Recuerdo que lo primero que hice la primera mañana en la
ciudad fue acercarme al mar como una tabla de salvación. Sentí una profunda
punzada de orgullo al pensar que había atravesado el Atlántico para tocar la
orilla del Pacífico. Recuerdo cómo me atrajo como un imán la primera línea del
mar hasta que me quedé absorto con el movimiento de las olas, hipnotizado por
el agua que avanzaba y retrocedía sobre la prensada y oscura arena. El placer
recorrió mi cuerpo admirando aquellas estelas cristalinas como espejos, que serpenteaban siempre
dentro de un límite sinuoso y sereno, muy diferente a la bravura de la
inmensidad del mar. Una lengua de agua salada bendiciendo a la ciudad
que le daba frescura y que te movía el alma. Agua clara, agua verde o azul frente
el gris del cemento. Aquella vista era una burbuja de susurros que sonaba como
un suave paraíso, sólo roto por el rumor de las olas lamiendo la orilla y por
las voces de las gaviotas marcando el compás en cada descenso. Era magnético
verlas rasgar el espejo de la superficie del mar para atrapar peces al vuelo,
quién pudiera. Luego estaban aquellas lanchas y motos acuáticas que eran un poco
el despertar de la ensoñación, porque rompían el tranquilo rumor del oleaje con
los sonidos de los motores y la impaciencia de los turistas. Como la campana y el
chirriar del cableado que me devolvieron al instante real, enmarcando los
recuerdos en el acelerado presente de los tranvías recorriendo la ruta de
superficie. Un presente reconfortante por la esperanza de comenzar, de nuevo, una
historia de cuerpos entrelazados y sábanas revueltas en la cama. Y yo pensando en el poder de la marea en tu piel. ¿Me
conduciría el roce electrizante del despertar a un romance apasionado? ¿Sería
posible a partir de una noche de verano? Cerraba los ojos e imaginaba tu piel
pegada a la mía y pasaba por mi cabeza todo lo que había recorrido para llegar
hasta ti: un océano inmenso de planes y promesas. No sabía muy bien si
anestesiar los recuerdos de aguas turbulentas del pasado, si eso sería un aliciente
para que el presente me sorprendiera saboreando la sal en la piel suave de tus
despertares, pero estaba seguro de querer zambullirme y dejarme arrastrar como una gaviota
hambrienta en tu profundo mar.
21/6/16
10/6/16
UN TESORO POR EL QUE MEREZCA LA PENA SUDAR
Me suena bien cuando me pides profundidad y yo lo deseo. Un
tesoro por el que merece la pena sudar. Mira si lo deseo que me pienso dentro
de ti, calentito, recogido entre unas piernas que me abrazan fuerte. Pero te
siento temblar cuando me propongo ¿Te doy miedo? Si te asusta guardo mi
impaciencia, bajo la candela, desinflo expectativas por un acuerdo de unión
intensa cuando nuestros cuerpos necesiten estremecerse. Mejor acariciarnos y buscar el reflejo del morbo a
través de unas manos curiosas antes que comerse la cabeza. Si me temes salta al vacío
porque juega en nuestra contra la falta de tiempo entre tanta cordura y
obligación. Yo también dudo pero creo que estaré llamando a tu puerta cuando la
pasión te venza y suba por tu piel iluminando en tu cabeza mi nombre. Si el
ansia de salir de nosotros y respirar fuego de dragones nos precipita, buscaremos
el éxtasis en un territorio que nos alivie de presión. Evadiéndonos quizá
resucitemos como cohetes disparados cuando gire la luz roja. Y si de verdad me
deseas estaré sobre ti, descargando todo el plomo en una explosión nuclear que nos
revolucione desnudos, que reinicie nuestro sistema cuando el amanecer se
deslice entre nubes de radiación. De latidos y gemidos se nos irá la cabeza al
cielo y caerán de nuestra piel todos los escombros. Expulsaremos sudando todas
las toxinas a caballo del orgasmo, destruiremos en esa hoguera las pelusas que
nos salen de aguantar tanta formalidad. Si fuera el final de los días los
pensamientos de un mañana sólo servirían para desplazarnos de la conmoción, de
las delicias del placer que no encuentra límites en el presente. Mientras
tanto, cuando caigas en esa melancolía tuya de aplazamientos conviértela en
blues pero no hagas canciones solitarias con mi deseo, no conviertas en melodía
los caprichos y las indecisiones… quizás sea mejor que sudemos cuando merezca
la pena el deseo.
2/6/16
COLGADO
Con mucha pasión contigo, como si estuviera colgado de
resortes musicales mis brazos pidiendo tu cercanía y tú armando contrabajos en
tus caderas que se mueven alegres hacia mí. Flashes de sonrisas y curvas en
cada uno de tus pasos que provocan ondas en mi entrepierna. Eres la puta
fábrica de amor prefabricado a mi medida, quien me deslía de los pensamientos
desmadejados. Eres una valkiria que altera mi espejo profundo, que me despoja
con gallardía de locuras y temores. Cuando respiras sobre mí acudo sin pensar a
recoger tu aliento, sabiendo que con tu cuerpo suave y rotundo me volverás a
hipnotizar en tu desnudez. Me quedo colgado con las vibraciones de tu carne,
con las simples vibraciones de tu carne deliciosa al caminar para abrir cortinas y ventana y así recibir el sonido y el frescor del mundo en
nuestra piel desnuda.
Óleo de Jacques Sultana
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