Lo esencial de la vida en los momentos que está tocando
vivir es no pensar en el dinero, no pensar en un prestigio profesional, no
alarmarse considerando que se está tirando tiempo por la borda. Disfrutar del
regalo de la vida, del entorno natural que se cuela entre tantos bloque de
edificios, briznas de hierba verde, pájaros fugaces que cruzan la inercia del
imán que es el hormigón urbano y que me recuerdan en un sobresalto que todos
construyen sus nidos entre cuatro paredes. Seguramente para prolongarse en
otros cuando yo lo hago sobre mí mismo, pero ya se que lo mío es la
supervivencia de una identidad por un rato. Gesta poco ambiciosa si la comparo
con la línea temporal del Universo, que es vida en mayúsculas y parece eterna. Pero
he descubierto que mis partículas un día serán polvo de estrellas.
No es conformarse con poco es apreciar un fundamento
esencial, la vida se abre camino por sí sola y quizá para eso no sea importante
mi nombre, lo que haya hecho, sino simplemente que haya existido y eso es
garantía de que perduraré, aunque no haya dejado simiente en forma de progenie.
Quizás mis actos, mis palabras, los momentos que haya creado sirvan para
modificar la vida de otra persona (ojala que siempre haya sido para bien)
porque me importe que mi huella pueda permanecer en la memoria durante otro
rato más, pero lo esencial, como digo, es que mis partículas se fundirán en el
espacio entre polvo de estrellas.
Tu tienes dignidad poética, lo que no es nada para otros
para ti es una resistencia heroica a la tormenta perfecta, como quilla que
rompe los golpes de mar. Eriges ese desafío sagrado frente a un dios salvaje
que selecciona, que nombra a los elegidos en un mundo cada vez más desigual.
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