El camino
que inicié hace unos años era el camino del juego del amor. Ahora lo sé con
ternura ¿Que si perdí tiempo dando vueltas? Como creía que al andar también
progresaba me pegué miles de paseos, como creía que mi cabeza era una pecera me
acercaba a la gente convencido de que veían mi buena fe, aunque hay chicos que
de hombres dejan de sonreír, dejan de mostrar su niño. ¿Lo dejé de mostrar?
Todos tenemos a nuestro niño ahí jugando en nuestras guardillas, algunos corren
libres y juegan en las calles, otros corren por pasillos, se distraen con
libélulas, coleccionan cromos, escriben deseos. Ay, pero si eres un chico de
pasillo y te encaprichas con el juego del amor tienes que ir pintando rayuelas
para llegar al cielo. Pero se llega, apuesto contra todos los dioses, azares y
destinos escritos que se llega. Mi niño saluda con ilusión desde la ventana, mi
niño siente ganas de jugar porque vuelve a sentirse niño. Y como niño vuelvo a
sonreír por un pensamiento fugaz o por una mirada dedicada a mis ojos que son
las ventanas de mi habitación. Veo manos tendidas y sonrío como un niño ahora
que sé que mi cabeza no es una pecera sino un balón. Un balón que arrojaré para
que otros puedan jugar pero la pecera en
las manos, bien visible, enseñando mi precioso pez corazón…
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