27/8/16

NECESITARÉ A PEGASO POR SI COINCIDE QUE EL AMOR FLOTA EN EL AIRE

Desde que empezaste a darme morbo, prólogo de un deseo, caricias son tus imágenes cuando te acercas a mis ojos susurrando. La visión de tu desnudo me impacta. Admiro tu preciosa piel blanca decorada con elegantes tatuajes y las líneas morbosas de tu cuerpo, que son de una perfección clásica. Por tu belleza seguro que desciendes de una estirpe romana. Por tu belleza me quedé prendado cuando te vi descansando en un cómodo sofá en la pradera del jardín de las delicias, y la pasión se me desató pues imaginé que tu compañía sería morbo y delicioso pecado. La luz de tus ojazos, que me seducen e hipnotizan, cae sobre mí descubriéndome un paisaje de páramos plagados de sátiros y duendes desnudos que nos animan a devorarnos como locos. De Magos y brujas que reparten licores y pócimas que evaporan la poca timidez que me queda. Acaricio tu delicada piel y brisas afrodisíacas remontan tus blancas laderas. Te incorporas, me haces una señal para que me acerque, me sostienes la barbilla y derrites mi boca cuando introduces suavemente tu lengua. Me hechizas con el cáliz de tu boca, con la bella amplitud y finura de tus labios, y me entrego mientras reyes y caballeros se pelean por un reino de diamantes. Simplemente te metiste en mi mente a bocados y se me erizó la piel. Tu sonrisa se convirtió en la cama circular que brilla en mi oscuridad, donde deseo fundirme contigo en una maravillosa estrella roja fugaz. Tus ojos recogen la vía láctea tiñéndose de plata y allí se refugia el cielo al que yo aspiro pasear. Todas las líneas que marcan tu figura son bellas, como las de tu cara grecorromana. Todo lo que ocultas deber ser delicioso. Si te abrieras a mí mezclaríamos nuestro néctar estirando nuestros cuerpos reliados. Colgados del cielo le daríamos razones al tiempo para que brillase como el oro. Le daríamos crédito a una pasión que nos eleve por un camino de plata. Los apetitos del cuerpo, del espíritu y los regalos del deseo que habíamos estado guardando bajo siete llaves serán entregados entre caricias. Porque el aura que desprendes me atrapa, promesa de que me vas a diluir en el cielo, de que vas a escuchar mi alma latiendo de orgullo sobre tu pecho abierto. Y no habría lugar mejor para ascender a la gloria como la espiral de compartimos flotando, como el vuelo que nos conduce a un país de maravillas arquitectónicas diseñadas en nuestros cuerpos. Y desnudos y abrazados necesitaré a Pegaso por si coincide que el amor flota en el aire y pueda agarrarlo de un brinco…


5/8/16

LA VICTORIA DE TU DULCE TERNURA

Precioso cuerpo, cada detalle es bonito’.- pensaba mientras te admiraba y me preguntaba como sería recorrer con la lengua cada uno de tus rincones cuando me lancé loco por tus suspiros. Inicié un largo camino húmedo. Jugué con los caracolillos de tu pubis, tan aterradoramente atractivos, y después seguí lamiendo dejando un viscoso río de saliva que se mezcló con sudor y sabor a gel barato de motel. La música nos envolvía en un blues melancólico y el ambiente se había tornado plateado, pues los rayos de una luna llena sonriente se filtraban por una persiana incompleta. Nuestros sentidos concentrados en cada acercamiento, en cada caricia, en cada roce de nuestros labios. Descubríamos nuevas sensaciones de placer mientras nos dibujábamos en la piel con los pinceles de miles de filamentos rugosos. Cada fibra nerviosa pendiente de la sensación de humedad tibia y la descarga electrizante que brotaba donde caprichosamente decidíamos lamernos. Y descarga tras descarga el éxtasis. Bajo el hechizo de la luna se nos desató un hambre salvaje de saborear cada pliegue profundo, húmedo y tibio, de nuestro sexo. Sentí que era lo que siempre había deseado, que un bello cuerpo de perfil plateado me tocara la fibra sensible más secreta.Y recorriendo un camino de explosiones químicas nos fundimos intensamente en un movimiento acompasado. Sintiendo la serenidad de un deseo concedido eran deliciosos los actos silenciosos que me hacían recuperar la fe en el deseo humano. Aunque tú me susurrabas al oído palabras de aliento, palabras que sonaban a reflejos de luz dorada en la laguna de mis sentimientos. Palabras que deseaba creer. Fue tu dulce ternura presente en cada roce la que expulsó la luz azulada de la desconfianza lejos de nosotros. En aquella burbuja en la que me envolviste con tu seducción no importaba nada que estuviera fuera de sus límites. Tampoco dentro había dónde, cuándo, ni por qué. Y en esa revelación, con una sencillez pasmosa, tuve conciencia de que estaba viviendo un presente de felicidad radiante que nunca olvidaría.