Que haya impulsos que nos sorprendan y que se nos haga de noche sin mirar el reloj. Impulsos como tumbarte en el césped y jugar enroscándonos como serpientes porque me apetece morderte sin daño, porque quiero lamerte el cuello para llevarme tu sabor de recuerdo a casa. Quiero ponerte una corona de briznas verdes, provocarte espasmos que despierten mi apasionado corazón. Cambiar palabras por besos y suspiros de aprobación. Pasamos la noche tumbados en un césped plateado, besándonos y tomando copas de un vino rojo que nos enciende. Ayer no nos conocíamos y hoy es como si nos conociéramos de toda la vida. De pronto sé de tus paseos, sé de tus búsquedas, de tus inquietudes y apenas hemos hablado de la vida sin entrar en detalles. Y no queremos levantarnos porque el momento es perfecto, de esos que se pueden calificar como felices, tan fugaces que sabemos que son como horas líquidas que caen sin conciencia.
Pronuncio tu nombre por el simple placer de que resuene en nuestros oídos, dentro de mí tu sonido. Entre tantos nombres no pensaba que iba a encajar tu nombre con el mío, tan perfecto que suena como una dulce melodía de hormigas bajo mi piel. Descubro que son sensaciones que encuentran repuesta en tu cuerpo y pongo todo mi mundo en tus manos. Improviso derramando caricias en tu pecho, al que acerco mi oído para escuchar el contrabajo de tu corazón. Y tu rítmica suena a una invitación para que nos unamos, como es una invitación que me cojas de la cara y pronuncies mi nombre. Bajo un cielo estrellado emocionante, las luces plateadas de las farolas sirven para desvelarme tu deseo porque brilla en tus ojos húmedos afianzando cada progreso.
Y dos mundos coinciden en el avance de nuestras manos rebuscando bajo las ropas. Allí donde se genera calor quieren cobijarse y soltar a nuestros duendes para avanzar en la búsqueda del placer. Mezclamos pasión apretándonos en la dulzura de unos movimientos acompasados porque ya somos como un acordeón mágico. Una caja de resonancia de suspiros que se convierten en estelas de vapor elevándose y desplazándose como nubes en la noche, como trineos voladores. Los grillos suenan cada vez más lejanos, las copas ruedan por el césped y los zapatos saltan volando. Yacemos abrazados devorando felicidad y placer sin medida. Es nuestra noche buena y la de la naturaleza del parque que nos rodea. Susurramos nuestros nombres que vagarán por siempre en el espacio y en nuestra memoria. Que así sean eternos aunque el tiempo pase por nosotros y no volvamos a pisar este parque.
24/12/15
16/12/15
EL SALÓN DORADO
Otra vez huyendo de algo pero en movimiento,
habiendo cargado las pilas porque habíamos hecho el amor, y en esa conexión tan
profunda, me desplacé de mi centro carcelario, dejé de pensar en mí para
recorrer con los dedos tu brazo, sentir los tuyos acariciándome la cara y
poniéndome en órbita, tan velozmente como marcaba el cuentakilómetros del Cádillac. ¡Allá
vamos! Y entonces mi cabeza hizo crack, mientras conducías apoyaba los dedos
en el portátil, cerraba los ojos y me ponía a escribir automáticamente tratando
de no pensar, tratando de que las teclas no me frenasen. Los dedos se me iban,
salían palabras incomprensibles al principio, notaba que iba superando los
frenos según calentaba la imaginación. Los motores de mis dedos, que había
sentido al comenzar agarrotados se iban calentando. Imágenes borrosas, desenfocadas,
iban apareciendo dentro de mi cabeza, la música de la radio me alentaba a
aumentar el ritmo, otra vez un blues muy favorable para dejar de pensar. Las
paredes rocosas que se sucedían a nuestro alrededor se fundían y cambiaban de
color, de marrón a ocre, el color de las paredes de la habitación donde
habíamos hecho el amor por primera vez. Podía empezar a describir lo que había
sentido como un zumbido que partía desde muy adentro, no sabía muy bien de
dónde. Era un zumbido que se volvía estremecimiento intermitentemente, que me
daba calor y que apartaba las dudas que se arrinconaban perdidas por carecer de
significando. Esa vibración iba venciendo y rellenando el espacio que dejaban
los pensamientos que también se batían en retirada.
Y dentro de esa espiral de altos y bajos que me drogaba y me nublaba la mente se mezclaba una corriente de energía, que al principio identifiqué como extraña pero que supe que era tu propio zumbido mezclándose con los latidos acelerados de mi corazón. Esa pérdida de mi consciencia no era otra cosa que conocimiento de ti, de tu esencia, de tu propia vibración que se acoplaba a mi ritmo como un coro a dos voces y un baile de remolinos en el que tú me abrazabas, yo te alzaba y te recogía. La música de una vieja orquesta movía nuestros cuerpos, y dábamos pasos al son de un clarinete atravesando un gran salón de baile. Las luces de las lámparas giraban sobre nuestras cabezas formando serpientes doradas y en un redoble de tambor cambiamos de ritmo y un mareo dulce nos hizo creer que bailábamos sobre nubes. No podíamos parar de suspirar y coger aire para sonreír y mirarnos a dos centímetros sin ver nada más que un aura brillante que lo invadía todo, pero de pronto todo empezó a diluirse porque te miré de reojo. Pude ver en tus ojos reflejados un halo de melancolía y un telón pesado cubrió mi ensoñación. Hubiera seguido bailando contigo acompañado de aquellas sensaciones pero por no alejarme dejé al lado los recuerdos y me apoyé en tu hombro.
Y dentro de esa espiral de altos y bajos que me drogaba y me nublaba la mente se mezclaba una corriente de energía, que al principio identifiqué como extraña pero que supe que era tu propio zumbido mezclándose con los latidos acelerados de mi corazón. Esa pérdida de mi consciencia no era otra cosa que conocimiento de ti, de tu esencia, de tu propia vibración que se acoplaba a mi ritmo como un coro a dos voces y un baile de remolinos en el que tú me abrazabas, yo te alzaba y te recogía. La música de una vieja orquesta movía nuestros cuerpos, y dábamos pasos al son de un clarinete atravesando un gran salón de baile. Las luces de las lámparas giraban sobre nuestras cabezas formando serpientes doradas y en un redoble de tambor cambiamos de ritmo y un mareo dulce nos hizo creer que bailábamos sobre nubes. No podíamos parar de suspirar y coger aire para sonreír y mirarnos a dos centímetros sin ver nada más que un aura brillante que lo invadía todo, pero de pronto todo empezó a diluirse porque te miré de reojo. Pude ver en tus ojos reflejados un halo de melancolía y un telón pesado cubrió mi ensoñación. Hubiera seguido bailando contigo acompañado de aquellas sensaciones pero por no alejarme dejé al lado los recuerdos y me apoyé en tu hombro.
10/12/15
IMPROVISACIÓN
Vuelvo a reclamar
la espontaneidad, pensar es pararse y quiero movimiento, escribir música para
ojos y oídos de gente que se pare a escuchar y ver. Un saxofonista toca y no se
para a pensar. Vale que puede que siga una partitura en la memoria pero un saxofonista
que toca jazz, por ejemplo, improvisa, se desvía de unos parámetros y realiza
composiciones espontáneamente que no desentonan, que son ampliaciones de un
mensaje sonoro por medio del sentimiento o desde ese más allá que es el alma
musical. Un ritmo puede ser automático pero la melodía construye armonías
variantes que cambian como el viento. Se deja llevar por sensaciones, por modulaciones del
sentir. Música o palabras que son un canto desgarrado por sobrevivir y por vivir
al máximo, que despiertan y que levantan, que te dejan caer en la melancolía
por el placer de vivir intensamente lo que nace del interior. Inspirado por las
musas invisibles que levitan desde hace generaciones en una atmósfera de creación
y resolución, coge de ese árbol universal frutos para degustar y compartir,
para que no nos sintamos solo en una pena o una alegría.
Soy un chico intérprete de melodías con palabras, soy un transmisor de energías que fluyen desde el sonido de los granos de arena al silencio del espacio exterior. Cuántas confluencias, cuantos roces, cuantos choques y transformaciones, cuántas uniones y mezclas enriquecedoras. Lamentos o gritos de alegría de hombres y mujeres a lo largo de generaciones alimentando el árbol universal de los sentimientos y sus expresiones artísticas. Con la mejor de las actitudes sumando, probando miles de combinaciones de palabras y sonidos, sobretodo por recuperar el bienestar y por remediar explosiones y choques o malas influencias. Toda ambición se resume en dos palabras que son varios sonidos: ’te quiero’. Y si se conjugan en esa melodía improvisada nace algo perfecto como el amor, que es lo que nos ha hecho respirar siempre y que nos hará suspirar. Definitivamente el mejor sentimiento al que se puede uno dedicar.
Y como un coro celestial, como un epílogo de bienestar, ayudar a que pensemos que merece la pena enseñar lo que hay tras una puerta, detrás de una máscara. Sí, éste es el plan, cantar un blues, enmarcarlo con un beso e improvisar hasta que podamos volar juntos. Vibrar al unísono, emocionarnos, recogernos las lágrimas con los atardeceres, para que todo, estrellas, constelaciones, galaxias, parezcan próximas a nosotros. Con un blues, la lluvia será recibida en nuestros rostros con una sonrisa.
Soy un chico intérprete de melodías con palabras, soy un transmisor de energías que fluyen desde el sonido de los granos de arena al silencio del espacio exterior. Cuántas confluencias, cuantos roces, cuantos choques y transformaciones, cuántas uniones y mezclas enriquecedoras. Lamentos o gritos de alegría de hombres y mujeres a lo largo de generaciones alimentando el árbol universal de los sentimientos y sus expresiones artísticas. Con la mejor de las actitudes sumando, probando miles de combinaciones de palabras y sonidos, sobretodo por recuperar el bienestar y por remediar explosiones y choques o malas influencias. Toda ambición se resume en dos palabras que son varios sonidos: ’te quiero’. Y si se conjugan en esa melodía improvisada nace algo perfecto como el amor, que es lo que nos ha hecho respirar siempre y que nos hará suspirar. Definitivamente el mejor sentimiento al que se puede uno dedicar.
Y como un coro celestial, como un epílogo de bienestar, ayudar a que pensemos que merece la pena enseñar lo que hay tras una puerta, detrás de una máscara. Sí, éste es el plan, cantar un blues, enmarcarlo con un beso e improvisar hasta que podamos volar juntos. Vibrar al unísono, emocionarnos, recogernos las lágrimas con los atardeceres, para que todo, estrellas, constelaciones, galaxias, parezcan próximas a nosotros. Con un blues, la lluvia será recibida en nuestros rostros con una sonrisa.
1/12/15
PROFUNDIDAD
Me despierto abrazado a ti y me asombro al
descubrir una erección nacida de la profundidad de mis sueños. No puedo pensar
siquiera por qué pues el calor me atrae a estrecharte en aquel mismo punto,
como dos imanes que se juntan en un movimiento de fricción en el que cualquier
separación conduce de nuevo a la unión instantánea. Sin abrir los ojos sonríes
y es en ese momento de belleza cuando me cautivas irremediablemente, ya no hay
vuelta atrás. Quiero probar tus labios y lo hago sin pensarlo. Suben pequeños
ángeles desde la punta de los pies y mezclamos nuestras lenguas, nuestro aire
interior y la saliva se torna de un sabor agradable, llena de matices, mejor
que cualquier vino añejo. Nos damos cuenta de que tenemos que disfrutar de
nuestros cuerpos y lo recorremos con nuestras manos, nuestros dedos tocando un
blues que eriza cualquier vello. Hay que expulsar los calzoncillos con los pies
pues la atracción no resiste ningún tejido y allí nos adentramos, pegándonos
bien para que mi sexo reconozca al tuyo como su nuevo mejor amigo, piel con
piel.
Sin saber que marcábamos con fuego en la cabeza un momento inolvidable, nos nació un querer, un impulso de fusión total irresistible, desde nuestro pecho hasta el interior de nuestros cuerpos. Y la sorpresa fue que nos acogimos sin dolor, con una sensación de paraíso tibio y húmedo. Profundamente sintiéndonos, temblando en la superficie, nos reconocimos como perfecto equilibrio en una sinuosa danza del vientre. Olvidamos que el tiempo estaba pasando, que estábamos en algún sitio perdido del desierto porque las paredes y el techo habían desaparecido y flotábamos como drogados por la química que destilábamos con cada poderosa aproximación. Éramos algo más que carne y huesos en conexión, algo más que chispas mentales. Descubrimos un prodigio espiritual encontrando alma sin límite, pura energía fabricada con pasión. Y después encontramos juntos la recompensa del éxtasis por una inmensa pirueta que nos arrojó sobre la cama del motel, aterrizando sin miedo porque nos agarrábamos de las manos. La luz del crepúsculo comenzó a filtrarse en nuestras retinas y justo en ese momento comenzó la verdadera aventura, el viaje magistral.
Sin saber que marcábamos con fuego en la cabeza un momento inolvidable, nos nació un querer, un impulso de fusión total irresistible, desde nuestro pecho hasta el interior de nuestros cuerpos. Y la sorpresa fue que nos acogimos sin dolor, con una sensación de paraíso tibio y húmedo. Profundamente sintiéndonos, temblando en la superficie, nos reconocimos como perfecto equilibrio en una sinuosa danza del vientre. Olvidamos que el tiempo estaba pasando, que estábamos en algún sitio perdido del desierto porque las paredes y el techo habían desaparecido y flotábamos como drogados por la química que destilábamos con cada poderosa aproximación. Éramos algo más que carne y huesos en conexión, algo más que chispas mentales. Descubrimos un prodigio espiritual encontrando alma sin límite, pura energía fabricada con pasión. Y después encontramos juntos la recompensa del éxtasis por una inmensa pirueta que nos arrojó sobre la cama del motel, aterrizando sin miedo porque nos agarrábamos de las manos. La luz del crepúsculo comenzó a filtrarse en nuestras retinas y justo en ese momento comenzó la verdadera aventura, el viaje magistral.
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