Bien, estamos
abrazados en este sofá tan cómodo que huele a ti. Hemos encendido estas velas
que he traído, así puedo verte como en un sueño dorado. Ven aquí, recuéstate
sobre mí que te rodee con mis brazos. No vamos a follar, sólo quiero cantarte al
oído esta canción que he estado atesorando dos mil años para este momento. Te
voy a hacer el amor con la vibración de mi voz entrando por
tus dulces oídos, voy a buscarte el alma allá donde la tengas…
-¿Cómo un
vampiro?
-Como un
vampiro, pero no quiero sorberte, quiero regalarte una transfusión de buenas
vibraciones, de deseo…
-¿Apartaremos
los cerebros un ratito no?
-Apartaremos
los cerebros, deja eso para los zombies. Dormiremos las neuronas que no nos
sirvan para disfrutar con este mantra de deseo. Sólo déjate llevar y siente mi
sonido recorrer tu cuerpo, mi voz mezclándose con tu sangre. Cantándote seguro
que encuentro el reflejo de alegría que me transmites con tu sonrisa, que
quiere escapar de mis ojos pero que me encandila, que me hace tibio y me despoja
de todo mi genio. Es una de tus armas tu sonrisa, desarmas mis palabras, mis
argumentos y propicias que te abrace con ternura. En ese círculo acogedor
disolveremos la frialdad que traemos en la piel pegada, la frialdad del día que
yo evito y el peso de nuestros respectivos pensamientos. Cuando nos relajemos
suspiraremos libres y cómplices. Así, sin todas las cosas que necesitamos
alrededor, desnudos de artificios. Casi mejor que guardemos silencio, respiremos
profundo y entremos de lleno en este vacío de cordura, en esta isla brillante
que es este sofá, este tiempo. Este corazón que responde acelerado a mis
latidos no será mío pero ahora está entre mis brazos. Recuéstate sobre mí,
anda, y no digas nada, sólo descansa en mi regazo. Caen botellas afuera y yo
con tu cuello ya estoy borracho de deseo…
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