Revive la necesidad de volar para
recuperar el tiempo perdido en que el aire nos llevó y la corriente nos
arrastró en una plácida renuncia de la competencia salvaje. Fue entonces cuando
un pequeño brillo de conciencia dijo: ‘¡Despertad!’. Habíamos estado mirando
las estrellas y no dejábamos de caer en pozos profundos. Pero otro sol brillaba
e íbamos alcanzando grados de tibieza, un rubor en las mejillas que nos
vivificaba, que nos había convertido en flores de una nueva vida… desde la
sombra.
Nos
habíamos lavado las manos en esta desdicha de mundo. —Aquí no hay tú—. ¡Qué
paradoja! La misma razón necesitaba de autocontrol, como si hubiera que
pensarlo todo, como si hubiera que apagar el fuego de la indignación, que crece
en el pensamiento desde el mismo momento en que brotan las palabras heredadas
por el engaño. —Cuánta gravedad, cómo pesan los sujetos y objetos de la
realidad sin el impulso de la mano invisible de una autoridad que naufragó —. Despertamos
sumisos contemplando un mundo puesto del revés y nos reconocemos zombis. ¡Menudas
ojeras de mirar dormido y cómo deslumbra el mundo ahora! Y es entonces cuando
nos miramos las manos, las manos suaves de estudiantes, y tenemos la necesidad
de apuntar al horizonte sin pensar en el futuro y de sentir la tierra moverse por
las cosquillas en la planta de los pies dormidos.
Image credit: iesnoth (https://iesnoth.deviantart.com/art/Jekyll-and-Hyde-408705228)
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