Amo el
desnudo, la epidermis, los relieves, los claroscuros… los ojos me brillan,
debería ser natural disfrutar de nuestros cuerpos desnudos sin vergüenza. Disfrutar
también es tocar o rozar suavemente la orografía de otra persona que responde
con estremecimiento a tantos deseos conjugados. Recogerla para que visite sus
paraísos, para que descanse por unos momentos del peso de la gravedad. Poner un
blues, jugar en ese estado de levitación dibujando con los dedos sobre sus
pezones, con los pinceles de mi lengua, hundir la yema de los dedos en el vello
del pubis perfumado con olores mágicos que provocan fuegos químicos en nuestras
neuronas. Nos tenemos en ese momento y nos agarramos fuertemente para mecernos
con la música y, en nuestro derecho a sentirnos intensamente, probamos el sabor
dulce y amargo del refugio momentáneo.
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