Cuando nos metimos en la cama follamos como locos mientras susurrábamos todos los gemidos y exclamaciones que
conocíamos para animarnos a llegar al más allá. Así alcanzamos nuestro maravilloso primer orgasmo compartido. Llegamos al clímax vibrando de la cabeza a los pies, como
un solo de guitarra excitante y prolongado que nos enloqueció y nos hizo sentirnos vivos en un momento de intenso placer. Mientras volvíamos a la cordura disfrutamos de su eco con
espasmos eléctricos, agarrándonos y sorprendiéndonos al mirarnos a los ojos y despertar en una nueva realidad
inesperadamente brillante. Cuando volvimos a las sábanas volvió el techo de la habitación, la
cama, la ventana, el ruido del exterior. Llegó el momento en que recuperamos la respiración, los
pensamientos y la necesidad de hablar. Y entonces volvieron los temores. Me hablabas de planes y no podía dejar de pensar que no podría desprenderme de mi faceta de náufrago solitario a
la deriva. Tampoco quería pensar en el futuro. Queriéndote explicar decidí
callarme y alegrarme por los suspiros que nos salían del pecho involuntariamente.
El presente me hacía feliz, me relajaba y entré en un estado de somnolencia
complacido. No pude complacerte en tu curiosidad porque dudaba si quería
aferrarme a consecuencias más serias en nuestra relación. No me sentía
preparado. El deseo era poderoso pero no quería hacerte daño con mi indecisión. Quería protegerte de mi inseguridad. No podía entregarme y luego naufragar en un mar revuelto de
dudas porque tuviera fobia al compromiso. Aplacé los pensamientos para otro
momento, estábamos desnudos y abrazados en una cama, sueño cumplido... veríamos
en cada instante. Por la mañana me desperté con una erección pero de cama vacía. Ya te habías ido a trabajar. Sabía que habías empezado el día con ilusión, como yo, y eso me daba miedo y me gustaba al mismo tiempo. Sin duda, andaba buscándote y frenándome a las puertas del paraíso.
20/1/17
11/1/17
DESEOS EN VOLUTAS DE HUMO
Tu solemnidad, tu magia, me mostró el verdadero
camino de la seducción con una deliciosa canción. Pusiste aquel blues y metiste
mi impaciencia dentro de unas copas tendidas para que sirviese el vino. Mejor templar
antes de lanzarse, acumular ganas volcánicas y abrazar el estado de
sensibilidad que empezaba a recorrer toda nuestra piel. Me mostré complaciente aunque
quería estar a la altura de los pájaros que volaban en mi pecho y en mi mente.
Sonreí cortado cuando me miraste a los ojos profundamente enviándome una calada
directa a mi psique. Levanté el pie del acelerador y adopté una actitud más receptiva
aunque sentía mis latidos golpear en el pecho por el hechizo de tu sonrisa. A
la luz de unas velas fumamos de un mismo cigarro en silencio; nuestras miradas
se cruzaban jugando entre las doradas volutas de humo que ascendían formando
espirales preciosas. Deseos en volutas de humo. Deseos en suspiros de humo que
viajaban a lomo del mismo fluir del blues que acariciaba nuestros sentidos con
un sentimiento. Entonces, cuando tus labios seductores suspiraron caladas
desafiantes a diez centímetros de los míos, desataste la revolución. Y por fin
tu cuerpo. La habitación se difuminó y nos rendimos a aquella penumbra dorada como
personas sin máscaras, piel sobre piel. Sin el artificio de las palabras caímos
irremediablemente atrapados en aquella corriente magnética que empecé a llamar
destino.
Imagen de Fotomaf
Imagen de Fotomaf
4/1/17
TU PIEL: MI SALVACIÓN
Tu piel fue mi inspiración, cómo no, la que me llevó a la
persona que le torció el brazo a mi soledad. Conocerte me había hecho pasar del
agotador romanticismo teórico al movimiento del corazón y el alma como
supervivencia en la ciudad. Y de tu mano, por fin, mis pasos me hicieron
avanzar, después de tantas caminatas que siempre terminaron en el mismo punto. Te
encontré, en fin, cuando la búsqueda de afecto me consumía. De no ser por tu aparición
podría haberme quedado frío como una figura de bronce, insensible e inmóvil sobre
un pedestal en un parque bajo un árbol bicentenario. Al abrigo de sus ramas
espiando a tres damas rejuvenecidas por el loco canto del amor: el amor
ilusionado, la desilusión del amor perdido y la salvación del amor
reencontrado. La destrucción del último me había desgastado, me había
consumido, pero creía que volvía a sentir la melodía de una nueva seducción en
cada gesto que interpretabas para mí. La volvía a sentir como un aliento que se
despertaba con el roce de tus expresiones en mi corazón, con la melodía de tu
hablar refugiándose en mi alma. La cuestión eras tú y tu valentía al darle
vigor a cada paseo nocturno; tu melodía al caminar, si también al caminar. Con la
respuesta de tus pasos a los míos me hiciste erguirme y volver a respirar con
el pecho. Volver a levantar la vista del suelo para darme cuenta del brillo que
me había estado perdiendo. Pero, claro, nada comparable a la magia de tus ojos.
Tu piel me atrapó, pero tus ojos me conquistaron.
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