Muchos
momentos agradables viviremos que serán recuerdos. Las melodías quedarán
registradas a pedazos, la seda del piano y la fuerza de la trompeta me
envolverá mientras acaricio tu mano sobre un mantel de hilo como un eco
sensible, tal como lo hago ahora. Me hablas de tu infancia y como brochazos van
apareciendo imágenes parciales, la memoria a trozos. Recuerdo niños trotando en
el campo, detalles de jerseys rallados, azules y rojos, alegría sonora en las
risas, dulces aventuras imaginadas sobre el verde ocre del campo. Y mirando tus
ojos como un niño me siento.
Cuando me
siento niño recobro esa idea y aquella felicidad renace por unos breves
segundos. Queriendo siempre ser grandullón ahora deseo la infancia atesorada a
cada momento. Que me estallen desde dentro esas burbujas de amor que sentía
entonces y me provoquen ahora ondas de placer es el milagroso reencuentro más
apasionante que se puede tener con uno mismo. Pero respirando el presente. Sentir
los impulsos mientras suceden las cosas y no después, porque es fuerza pura e
inocente que no atiende a desconfianzas y es lo mejor que se puede dar porque se
regalan sonrisas y miradas increíblemente frescas, se deja escapar un ohh y una
pregunta sin repuesta que no importa porque sucede entre tanta cuestión, que es
lo que importa. Y los compromisos de la madurez son más propios en los debates
de la razón y es más arrebatadora tu voz que me hipnotiza ahora.
Y sucede
que me deslizo como una serpentina, cruzando el sonido de tu voz y unes tu
lengua a mi mundo, tan apasionante también porque tiembla contigo, con sus
propias explosiones internas. ¿No es eso brillante? Cantar, bailar juntos,
sentirnos como niños pero recuperarnos en la madurez, reconocernos en otro
viaje que se vuelve sensual e irresistiblemente atractivo. Olvidados los
pensamientos.
Recoges tu
copa, la luz violeta del local se filtra en el cristal y recorre tus labios,
que se posan para recibir un último trago, me miras, pestañeas y generas esas
explosiones internas que tanto gusto te da agitar. Te levantas me das la mano y
me dices: ‘No dejes que cierre los ojos esta noche como no sea para sentirte’.
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