¿Y por qué mi huída? Me preguntaste. Me levanté de un brinco
y puse en marcha la radio. Sonaba un blues de la vieja escuela, de aquellos que
emocionaban en los rincones oscuros de los clubes de jazz. ‘One day we’ll got
heaven begin’ comenzaba a cantar una voz deliciosamente negra y familiar. ¡Sí,
algún día alcanzaríamos el cielo! Quizá por eso me escapé con alguien que me
cayó del cielo cuando estaba a punto de rendirme. La palabra ‘heaven’ seguía
resonando en mi mente: ‘Apareciste justo cuando la sensación de que me estaba
quedando sin tiempo para encontrar el cielo en la tierra empezaba a asfixiarme.
Y de pronto, antes mis ojos, un príncipe montado en una carroza entregándome
una oportunidad real de escapar y no una fantasía estúpida de película. No pude
ni detenerme a pensar, de hecho me encontraba a un escalón de caer en la
desesperación y al ver que pasaba un último tren… no pude ni pensarlo. Además me
dejaste embobado con tu sonrisa e involuntariamente mi pie avanzó valeroso hacia
la alfombrilla del coche. Y después mi cuerpo entró como un rebaño y la cabeza que
me pesaba porque no quería pensar…’ -callé avergonzado porque te partías de la
risa de mi confidencia o de mi forma de expresarla quizás, pero me contagiaste
la risa y supe reírme de mi mismo, como hacía tiempo que no me reía.