7/3/19

DEL CORAZÓN A LA BELLEZA SIN NOMBRE


Incomprensible vacío cuando acerqué el oído a tu corazón; la canción que nos marcaba el ritmo resultó ser una ilusión más. Si antes estaba agitado, ahora me agarro el pecho en un movimiento de consuelo, frenando el desboque que correspondía a tus palabras de presunto amor, sustituyendo un romance por una canción que me consuele en un nuevo despertar. Pero esta sensación de nueva independencia es molesta para quien amó, para quien cantaba por las calles con una voz desgarrada de blues en un reino de engranajes y sistemas. En realidad, la melodía seguía sonando cuando retiré la mano y me la llevé a la cabeza. Aquella agitación era ya música en la habitación secreta de mi memoria, cuando me senté en un banco de piedra a observar la naturaleza, los trinos y los rayos dorados. Me senté pero tenía ganas de bailar. Entonces las plantas volvían a crecer sobre cenizas y pasé de la melancolía a la excitación al admirar la belleza impersonal de un perrito que viene a consolarme moviendo el rabo.

Del corazón agitado a la calma necesaria para seguir vibrando y poder agitarse de nuevo, si es que alguna vez se pueda volver a cantar a dúo. Pero no un ‘doremí’ y que me respondan ‘fasol’, sino dos voces completas en una armonía común para dos canciones distintas. Que nuestro bienestar no sea dependiente, que no sea un espejismo. Que mantengamos la utopía de un espíritu libre junto al hambre de piel que no nos abandona. Aguantemos las ganas de fingir, de protegernos de la aventura y de la belleza que despista, pues no son los ojos los que adoran sino algo más profundo que no tiene nombre.






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