Hablar de
ti, hablaré de ti, sí. Tú que me vas a acompañar en este amanecer. ¡Oh Yeah con
rockandroll, soul o jazz por favor! mezclado con un poquito de zumo de
naranjas, que no siente mal, que entre suave como los ‘scruwdrivers’ de San
Francisco. En un momento recuperarás mi mojo y yo le daré brillo al tuyo. Incluso
hoy podemos buscar la luz, la dorada del día o la plateada de la noche, todo
por pasar buenos momentos juntos ¿Merece la pena verdad? Partamos la piedra y
démosle a rodar.
Rodemos por
los suelos pero para amarnos, tiremos los jarrones del aparador, hagamos los susurros
españoles en la cocina y sobre el fregador, sin miedo a que el agua fresquita
moje todo, sin pensar en la fregona ¿eh? Y luego te hago lo del chico malo
detrás del visillo que queda como de nueve semanas y media, con tal de reír, de
construir risas sonoras a dos voces, sí, cuantas más mejor para sentir cómo se
nos afloja el ombligo.
Pero
hablaba de querencia íntima de jugar con alguien en especial que entendiera que
lo mejor es jugar. Una guerra de almohadas ¿Una guerra de almohadas y besos? Un
juego de sombras bajo la sábana. O hacemos una coreografía de brazos alzados,
sonrisas, felicidad y una lluvia de estrellas saliendo de la punta de nuestros
dedos. De fondo suena la música de Indiana, el eco dulce de una voz que nos
hace movernos ridículamente sensuales, suspirando, un soplo de aire mueve tus
cabellos. ¡Sí! Te veo por primera vez a contraluz y deseo que esa sinuosa
silueta encaje en mí o en mi sombra.
Suspiros y
jadeos, susurros españoles sobre una cama que se disuelven en gemidos y en
vapor que nos eleva a ese cielo en la tierra, nos hace divinos por lo que hemos
creado y no porque quieras hacer planes conmigo a largo plazo, con toda la
impaciencia de amarte intensamente no puedo pensar en el futuro.
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