Vuelvo a reclamar
la espontaneidad, pensar es pararse y quiero movimiento, escribir música para
ojos y oídos de gente que se pare a escuchar y ver. Un saxofonista toca y no se
para a pensar. Vale que puede que siga una partitura en la memoria pero un saxofonista
que toca jazz, por ejemplo, improvisa, se desvía de unos parámetros y realiza
composiciones espontáneamente que no desentonan, que son ampliaciones de un
mensaje sonoro por medio del sentimiento o desde ese más allá que es el alma
musical. Un ritmo puede ser automático pero la melodía construye armonías
variantes que cambian como el viento. Se deja llevar por sensaciones, por modulaciones del
sentir. Música o palabras que son un canto desgarrado por sobrevivir y por vivir
al máximo, que despiertan y que levantan, que te dejan caer en la melancolía
por el placer de vivir intensamente lo que nace del interior. Inspirado por las
musas invisibles que levitan desde hace generaciones en una atmósfera de creación
y resolución, coge de ese árbol universal frutos para degustar y compartir,
para que no nos sintamos solo en una pena o una alegría.
Soy un chico intérprete de melodías con palabras, soy un transmisor de energías que fluyen desde el sonido de los granos de arena al silencio del espacio exterior. Cuántas confluencias, cuantos roces, cuantos choques y transformaciones, cuántas uniones y mezclas enriquecedoras. Lamentos o gritos de alegría de hombres y mujeres a lo largo de generaciones alimentando el árbol universal de los sentimientos y sus expresiones artísticas. Con la mejor de las actitudes sumando, probando miles de combinaciones de palabras y sonidos, sobretodo por recuperar el bienestar y por remediar explosiones y choques o malas influencias. Toda ambición se resume en dos palabras que son varios sonidos: ’te quiero’. Y si se conjugan en esa melodía improvisada nace algo perfecto como el amor, que es lo que nos ha hecho respirar siempre y que nos hará suspirar. Definitivamente el mejor sentimiento al que se puede uno dedicar.
Y como un coro celestial, como un epílogo de bienestar, ayudar a que pensemos que merece la pena enseñar lo que hay tras una puerta, detrás de una máscara. Sí, éste es el plan, cantar un blues, enmarcarlo con un beso e improvisar hasta que podamos volar juntos. Vibrar al unísono, emocionarnos, recogernos las lágrimas con los atardeceres, para que todo, estrellas, constelaciones, galaxias, parezcan próximas a nosotros. Con un blues, la lluvia será recibida en nuestros rostros con una sonrisa.
Soy un chico intérprete de melodías con palabras, soy un transmisor de energías que fluyen desde el sonido de los granos de arena al silencio del espacio exterior. Cuántas confluencias, cuantos roces, cuantos choques y transformaciones, cuántas uniones y mezclas enriquecedoras. Lamentos o gritos de alegría de hombres y mujeres a lo largo de generaciones alimentando el árbol universal de los sentimientos y sus expresiones artísticas. Con la mejor de las actitudes sumando, probando miles de combinaciones de palabras y sonidos, sobretodo por recuperar el bienestar y por remediar explosiones y choques o malas influencias. Toda ambición se resume en dos palabras que son varios sonidos: ’te quiero’. Y si se conjugan en esa melodía improvisada nace algo perfecto como el amor, que es lo que nos ha hecho respirar siempre y que nos hará suspirar. Definitivamente el mejor sentimiento al que se puede uno dedicar.
Y como un coro celestial, como un epílogo de bienestar, ayudar a que pensemos que merece la pena enseñar lo que hay tras una puerta, detrás de una máscara. Sí, éste es el plan, cantar un blues, enmarcarlo con un beso e improvisar hasta que podamos volar juntos. Vibrar al unísono, emocionarnos, recogernos las lágrimas con los atardeceres, para que todo, estrellas, constelaciones, galaxias, parezcan próximas a nosotros. Con un blues, la lluvia será recibida en nuestros rostros con una sonrisa.
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