Andaba saturado de tanto mensaje presionándome para amar cuando me di cuenta de que lo que me estaba exigiendo era el compromiso, que
amar era otra cosa que se podía perseguir sin perder la libertad, que
era lo que más miedo me daba. El amor aparecía entonces mezclado con otras
aspiraciones de libre expresión. Es más me convenía ganar espacio repartiendo
amor a diestro y siniestro en vez de tanta exclusividad. ¿Pero cómo? Con tantas
fuerzas imprevistas para mi ‘santo renacido’ no era fácil. Porque me veía santo
como todos nos vemos pero me sentía de mil diferentes maneras, algunas poco
apropiadas. Todavía no sospechaba que pudiera ser lo normal sentirme irascible,
rencoroso, envidioso, todas esas cosas que odiaba porque creía que me alejaban
de la buena persona que debía ser. Buen hijo, buen hermano, buen amigo, buen
amante…
Sigo teniendo presente el sentido del deber, muy poderoso, pero a veces creo que la libertad comienza al ser un poco egoísta, aunque sea difícil confesar que perseguir el interés propio sea lo
mejor. No sé por qué puede haber una sanción moral en mis registros o un temor
a que el karma se me vuelva en contra. Si no me ha dado resultado, si no ha
sido satisfactorio para mis ambiciones emocionales (aquellos astros celestes)
quizás tendría que haber sido más egoísta. Pero es entonces cuando pienso que
‘qué mas da’, lo pasado es pasado y ya pasó e independientemente de cómo lo
haya vivido soy como soy, parto desde este punto, de las sensaciones del ahora
como guía.
Puede que así me coja a traición ese embrujo que es el amor,
porque ese impulso, que pueda ser equivocado o erróneo, no será juzgado hasta
que sea pasado y entonces poco podré hacer porque el pasado parece como arcilla
cocida, o lo rompes o no cambia, imposible de moldear, duro como un recuerdo
aunque quiera intentarlo ¿Y entonces qué? Nada que se pueda hacer ahora desde
las letras, solo la predisposición a que mi corazón meta la pata cuantas veces
sea…