, que es lo más tangible que tenemos, pero no, no es algo tan material como la piel y los roces para nutrirse del placer a lo que me refiero, cómo lo podría explicar, era dejar de conducirse por el estómago y por los orgasmos y apostar fuerte por una entelequia, algo que suponía que existía porque la filosofía tradicional lo ha estudiado muchas veces, las materias espirituales, la senda del conocimiento. Por los obstáculos que contemplo cuando miro atrás podía calificársele también como la senda del perdedor. No pesan tales méritos ni se pueden exhibir trofeos en las estanterías, no se puede decir que pueda presumir de medallas, ni que vista con oropeles, ni que tenga chorros de crédito, pero a día de hoy puedo decir que soy mejor persona, que por ser quejita no dejo de ver que soy un tío resistente como son los juncos al viento. Recuerdo que entre juncos, sobre dunas doradas comenzó mi tendencia al hedonismo. El otro fiel de la balanza que ha dominado mi vida, que ha dado sentido a esa otra inercia a la corrección, hacia el contrapeso de las virtudes inmateriales. Pues en el horizonte de una playa dorada el reflejo del sol hizo brillar otras superficies más excitantes, curvas de piel morena, pelo moreno ensortijado, zonas que habitualmente han estado cubiertas por lo textil. Como Dios nos trajo al mundo Adán y Eva se encontraron en la playa y cuando hubo una expresión de admiración por las dimensiones del secreto que se despertaba dije ‘es así gracias a Dios’. Pero me corregiste, tú con tu mano experta y el conocimiento de la vida y al final convenimos que le teníamos que dar las gracias a la Naturaleza, porque en aquello nada tenían que ver los altares, sólo el de aquel maravilloso sol que hacía brillar las diminutas partículas de arena, las perlas de sudor, las zonas húmedas de no se sabe qué sustancia y de dónde salían. En la ceremonia de la iniciación de cuerpos más bien púberes en prácticas adultas el demonio parecía ser el protagonista, pero el concepto del pecado se evaporó para siempre al sentir tan maravilloso desvanecimiento, tal caída en los brazos del placer, esa subida a la cima de vibraciones, gustos, gozos, paraísos futuros al que tendría que entregarse aquel joven sorprendido. Nunca se había llegado a tanta unión y una vez separados por siempre comenzó la odisea de tanta búsqueda por volver a sentirse uno en dos…

(Ilustración José de Togores, 'Desnudos en la playa')

23/3/09

El cajón de las causas perdidas


Bueno, bueno, bueno. Joder, hace días que no escribo porque he tenido una crisis creativa. Evité seguir hablando del amor, para qué convocar algo que no sale, era como abrir y reabrir una herida, provocarme el dolor de lo que falta. Quizá no porque crea que no me puedan amar sino por el descubrimiento de que no amo desde hace tiempo y que no me veo enmienda cuando se la pido a los demás. Por que, a fin de cuentas, el amor es eso, querer desinteresadamente, sin esperar garantías de vuelta o reciprocidad ¿O no? No lo sé y lo malo es no saberlo con esta edad, pero puede que lo haya olvidado. ¡Voludo, no tienes nada mejor que hacer que criticar lo jodido que está la cosa! Eso no es plato de buen gusto ya que hay espacios que están dedicados a la evasión de unos minutillos. Eso lo entiendo, lo que pasa es que yo tengo el tema encima todos los días y hay veces que me hierve la sangre de tanta injusticia. Pero bueno, hay que pensar que cualquier persona llega a casa después de bregar con lo tedioso de la vida y se sienta en el ordenador para desahogarse y dejar de pensar en cosas chungas y vienes tu y toma, pintas tu retrato de tu agujero negro. Definitivamente, creo que lo mejor es hablar de cosas bonitas. Y lo que pasa es que según va pasando el tiempo de la última experiencia amorosa me veo que no soy el más indicado para hablar de tan alta materia, aunque también manejo la teoría de que quizá el que puede hablar mejor de una cosa es el que está retirado de su dinámica. Porque yo el amor lo veo desde fuera ya, tantas cosas tendrían que pasar para que me dejara alcanzar por ese abandono de uno mismo, tantos obstáculos tendríamos que saltar desde puntos distantes. Puede que se me haya agotado el repertorio de las canciones sobre el deseo de enamoramiento y me pregunto si sería justo que hiciera composiciones mecánicas, artificios sobre el tema, construcciones que no partieran de la emoción, si es que se puede sentir emoción por lo que no se tiene. Debe ser una crisis de la esperanza y, bueno, el remedio es pensar que todo pasa y que volverá a amanecer mañana. No se puede tampoco descartar que alguien se pueda volver loco por mí, tanto como para dar con la llave que abra esta muralla que me rodea. Aunque difícil pronóstico veo porque es ya como lo de que viene el lobo, que viene el lobo y cuando vino ya nadie se lo creía. El amor… pfff, lo estoy mirando y no se si finalmente lo meteré en el cajón que tiene la etiqueta de ‘Cosas que no me creeré que existen hasta que no las vea’, donde tengo guardado también a Dios, los Ovnis, los fantasmas y demás creencias fantásticas. Y ya lo dejo ¿lo veis? Atravesando un valle de crisis lo mas probable es que cuando escriba me salgan críticas…

19/3/09

¡No lo lean! Puede quitarle las ganas


En otro nivel se encuentra el Hombre cuando la Economía no acompaña al pueblo, cuando los planes de futuro se encuentran bajo mínimos. Los padres hablan de la educación de sus hijos en los autobuses con voz temblorosa, y no se puede decir que sea por el empedrado de la calzada y la vibración metálica del transporte. Es la falta de oportunidades lo que resta seguridad a sus voces. No saber a dónde vamos a parar complica la preocupación habitual por el progreso de los jóvenes ¿Cómo se les puede convencer para que luchen? ¿Con qué autoridad le prometen que serán recompensados los sueños con sus esfuerzos? A la cúspide del progreso llegaron los Ladrones, llegaron a un piso cien en la cima de un rascacielos de la milla más poderosa del mundo, Wall Street, Manhattan. Tanto vales como a puntos distantes puedas alcanzar, como volumen de beneficios puedas endosar en las cajas A, B y C, que están en Delaware, Maldivas, Moscú, Shangay o NYC. A ellos les debemos el dinero porque dejaron fluir la avaricia que llena los bolsillos de cien magnates. Y no hay vidas ejemplares como no te conformes con mirar a tu propio padre. Otras lecciones de la vida pasan a primer plano porque todo es que no pierdan el rumbo los jóvenes y se conviertan en monstruos asesinos, que tienen más minutos en televisión actualmente que cualquier hombre honrado. Sólo se puede esperar a que la línea de inmoralidad pública termine con ese valle descendente y suban los quehaceres de los emprendedores para redimirnos de tanto desvarío. Podemos esperar mejores tiempos en un estado de glugluglu, tirados sobre una alfombra, gimiendo por la estabilidad de los mercados corrientes. Extendida la incertidumbre por doquier ya se pueden repartir responsabilidades del paro o de lo extraño que todo parece cuando no sólo cuenta el sudor de tu frente. Pero mientras tanto que el sistema mal funcione solo hay un objetivo primordial, alcanzar la superficie, remediar el terrible fracaso de la fórmula del crecimiento que inventaron otros. El joven corriente pensaría que aquí no hay nada que hacer y que lo mejor sería coger una mochila, meter tres pares de calcetines, cinco calzoncillos sufridos, tres camisetas y unos vaqueros. Meterse en una red de esas que parten el territorio en cientos de caminos y entregarse a la terrorífica aventura de buscarse la vida como lo hicieron millones de humanos en siglos pasados. Seguir la estela de rostros de hombres valientes que permanecerán desconocidos por siempre, que formaban ya parte del polvo pero que hicieron su historia sin pasar a la Historia de cualquier país. Y lo tendrán crudo porque no serán jóvenes abogados, ni brokers, porque todo lo que ganen será para alimentar bestias mecánicas en autopistas de países ricos por donde fluya las corrientes del Capital, asquerosa corrupción la especulación. Antiguamente el Hombre se podía negar a ser una pieza más del engranaje, se podía negar a la alienación que producía un movimiento mecánico, pero hoy no sirve porque fueron vencidas las ideologías. Nos han enganchado con necesidades tecnológicas, nos han robado la libertad con un contrato de esclavitud a treinta años llamado hipoteca. El muchacho puede iniciar cualquier viaje de ésos pensando que va a descubrir la fórmula del progreso o el camino para construirse un personaje social influyente por el que le tratarán como a un dios de esta era. Y en el camino descubrirá que no le dejarán inventar un nuevo mundo. Pero ojo, que sigan intentándolo, que nadie le quite las ganas descubriéndoles el pastel…

16/3/09

Los parques despiertan ganas de caricias


El hombre camina y se encuentra una estampa perfecta. El suelo empedrado ha dado paso al albero, como no es un hombre de máquinas la transición es lenta, no hay velocidad pero sí ángulo. Tierra, horizonte, cielo. Naranja, verde, azul. A media altura el follaje verde rompe el gris de la ciudad y un árbol centenario, un Drago, le conduce al fondo celestial sin límite. Respiras profundamente, la frescura de un parque sevillano en primavera limpia los pulmones para varios días de refugio solitario en una habitación. Todo el espectáculo visual está mecido por una música de guitarra española con el acompañamiento natural de una fuente cercana. Un gato blanco-canela dormita sobre una maceta en la entrada de una plazoleta del parque, piensas en tocarlo porque te despierta ternura pero sabes que la paz de los gatos callejeros termina cuando se le acerca una mano, aunque sea con intenciones cariñosas, y es tan plácida su imagen que es mejor no molestarlo. Huele profundo a follaje y la humedad calma el picor del brillo del sol. Sus rayos dorados se filtran a través de las ramas de un árbol cercano y como te conducen la mirada al refugio de la sombra de su tronco te das cuenta que otro animalillo asustadizo presiente las sombras peligrosas de los turistas mañosos. Es una salamandra, animal reptante de sangre fría que tiene la sangre fría de acercarse a ver cómo están las cosas en la superficie humana. Te acercas para verlo mejor pero como no conoce tus intenciones huye despavorido a una altura inalcanzable. Bah, lo mismo haces a veces y lo entiendes perfectamente. En una pequeña fuente de brote irregular se baña un perro labrador canela, está tan contento que mira a su amo con la lengua fuera preguntándose por qué no se une a la fiesta, con lo fresquito que se está allí y las cosquillitas tan graciosas que hacen el líquido elemento ¡Woff, woff! Y una bandada de palomas levanta el vuelo hacia las copas de los árboles, asustadas porque han sentido cómo las ondas del sonido les han erizado las plumas. Los japoneses parecen felices y se hacen fotos por doquier a las entradas enrejadas de los patios andaluces, donde las plantas y flores se fuerzan por posar arqueándose milimétricamente en sus reinos circulares. A veces te sientes más extraño que los japoneses en Sevilla. Piensas que no hay nada como un paseo para volver a ocupar el terreno que separa tu alma de tu piel, pero a veces desearías que alguien acercara la mano también para acariciarte.

14/3/09

Brilla el sol en la piel


No hay mejor lugar para que brille el sol que la piel. Se ven ya tonos dorados, bueno lo importante es que se ven ya pieles y no hay mejor alegría que darse un paseo y comprobar cómo la gente recibe la primavera con escotes y muslámenes al aire. Tengo que precisar, la gente bonita, más concreto aún, las chicas bonitas y los muchachos de buen ver son los que más roces visuales se llevan. Vamos a ver, todo el mundo que enseñe sus cosas pero claro los ojos se van como imanes a las figuras bellas, no es fácil hacerles odas a las pantorrillas tipo monja o a las barrigas cerveceras (qué viva la morfología variada pero no voy a hacer aquí demagogia). Los apetitos de la sociedad de consumo nos han nutrido de las imágenes perfectas de la publicidad desde hace lustros; fotografías de cuerpos esculpidos, dorados, claroscuros, como piedra, sexo, sexo, calor, excitación por insinuación de las curvas y, por ende, vas a comprar un trapito para enseñar. No hay mujer que se pueda molestar porque una mirada repose delicadamente por unos segundos en su generoso escote. Para eso se lleva y se puede admirar explícitamente con respeto, no hay nada malo siempre que no se pase de ahí como no te lo autoricen expresamente. Los piropos de los obreros sobre los andamios a las féminas siguen existiendo como comprobé el otro día. Y no pude más que reprimir una sonrisa porque tenían arte al echarle flores con gracia a un par de morenas monumentales, pero lo divertido sería contraatacarlos con flores más provocadoras para dejarlos cortados. Un poquillo de obrero ibérico tengo, lo confieso, porque me doy un paseo con la intención intelectualoide de apreciar las fachadas de los edificios históricos, con el ánimo espiritual de llenar mis pulmones de oxígeno y de limpiarme la zona mental de la azotea con brillo de sol y aires de colores y, según voy progresando en el recorrido, otras formas arquitectónicas terminan provocándome la excitación de los sentidos. Y ya me empiezo a distraer, uyuyuy, eso mira eso, la alegría de la huerta… Hay gente maravillosa que cuando se viste para salir a la calle piensa generosamente en el prójimo y le dan con su aportación el toque emotivo a sus andares y a la mañana completa. Se ven venir a lo lejos, intento concentrarme en lo bonita que está la calle con imágenes bucólicas de los árboles y pajarillos del trayecto. Pero es imposible resistirse porque se cruza esa figura que me ha dado una punzada en cada paso mientras se acercaba y va dándome la bienvenida como yo le doy las gracias al buen tiempo ¡Hola, hola!¡Boom, boom! No hace falta hablar, como mucho se intercambian miradas de reconocimiento. Y ya vuelves ‘elevado’ a casa, olvidando que habías planeado pasear por los Alcázares o por la plaza del Triunfo…

10/3/09

Quería ser el rey del pop y tengo el culo peludo


Boom boom. Era como un príncipe negro que se deslizaba hacia atrás, como paseando sobre la luna, se plantaba con los pies de punta y daba tres vueltas sobre sí mismo. Calaba su sombrero de ala por debajo de las cejas, se sobaba el paquete y con tres golpes de hombro despertaba un huracán, las nubes bajaban al suelo, ráfagas de rayos verdes caían del cielo. Una manada de zombies salían de sus tumbas para bailar sobre el asfalto de la ciudad y el ritmo del blues comienza a recorrer su cuerpo como una descarga. Mueve los brazos con rapidez y reluce su guante de brillantinas. La música lo invade y recorre su alma fundiendo la solidez de sus huesos. Bajos y graves retumban en sus músculos flexibles, puede hacer lo que quiera porque el ritmo maneja su voluntad. Ahora se mueve como un autómata, como Charlot, como Fred Astaire, pero lo que recorre sus venas es sonido eléctrico. Surge de dentro y hace vibrar su corazón como una caja de resonancia. Sus ojos están cerrados, parece que ha caído en un estado de trance que le hace contonearse como los mismísimos ángeles de la noche. Pero la música cesa y tiene que abrir los ojos, ya no es el rey del pop... He despertado y estoy desnudo frente al espejo y recuerdo cortado quién soy. Ya me encuentro mejor, la música una vez más ha producido su efecto embriagador. Me ha hipnotizado para elevarme sobre las preocupaciones que esta mañana se habían ceñido sobre mi piel hasta causarme ansiedad. Pero le di al play a tiempo, cerré los ojos y Jackson me ayudó, todavía tiene magia ‘Thriller’ para cautivarme. Aunque haya caído la estrella todavía puede darme una pizca de energía, de ese alma negra que lleva bajo su piel descolorida. Qué tiempos aquellos en los que un crío pensaba que iba a sucederle en el trono, pienso en mi debate solitario de pensamientos. Y aunque me doy cuenta que tenía la ventana abierta después de haber movido el culo peludo un buen rato frente al espejo no siento ridículo. Sólo pensar que alguien me ha podido estar espiando me hace reír y comprendo que la música, en definitiva, ya me curó. Y ahora puedo meter los pies en la ducha creyéndome príncipe. Echo mano de mi estrategia para terminar de borrar los pocos nubarrones negros que me quedan y me pongo a cantar porque hace tiempo que he descubierto que sólo allí puedo hacerlo bien. Después cuando lo hago en público mi garganta protesta no menos de lo que lo hace quien me escucha.

6/3/09

Con la de centímetros de piel que has recorrido y no te entregaste


Si de algo soy experto es sobre sexo. Sí, éste que siempre está invocando el amor, que por su causa o ausencia entona canciones, que hace textos de pretendido valor romántico, palabras que hablan de melancolía, necesidad, compañía, generosidad, que arma ampulosas composiciones de fallido valor poético, éste personaje, que parece un príncipe que por el anhelo del amor levita, es el mismo que esconde a un sátiro experto en las coreografías amatorias. Pero no soy un fraude, follé mucho porque buscaba profundidad, qué sabía yo si no era el camino. Y ahora ese demonio sátiro dormita a la espera de tiempos mejores o de que alguien venga y le de un brochazo de pureza que le convierta en ángel. Eso sería toda la maestría al servicio del amor, los orgasmos multiplicados por cien porque a cien está funcionando la cabeza a la par que el corazón. Te encuentras en una situación en la que ya no late sólo el sexo, que otras veces ha causado sensación porque mirabas, lo veías brillante, tibio por ser albergado en otras cavidades, por ser lavado y purificado con alfombras ásperas, que se escondían en bocas que renunciaron al amor por un instante elevado. Y ahora que podrías ser maestro, que has exprimido todo el jugo propio buscando romances, crees que no te queda terreno y te pones a lanzar flechas como un querubín (Con la de centímetros de piel que has recorrido y no te entregaste). Otros juegan al juego del cortejo allá en la superficie de esta noche oscura, dónde sólo recuerdas colores fríos, azul y plata, pero ya te retiraste y encontraste este refugio bajo tierra tras aquella escalera. En otros divanes, sumergidos en un ambiente dorado de nubes de velas, navegan otras almas solitarias que se han exiliado a este espacio underground. Y tú, que pareces desahuciado porque ya conoces las reglas y te plantaste, respiras oxígeno viciado, inhalas humo y exhalas suspiros que suenan como un nombre. Crees que el amor sólo existe en pensamientos relámpagos que te traen el recuerdo de la dulce sonrisa de su rostro, el beso que tuviste quedar, que nunca diste y nunca darás. Pero cierras los ojos, flotando como estás y la ves de nuevo como si hubiera vuelto. Junto a tí, desnudos en una habitación dorada por nubes de velas, oliendo a oriente por esas caricias de incienso, y comprendes que sería mejor revivirla pero ya no existe su cuerpo, con lo cual exactamente no hay necesidad de sudar y copular porque sería suficiente el milagro de que volvieses al pasado y a ese momento. Y por unos instantes crees de nuevo que es posible la felicidad, que existe aunque dure microsegundos, difícil de mantener, pero que brilla cuando recuperas ese recuerdo congelado entre el delirio del presente. Entre tantas cópulas pocos nombres y rostros recuerdas, y todo se puede resumir en una película a cámara rápida en la que vuelves a ver manos pasando por tu espalda, tocando todos tus músculos, cientos de manos que hurgan aquí y allá, después viene el traqueteo de los pensamientos, hay pequeñas decepciones y piensas que se ha apagado esa luz que te recuperó de cientos y cientos de naufragios. Y ahora que flotas en un diván en ese subterráneo dorado, donde el tiempo se detiene olvidado de ese ritmo de azules y plateados veloces de la superficie, pides el milagro de la felicidad eterna pero no, tesoro, la felicidad dura eso, pequeños microsegundos, lo que dura el recuerdo de su sonrisa y aunque nunca te acostaste con ella, la ves ahora tumbada dentro de ti…

2/3/09

Treinta y ocho párrafos


Tengo muchas cosas que contar pero nunca salgo de lo mismo: El amor y el deseo de realización en pareja, peor aún, mi realización a través de otra persona ¿Es que no te han enseñado nada todas las premisas por las cuales crees en la verdad del error de trasladar esa responsabilidad a otra persona? Sí, tengo todas las alertas pero parece una obsesión imborrable. Son confesiones comprometedoras por eso se las ofrezco a las personas con las que no tengo ningún tipo de compromiso. Sería como revelar los trucos de un mago o las cartas de una mano de póker. Bueno, hay otras cosas que seguiré ocultando y que no tendré más remedio que revelar a quien me hipnotice y haga que me comprometa. ¿Se entiende todo esto? No quiero quedarme con la sensación de que hago malabares con las palabras para distraer y no expresar claramente lo que quiero decir. Pero no quiero hablar hoy de la obsesión por el amor y ya llevo doce párrafos. Simplemente anoto aquí que leí ayer a alguien que decía que conoció a su amor en otoño y que en primavera él la había dejado, por lo tanto, cada primavera era triste para ella y nunca el amor sería igual y que ella misma no sería igual nunca, etc. No quiero que me pase eso, me gustaría que el amor fuese tan intenso siempre pero diferente con cada persona. Diecisiete párrafos, lo dejo ya. Sólo el tiempo es tan traicionero como el amor. Te empiezan a brillar los ojos porque la primavera va a agitarte y revitalizarte y cuando vas cuesta arriba ¡zas! Involución, día gris y no para de llover y el oso tiene que volver a dormirse en la cueva. Pues eso, como cuando estás enamorado y te ves tan reflejado en la otra persona y de pronto amanece un día en que piensas ¡no te conozco, no te conozco, no somos uno, somos dos personas divergentes! Veintidós párrafos. Siempre habrá amaneceres más claros y días radiantes. Cambio ya de tema. Me he quedado paralizado, es pensar en otras opciones, otros caminos que tomar en este texto y me he quedado pardo mirando el cursor. Durante unos segundos he pensado en muchas cosas, he pensado en que no he conocido un compromiso más ideal que el de la Maga y Oliveira en ‘Rayuela’ de Julio Cortázar, donde no hay citas ni plazos, simplemente ambos se buscan por el Pont des Arts y se encuentran sin sorpresa, convencidos “de que un encuentro casual era lo menos casual” en sus vidas. Desde que leí Rayuela me enamoré de la maga, un personaje aparentemente irreflexivo pero que era más certera en sus opiniones cuando intervenía en los debates complicados de Oliveira y sus amigos. Un personaje que se movía en un mundo diferente, que Cortázar bautizó con el nombre de ‘Mundo Maga’, mundo donde era posible hablar con los gatos y emocionarse cuando se encuentra un paraguas roto en una noche fría y, como va acompañada por la sombra de la razón de Oliveira, hay que deshacerse del paraguas tirándolo en el Sena y eso se merece tanta pompa como si de un entierro con honores se tratara. La Maga parece tonta pero sólo un personaje tan inteligente como ella es capaz de armar una relación con otro personaje tan complicado e inmune a los compromisos como Oliveira, que no es capaz de salir de su debate existencial para quererse un poco. Por que sé que existen personas que caben en el molde del mundo maga sigo teniendo esperanza en el amor…y no he conseguido dejar de hablar de ello por esto, párrafo treinta y ocho.