Escribías un poema sobre el
mar y te sentabas frente a las olas para mantener calientes los músculos de tu
arte, pero bajo un acantilado protector, intentando establecer comunicación con
su esencia pero asustado por su dimensión y fuerza. El mar te decía “Voy y vengo,
caigo, estallo y salpico”. Con palabras escritas y bellísimos sonidos
onomatopéyicos reproducías el lenguaje poético de las olas (“…y las olas
llegaban ‘Raro, arremete raro’. ‘Rudo ruu ruge’. ‘Crash”). Veía como lo hacías,
me emocionaba verte en la oscuridad escribiendo y temblando. Y me acerqué
lentamente, millones de minerales fundiéndose fríamente bajo mis pies, deseando
pasar la mano por tus hombros para darte un abrazo y darte calor e intentar
aliviar tu sufrimiento y tus golpes de corazón que no te dejaban crear. Decías
que te sentías empequeñecido por el poder del mar. Me dijiste: “el mar no
quiere que yo esté aquí, que me comporte como un idiota sentándome en primera
fila, el mar tiene su momento de olas, y el hombre el suyo del fuego en el
hogar”. A mí también me hechizó y me hipnotizó, nos abrazamos y miramos en
silencio el sonido del mar, escuchamos su brillo lunar sobre las ondas, sentimos
su fuerza de atracción succionando nuestros líquidos internos y dejándolos
caer. Lo sentimos tan poderoso que le arrojamos el deseo del amor eterno. Y el
mar habló y nos dijo: “Voy y vengo, caigo, estallo y salpico”.
Basado en el poema "Sea" de Jack Kerouac
2 comentarios:
RENDIDO a tu forma de dar poesía... Me pierdo tembloroso ante tus acentos ardientes ... que gozada !!
Muchas Gracias, Jaume
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