No hay nada más especial que
lo íntimo, no hay terreno donde sea más absurdo parecer un buen chico, porque no
caben prejuicios ni juicio moral. Es supervivencia dentro del deseo profundo,
es expresión con las tripas y al que no le guste que mire para otro lado, que
juegue para su distracción con los recargados ornamentos del espectáculo
mundial del Ser Humano. Ya no hay búsqueda de romances ideales, no se ven las cimas
que debían ser coronadas por el éxito entre tanta bruma. La carne ha vencido
pero la carne es bella. No era cuestión de voluntad no haberse agarrado a
alguien sino de que cuando el mundo daba señales de su colapso, a muchos nos
cogió arreglando los cajones, debatiendo fundaciones de nuevos proyectos, situándonos
en una realidad que parecía menos poética. Supimos que algo raro pasaba cuando
pequeñas erupciones de lava comenzaron a brotar en nuestros corazones porque
pensamos que era el fin del mundo. Las bóvedas de las celdas se ondulaban con
los colosales movimientos de la fuerza vital largo tiempo atesorada. Saltaban
esquirlas de los recovecos del templo. Se formaban ondas en lagos subterráneos
que habían estado por mucho tiempo en calma. Como yo, que de la rígida roca me
desprendí y me entregué al imprevisible viento. Y preguntándome cómo aprovechar
aquella fuerza centrífuga en favor de mi íntima revolución, decidí ponerme a
caminar sin más. Una riada de palabras no podía explicar tan valeroso impulso
ni la incertidumbre que se cernía sobre mis pasos. Deseaba como siempre, en las
calendas en las que se nos despierta el alma, abrazar con fuerza a alguien
mientras el mundo cedía a nuevas convulsiones, pero ya lo deseaba caminando,
posando los ojos en cada hechizo, como si pudiera ocurrir que cayera seducido
en cualquier paso perdido.
29/7/16
11/7/16
EL BLUES DE LA CAVERNA
Si en verano me agobio me adentro en una enorme y fresca cueva
de afiladas estalactitas y estalagmitas iluminadas por luces amarillas y azules,
bello escenario para desahogarme del grito que llevo dentro. Allí, donde el
tiempo pasa volando, suelo dedicarme una melodía psicodélica liberadora que sacude
mi alma. Mi cueva es una catedral que la naturaleza formó en mi conciencia durante
años de búsqueda, donde es alucinante que todo sonido que se produzca se repita
en el espacio con un eco de toque celestial. En la cueva estoy solo pero me acompaña
una guitarra eléctrica que abrazo fuertemente. Escucho su melodía en mi mente cuando
toco, es mi vía de escape y siempre tiene un blues para consolarme que me eleva
a caballos de su vibración metálica. Una reverberación que trasciende desde mi
piel erizada hasta el último rincón de mí ser sacudiéndome con energía para reanimarme.
Es hermoso que las paredes rocosas me devuelvan los ecos sublimes que me hace temblar
de emoción y que me despierten deseos de ti. Ecos que van desintegrando mi
armadura y que me devuelven la sensibilidad a la piel. Es sorprendente que al recibir
amplificada y repetida mi interpretación, de una canción que suelo susurrar
entre luces y sombras, todo mi ser vuelva a expresar deseos de amar y propósitos
de alcanzar el cielo con nuestras manos. Agarro mi guitarra por el mástil y toco
un agudo y ascendente blues cuando esta cueva se empequeñece porque dudo y temo.
Entonces interpreto una melodía que expande mi conciencia, que me hace flotar
para poder respirar oxígeno azulado más allá de todo límite. Y entonces de mis
entrañas emerge una descarga de sonido electrónico que me alimenta de potencia
y esperanza, que transforma mi búsqueda en leyenda sonora. La música en mi
mente ha sido mi salvación pues con su ayuda sobreviví a tormentas secas y a rayos
fulminantes, a amaneceres sedientos en los que me abrazaba buscando tu cuerpo. Trasciendo
de mi refugio cuando el eco sanador alcanza cada rincón de mi cueva, los
acordes son caricias que me elevan al éxtasis y a la resurrección al son de un riff
desgarradoramente emocionante. Y cuando la melodía crece, hasta una cima en la
que sólo se puede descender, me libero y me convierto en un albatros
electrificado que remonta el vuelo hacia tí o en una chispa que prende en un
polvorín o en un hilo de cobre que transmite tibios deseos a los confines de la
Tierra.
7/7/16
JUNTOS POR CIMAS Y VALLES
'La emoción de la adrenalina a tope parece que no se puede mantener
durante mucho tiempo y por el peso que siento al comprenderlo he apoyado la
cabeza exhausta en el quicio de la puerta metálica. Observo el fluir de la
línea sobre el asfalto, que es discontinua pero parece continua. En los
laterales los tonos de colores tierra se suceden. Me impacta la visión de un animal
aplastado en la cuneta, muerte súbita, pero miro las nubes del cielo para
encontrar consuelo. El paisaje avanza como velos rozando mi cara y me abandono a
la naturaleza fugaz porque tú llevas el control del coche y del camino. En silencio el desierto parece
infinito. Una franja roja se va disolviendo en el horizonte. La tierra se torna
naranja y es porque el sol decae como decae la fuerza de un impulso. Pronto
tendremos que parar porque queremos dormir al cielo raso para contemplar las
estrellas y contar las que caigan del cielo. Era una de los deseos que tenía antes
de comenzar el viaje y sería una buena oportunidad para retomar la emoción de
estar juntos, para retomar la energía común que nos dispara. No será difícil,
la ilusión por el cambio de rumbo en mi vida me sostiene además de esta
atracción loca que me ha unido a ti, aunque ahora pareces serio y distante ¿O
era yo quien me había distanciado? Igual tendremos que pasar juntos por cimas y
valles durante este maravilloso camino. Empiezo a espabilarme. Me aproximo de
nuevo a ti porque, cuando nos detengamos a descansar, lo mejor es que ya estemos
conectados y dispuestos a compartir un lecho de dulzura bajo el cielo plagado de estrellas. Toda una
experiencia que sería delito vivirla distanciados…'
(Extraído de mi relato 'Viajes con Kerouac en la mente')
(Extraído de mi relato 'Viajes con Kerouac en la mente')
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