23/1/12
Comparto sueño de extraña ambigüedad
Sueño mañanero en los que me veo retozando con una mujer madura, es extraño a estas alturas. Sobre un colchón en el suelo, con una copa de vino blanco, roces, magreos, besos, lamidas de pezones, masajes en los labios. Una especie de demostración de cariño derivada hacia el juego sexual en una fiesta de esas que se prolongan en una casa extraña tras la movida nocturna. Nada parecido al sexo duro y rápido que resuelvo con otras personas. Algunas veces pienso que algo así, más taimado, relajado y gradual me excitaría mejor que los arrojos en los que desemboca la pasión desmedida de las explosiones químicas, que son más mentales que epidérmicas. Lo más raro es que todo se desarrolla en presencia de amigos, mientras que otros departen yo profundizo reliado entre abrazos y sábanas escenificando un cariño sexual en público que es más femenino que la arrobada camaradería que practico a trompicones, más privada, más secreta, que desahoga pero que no calienta con una llama tenue porque son explosiones calmantes que relajan los nervios. Pero, sin embargo, estas otras están rellenas de ternura porque se sirven los sueños de los recuerdos y éstos fueron marcados por una mujer que compartió muchas risas, abrazos y arrumacos de sofá en reuniones en que las que de la multitud me aislaba…
16/1/12
El tesoro de la profundidad
Estando fuera de cualquier círculo hay veces que se quiere llegar al centro del universo, siendo éste una estrecha intimidad, aunque fuese simplemente una hora de conexión con otro cuerpo, otro sentir que converge en dos latidos cercanos. Nada parecido a las dimensiones extraordinarias de un cosmos sino a un universo particular paralelo, aunque es como descubrir si hay vida en una galaxia muy lejana, un encuentro en la tercera fase. Y descubre uno que no hay soledad diferente a la tuya por mucho que te hayas creído especial y único. Tocar tierra en otro continente y descubrir otros pobladores, otros buscadores del cáliz del encuentro, es toda una aventura y más allá de la sorpresa del contacto superficial puede provocar una chispa en el conocimiento, una expansión del núcleo de la curiosidad. No obstante, pese a la novedad, se reafirma el convencimiento de que no hay mayor oportunidad de ampliar el universo personal que con alguien que te acompañe en el camino. Por eso, por las historias vividas en el pasado y por los recuerdos que quedan enganchados a la memoria, lo que no se deja de buscar en la isla es el tesoro del compromiso, por mucho que uno quiera confirmarse como independiente en tu república bananera…
9/1/12
De cómo me crujía el cuello y empecé a sospechar
Hay un punto en que llega la lucidez, generalmente puede ser duro pero revelador. Sí, pues durante mucho tiempo el mecanismo de control parecía garantizado y de pronto se descubre que hay algunas cosas en las que uno se deja arrastrar. Por hacer un juego de palabras se podría decir que uno se deja arrostrar, qué bonita palabra que ha caído de la memoria, en algún sitio le he leído pero no recuerdo qué significa. Lo he de buscar pero lo que sí significa es que sirve de algo leer. Se había llegado a pensar si servía leer como catalizador del conocimiento, para ampliar la cultura no todo es estudiar y retener. En el caldo de cultivo algo queda y la esperanza dicta que en el futuro servirá haber leído tantos libros. No se partirá de cero a la hora de enfrentarse en la vida, en la duda de que si faltan habilidades pueda el espanto de la ruina dejarnos desolados, como cualquier mendigo, certificando los peores temores de que durante mucho tiempo no se haya sido un incansable trabajador, de cualquier cosa, por el sudor de la frente en sí mismo. Decía, por retomar las riendas, que gracias a un toque externo de pronto uno se da cuenta de que se ha dejado arrastrar en una rutina y creyendo que se tenía todo controlado aparece la sospecha de que un vicio más nos atenaza, y es cuando se sospecha que una energía consolidada no tiene salida y empieza a palpitarte el ojo por las vueltas sin sentido que conlleva la ignorancia. Cruje el cuello de estar absorto delante del ordenador y esto es un síntoma que acerca a la sospecha, la terrible sospecha de pensar que por mucho que no patee las calles, de pensar que había dejado de buscar, esa irresoluble incógnita de buscarse a uno mismo en la calle no nos ha abandonado. No hay descanso en la búsqueda a través del reflejo del prójimo. Con una cerveza y un cigarro en la mano o sentado frente al ordenador, da igual, persiste el impulso. No se puede poner coto a la curiosidad, de ahí los dolores de cuello. La tensión nerviosa contenida salía por los poros a pesar de la resistencia y aún así no me marchité, y entonces ¿Dónde estaban los puntos de descarga? Uno de ellos por lo que veo estaba en las letras y palabras escritas, en las frases y libros leídos. Aunque no parece suficiente es relevante que escriba y me desahogue, es relevante que lea y que me mueva a pesar de estar sentado. La cuerda está tensada quizás porque los propósitos han sido tan ambiciosos que a veces no se ve la delgada línea roja que separa una relativa normalidad de la alarma del peligro. Hubo tanta calle sin respuesta que me senté a leer y a buscar en el ciberespacio y quizás no pude tampoco despejar ciertas dudas. Pero lo cierto es que la esperanza no menguó, la sigo atesorando. Por eso la duda no vence, sigue sin derrotarme porque sigo pensando que hay que relativizarlo todo y que vendrán tiempos mejores seguro. Habrá que reciclarse pero cómo, esa es la cuestión. Tiempo hay para averiguarlo aunque exista la amenaza en el horizonte de perderse de nuevo…
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