Me estoy dando cuenta de que escribir es mi terapia, la que me da empujones, la que me limpia de toxinas mentales pero también la que
renueva mis mejores deseos, el hilo de optimismo que no se rompe por mucho
que tire. Quizás la edad me enseñó que no hay que dejar escapar ni un minuto.
No mirar atrás ni releer reflexiones pasadas, recorrer la
senda del placer que se abre ante mis ojos, regentar mi mundo, dominar mi imperio aunque no mande sobre nada ni nadie. Así que
por eso exploro, buscando intensidad entre las emociones corrientes bajo la
malla finísima del control, que casi prefiero rasgar...