Sensaciones al pensar que nos vemos y me desea; acariciarle
sería creación en forma de blues, de placer de cuento peligroso. Sin embargo,
es guardar silencio y oír cómo el aire comprimido sale en un suspiro que recojo
¿del alma? Y sentir que pesa cuando se descarga sobre las caricias que me guardo
porque las invento. Se aceleran los latidos al sentir que, desde la ignorancia,
quizá una puerta abierta, un salvoconducto, una trascendencia o una ansiosa liberación,
nos haga cruzar puentes y superar este muro que nos separa. No es sentarse a la
sombra de un árbol para meditar, es acercarse a la lumbre, al sol glorioso
sobre la faz de la tierra y a la sonrisa que acompaña y calma cualquier
tormenta. Y como poco devolver la chispa a esa cara que se presenta
involuntariamente cuando cierro los ojos y que, en la oscuridad, brilla con carísima
potencia porque es breve y se esfuma en una calada. Entonces abro los ojos,
expulso una cortina de humo que se eleva, que va difuminando el camino para
caer de nuevo como un telón mientras al fondo aparece su figura inesperadamente
brillando y sonriendo y viniendo hacia mí con mi nombre en sus labios.
1 comentario:
Sabes...? Siempre me conmueven tus relatos
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