Pasarratos, así se llamaban las bolsas de frutos secos que
devorábamos para calmar la ansiedad y darle un empujoncito al tiempo y que no
se notasen tanto los pensamientos. Escribir como pasarratos es más complicado
aunque tiene también sus beneficios. Te puedes encontrar con garbanzos duros
que te hacen rechinar los dientes o con cualquier cosa amarga, pues con esto de
la escritura pasa igual. Al fin al cabo la cuestión es hacer algo cuando no se
tiene nada que hacer aunque las mordidas del tiempo puedan alcanzarte y algo
duela, como cuando te muerdes la lengua. Lo que ocurre es que escribiendo lo
mismo coges la tangente y te pones a soltar cosas. Qué rápido se pasa el tiempo
y comiendo pipas más pero si escribes algo queda, por eso hacerlo con la misma
fruición que se hacen las cosas que no dejan nada, que son por puro vicio.
Escribir, cómo me gustaría que fuera mi vicio.
Como siempre, éste es otro comienzo, abro este paquete, ya
hasta cuando dure y que salga lo que tenga que salir, pero que quede algo más que
hipo y sed. Para no aburrirse y producir, para dejar algo cuando no hay más
legado que las palabras escritas. Porque dicen que mis manos son mi capital,
más que la cabeza. De ella no confío que salga algo relevante, quizás cosas
buenas a veces, pero nada determinante que me descubra a los desconocidos, en
definitiva tampoco nada desconocido que descubra de mi. Porque más que charlar
me sale observar y reflexionar mucho, pero con mi cuento. ¿Todos llevamos un
cuento encima para ir pasando, no? Así que creo que observando tampoco se
aprende tanto como dicen porque siempre tenemos por norma la pegajosa
interpretación…
2 comentarios:
Te echaba de menos,
Manu Mara
Gracias, muchas gracias
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