Me contaste que por desamor pasaste del romanticismo puro al
nihilismo del vicio, cómo iniciaste tu viaje por garitos y clubes de la mano
del descontrol. Y que, traspasando cualquier límite, sin pudor, probaste una
variedad de sustancias buscando el tesoro de expandir tu mente y tus sentidos. En
aquel viaje psicodélico te encontraste con personajes encantadoramente
excéntricos en un escenario de conversaciones de barra y de rumores de besos en
rincones oscuros. Cada uno descifrando su fórmula sobre cómo sobrevivir por
placer en un mundo que parecía caótico. Pero aquellos rayos de belleza y
potencia sacudiéndote. La música envolviéndolo todo, voces y risas mezclándose
entre tus pensamientos acelerados. Y para dejar de pensar comenzaste a hablar
para seducir, formando estrechos lazos que se disolvían instantáneamente, fraguando
débiles alianzas en el nombre de una sensualidad dopada y el vigor de la
alucinación. A través de espontáneas muestras de cariño de auténticos desconocidos,
en un estado alterado de conciencia, tu sexualidad liberó tabúes y se abrió
ante ti un universo oscuro que parecía no tener límite. Un océano de aguas procelosas en el que zambullirse y dejarse llevar. Pero, cómo es la vida,
volviste a caer en la soledad egoísta. Tras una temporada gris trabajando como
un ciudadano formal llegaste a la conclusión de que amabas la libertad
demasiado y de que la necesitabas para volver a apasionarte por sentirte vivo. Y
un día explotaste y escapaste. Temías abandonar los pensamientos viciados de la
rutina pero te abrazó la sorpresa de la vida, arrolladora, incontrolable,
deslumbrante. Tu signo, como el mío, parecía ser el del inconformismo incansable
y en un cruce de caminos de tu viaje loco, coincidiendo al azar en el mismo
punto y en la misma sed, nos encontramos en un barrio perdido de
Sevilla. Y yo cansado de lo que había sido mi vida acepté tu aventura y aparecieron ante mis ojos los anhelados paisajes del espacio exterior.
17/2/17
3/2/17
LA HUÍDA
‘Súbete, te llevo a casa y me indicas’-su sonrisa se volvió
pícara e irresistible así que no pude más que sonreír tímidamente y obedecer.
¡Por fin una auténtica locura!- pensé. Desde el principio sentí miedo morboso y
una especie de conexión mágica, a pesar de que las alertas de peligro sonaban en
mi cabeza como una alarma de luces giratorias tras su voz seductora. Durante el
breve trayecto me contó que se había lanzado a la aventura de conquistar la
costa Oeste de EEUU en aquel flamante coche y pensé: ‘otro buen idealista
fantasioso encerrado en una burbuja de cristal como yo y deseando huir’. Compartíamos
la pasión por la cultura norteamericana y me dio tanta envidia que deseé
abandonar mi decepcionante rutina y escaparme con él. Emocionados llegamos al
punto donde nuestros caminos se debían separar y después de charlar un rato en
el aparcamiento con los ojos brillantes, animados por deseos coincidentes que no
necesitaban palabras, me besaste apasionadamente y probando por sorpresa el
sabor de tu boca me volví loco. ‘Ven, escápate conmigo’- me dijiste en el
callejón de un polígono cercano, donde fuimos a follar discretamente. Levanté
la cabeza, suspiré y acepté tu propuesta antes de poder asimilarlo. Me
temblaban aún las piernas de placer cuando llegué a mi habitación, la habitación
en la que perdí tanto tiempo. En media hora tenía preparado el equipaje aunque
pensaba que ya te habrías marchado porque aquello tenía que ser una mala broma
o un sueño fugaz. Pero no, allí estabas esperándome con una sonrisa
esperanzadora. Cuando me monté en el coche me diste tres palmadas de ánimo en
la pierna y un beso y cerré orgullosamente la puerta del coche, que no tardó en
arrancar escupiendo polvo y humo a aquel barrio agotado por tanta caminata.
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