Tengo que evolucionar porque no hay más remedio pero también
porque quiero volar, siempre lo he querido, como esos pájaros que envidio
cuando en realidad son más vulnerables pero vuelan. Quisiera agarrarme al
sentido espiritual de las cosas, al sentido de la belleza, aunque duren las
cosas bellas tan poco éstas se van reciclando como un mándala, precioso como
efímero, representaciones espirituales del macrocosmos y el microcosmos que no
dejan de girar. La perspectiva de cambio que todos tenemos quizás sean mándalas
que puedan convertirse en huracanes, que absorban todo por su ojo, que es tan
bello como diabólico, destructor y creador a la vez, pero son los dos lados de
la belleza como la vida misma. Con las dos fuerzas revolucionadoras hay que
lidiar, sin temor al cambio…
Los cambios son un tsunami de emociones contrapuestas, vienen amarrados buenos y malos, una cosa conlleva la otra ¿cómo tomárselo? Hay veces que los cambios te hacen evolucionar pero parece que llevan aparejados su lado más temido. ¿Pero evolución es remover en la herida para que sane o ignorarla que ya el tiempo se encargará de cicatrizar? Sé que la evolución conlleva dolor, ahora lo sé… pero merece la pena porque todos queremos ser mejor persona. No queremos hacer daño, queremos ser justos, por eso es necesario evolucionar pese a quien le pese, tristemente porque necesitamos un cambio.
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