Te traigo
la penumbra del atardecer, te traigo los astros celestes, tú que me esperas te
estiras entre un lío de sábanas blandas que adornan tu desnudez. Te levantas y
armas una conversación de bienvenida cuando te sorprendo con mi aliento
respirando el tuyo y abrazándote la cara. Nos enroscamos como dos cisnes,
borrachos de los primeros rayos de luna y en una lenta coreografía te hago el
amor sobre la mesa. Con un paréntesis de éxtasis en un domingo carnal los
segundos se deshacen como la arena, nos recubrimos con una película de saliva y
una sinfonía de suspiros… y después esa energía que nos transforma en la noche
en príncipes de una nueva gloria.
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