Y no
aislarás a la gente más importante de tu vida, condúcete por la capacidad del
perdón por amor, si dudas de que se lo merezcan no importa porque no eres
como creen que eres. Eres una persona amorosa que va a crecer y expandirse
gracias al amor en tu persona y hacia el prójimo que ya no es enemigo, que ya
no acecha, que puede ser tanto una mano tendida o una caricia en el hombro como
una lección, duras como estocadas pero necesarias. Y si no te puedes arriesgar es
por amor, es por ternura, es por la conciencia social que creció dentro de ti.
Tendrías que comprender las dinámicas del mundo y las leyes de atracción, tendrías
que comprender cuál es tu salvación, dónde merecen la pena lo grillos de
estómago cuándo los nudos en la garganta. Bendita emoción que te rescata tras los
naufragios, bendito el aire limpio de cada nueva historia que te hace sentir
vivo.
Los recuerdos de cómo eras se mezclan con las imágenes difusas de calles y personas, regalando sonrisas, levantando los brazos, esa alegría que vuelve cada vez que pones los pies en la calle, la recordaremos. La recordaremos con un brindis, con un abrazo, con la transpiración del deseo que por fin nos ha llevado hasta aquí: el momento, este instante poderoso, la oportunidad del amor y la de proclamar tu belleza. Como ahora que me estoy acercando a gatas como un lince en tu cama y tu que me esperas con media sonrisa dentro de tu timidez ardiente, que me atrae hasta tus labios, pero antes de besarte, ajá, nos miramos a los ojos, vemos y pensamos pero borramos los pensamientos por ese impulso de sellar nuestros labios, de jugar con nuestros 'peces rojos', que se enredan y se separan para recorrer rincones que conducen a gemidos y montañas rusas. Y entonces decimos ¡Oh Dios!, sí, todos lo decimos porque casi lo alcanzamos con los dedos desde esta tierra que es nuestra piel.
Los recuerdos de cómo eras se mezclan con las imágenes difusas de calles y personas, regalando sonrisas, levantando los brazos, esa alegría que vuelve cada vez que pones los pies en la calle, la recordaremos. La recordaremos con un brindis, con un abrazo, con la transpiración del deseo que por fin nos ha llevado hasta aquí: el momento, este instante poderoso, la oportunidad del amor y la de proclamar tu belleza. Como ahora que me estoy acercando a gatas como un lince en tu cama y tu que me esperas con media sonrisa dentro de tu timidez ardiente, que me atrae hasta tus labios, pero antes de besarte, ajá, nos miramos a los ojos, vemos y pensamos pero borramos los pensamientos por ese impulso de sellar nuestros labios, de jugar con nuestros 'peces rojos', que se enredan y se separan para recorrer rincones que conducen a gemidos y montañas rusas. Y entonces decimos ¡Oh Dios!, sí, todos lo decimos porque casi lo alcanzamos con los dedos desde esta tierra que es nuestra piel.
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