En ese velador con vistas se sienta un caminante con ansias
de coincidir y podrán pasar muchos rostros en el asiento que da la réplica. Ojos
verdes, ojos marrones, ojos azules escuchando cómo cuento mis historias
mientras sonríen. Mis oídos afinando para comprobar si tu voz es la voz que me
habla íntimamente desde hace tiempo, que suena firme pero dulce como una
melodía. Mi deseo pendiente de si tus manos son de las que despiertan instintos
con caricias en el rostro, si recorrerán con un gesto la distancia que nos
separa. Conversaremos para conocernos mejor aunque quizá no hagan falta tantas
palabras. Quizá sea suficiente que eleves mi sensualidad con una mirada, un suspiro,
con la yema de tus dedos. Sería afortunado si sintiera tu estremecimiento
sincero por mi cercanía, volcada por el interés que ha provocado mi
imaginación. Si compartimos ese halo brillante no importará el entorno pues
solo se filtrará el reflejo de las luces y de los sonidos. No nos distraerá lo
acertados que estemos en nuestras palabras, las historias que compartamos, pues
esa sintonía la hemos descubierto por vibración de fondo. Y ya del entorno sólo
notamos la noche reflejada en nuestros ojos, sólo la música que pone un
ambiente especial en un rincón luminoso. No hay silencio que estropee ese
impulso compartido que sentimos secreto pero que transmite telepáticamente el
deseo de lanzarnos. Y pondremos nuestros sentidos a trabajar. Puede que se nos
escape una sonrisa tonta pero fulminante, puede que un roce involuntario de
rodillas nos haga escuchar campanillas y sentir como el calor asciende hasta
nuestras manos. Todo lo
que necesitamos es esa llamada del instinto que nos dice que merece la pena
perderse y olvidarse de cualquier plan. Tomas mis manos, mi fuego recorre tus venas y tomamos
nuestro deseo que ya la razón se encargará de asimilar que nos estamos dando
aliento sin atender a razones. Podría haber ocurrido donde sea, cuando sea,
pero es en aquel momento y es una locura dejarlo escapar. Un momento que nos
lleva donde no importan análisis sino ese baile de delirios placenteros y
sorbos de cerveza. Ese viaje de perder la mente como prometía el ansia nos ha
llevado hasta allí. Así es como nos ponemos el mundo sobre los hombros los amantes
solitarios cuando prospera el placer de coincidir.
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