Se llamará Zinnia, es increíble ver de nuevo el color de la
belleza, ver como crece y lucha por la vida en este entorno poco óptimo de
artilugios mecánicos y gravedad cero. Cada vez que tengo necesidad de iluminar
mi mente me apoyo delicadamente para observar nuestra primera flor en el
espacio y soy consciente de la importancia que este gesto tiene para las
generaciones venideras. Cuando el Hombre se detiene a contemplar la belleza de
la naturaleza por puro placer asegura también una herencia de poesía, de bienestar
y buenos sentimientos. Como esta flor que me está otorgando pensamientos
románticos, palabras dulces de amor que difuminan cualquier crisis de fe. Esta
planta que lucha por sobrevivir contra el moho con la ayuda de la infinita
curiosidad del ser humano, nos enseña que no hay que desesperar en la búsqueda
del progreso y que éste siempre dirigirá nuestros pasos en la buena dirección
apoyándose y respetando los principios del amor y la poética. Zinnia me hace
suspirar, me conmueve, despierta mi espíritu de cosmonauta aventurero que a
veces palidece entre ecuaciones y números binarios y, sobretodo, me hace
recordar los momentos felices que pasé en la Tierra. La observo y mi espíritu
recupera la pasión que florecía cada vez que me entregaba en alguno de aquellos
maravillosos encuentros. Regenera el deseo de hacer brotar una semilla de
ilusión en un mundo desconocido. El recuerdo de las flores que dejé en la
Tierra, a través de esta maravilla que cuido, me motiva cada día. Que alguna de
ellas crezca con amor en mi corazón es el principio y el objeto de toda mi
esperanza. Mi supervivencia será poder colonizar algún día un nuevo mundo y respetar
su belleza. Allí encontraré la dulzura de unos bellos ojos que consiga hacerme
levitar, volveré a sentir el placer y la felicidad del contacto íntimo que abandoné
antes de partir al espacio. Desde aquí no puedo escuchar una voz alegre que me
anime a ser libre, no hay caricias que hagan sentirme vivo, aquí hace frío y
todo es neutro, pero cuando desfallezco me acerco a mi querida flor y me llena
de energía la sonrisa de sus pétalos abiertos. Mis ojos se nublan, vuelvo a
sentir el placer de la vida abriéndose camino entre tanta programación. Me
inundo de sentimiento y abro mis brazos dejándome llevar por el impulso de un
suspiro. Mi cuerpo flota hacia la escotilla y miro profundamente a aquel
maravilloso planeta azul donde late y crece un corazón que algún día será mi
refugio.
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