'La emoción de la adrenalina a tope parece que no se puede mantener
durante mucho tiempo y por el peso que siento al comprenderlo he apoyado la
cabeza exhausta en el quicio de la puerta metálica. Observo el fluir de la
línea sobre el asfalto, que es discontinua pero parece continua. En los
laterales los tonos de colores tierra se suceden. Me impacta la visión de un animal
aplastado en la cuneta, muerte súbita, pero miro las nubes del cielo para
encontrar consuelo. El paisaje avanza como velos rozando mi cara y me abandono a
la naturaleza fugaz porque tú llevas el control del coche y del camino. En silencio el desierto parece
infinito. Una franja roja se va disolviendo en el horizonte. La tierra se torna
naranja y es porque el sol decae como decae la fuerza de un impulso. Pronto
tendremos que parar porque queremos dormir al cielo raso para contemplar las
estrellas y contar las que caigan del cielo. Era una de los deseos que tenía antes
de comenzar el viaje y sería una buena oportunidad para retomar la emoción de
estar juntos, para retomar la energía común que nos dispara. No será difícil,
la ilusión por el cambio de rumbo en mi vida me sostiene además de esta
atracción loca que me ha unido a ti, aunque ahora pareces serio y distante ¿O
era yo quien me había distanciado? Igual tendremos que pasar juntos por cimas y
valles durante este maravilloso camino. Empiezo a espabilarme. Me aproximo de
nuevo a ti porque, cuando nos detengamos a descansar, lo mejor es que ya estemos
conectados y dispuestos a compartir un lecho de dulzura bajo el cielo plagado de estrellas. Toda una
experiencia que sería delito vivirla distanciados…'
(Extraído de mi relato 'Viajes con Kerouac en la mente')
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