‘Nos alejábamos de
nuevo de las personas como un cometa pero restábamos kilómetros al nuevo mundo
soñado. Era asombroso, la naturaleza se difuminaba en la oscuridad y se reducía
a un resplandor circular en el asfalto. El reflejo en nuestros ojos
transformando las imágenes que nos rodeaban en óleos abstractos. Era tal la
explosión sensorial que recibíamos de las montañas serpenteantes que parecía
que se acercaban alargando brazos amenazantes de piedra. Y nosotros arrojábamos
gritos de júbilo como defensa, gritos que rebotaban en las paredes rocosas y
volvían potenciados por el eco…’ Conducías en silencio y yo absorto en mi
burbuja literaria de linterna. Encendí la radio. El blues sureño me ayudaba a trascender.
Las palabras fluían en mi cabeza en un manantial revolucionado. Intenté
hablar pero mis expresiones eran tan mentales que no pude articular palabra. Te
pedí ayuda haciendo esfuerzos telepáticos, pero ya me habías rescatado una vez.
No era justo exigir más de ti pues sabía que me deseabas. Pero ya me habías
cautivado. Y estando seguro de mis sentimientos no entendía porqué no salían a
través de mi boca declaraciones de amor exaltadas cuando entraban fácilmente en
el ordenador. Escribiendo frente al foco de una pantalla resplandeciente, al
menos, suavizaba mi potente monólogo interior y relajaba mis inquietudes. Construir
una historia de amor era un proceso muy elaborado y necesitaba profundidad, por
eso creía que, tarde o temprano, teníamos que hablar. Es más, deseaba escucharte
atentamente para conocerte mejor, para saber tu versión de la realidad, si todo
era una breve ensoñación o si también te ilusionabas al hablar. No era tan
descabellado conseguir sincerarse en una conversación cara a cara, íntima, sobre
lo que estaba pasando entre nosotros. Tú querías libertad. Yo, realmente,
quería interesarme por un vasto mundo lleno de gente diversa pero mi atención
decaía a tu lado. Tu fuerza de atracción se imponía porque era tu conquista lo
que verdaderamente anhelaba y mi victoria que la riada de mi corazón inundara
el tuyo. Peor aún, tenía la osadía de molestarme porque exigía ser
correspondido, más allá del deseo, con toda el alma. Pero en aquellas
circunstancias, dos solitarios con dos mundos paralelos en órbita, era normal
que sólo escribiera cuadros de naturaleza reflexiva y declaraciones secretísimas
de amor. Lo mío era vicio. Sabía que no me hacía nada bien detenerme en tantas
reflexiones y yo erre que erre, cuando tenía aquella fulgurante aventura
pintando paraísos delante de mis ojos y te tenía a ti desprendiendo calor a mi
lado. ¿No notabas mis lágrimas de emoción? ¡Cómo ibas a notar que te estaba
entregando mis pensamientos! Pero, en fin, guardé silencio. La música
elevándose en el desfiladero, una piedra bloqueando mi garganta y un ‘te
quiero’ perdiéndose en el abismo del silencio. De momento, la montaña me había
vencido… Callé pero entendí que no podía controlar tu hechizo, que era irremediable
mi viaje hacia ti.
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