30/9/08

Becerros de oro

No se por qué envidio a los actores porno. El dinero que ganan follando, todos esos amigos y amigas con esos cuerpazos, esos viajes (Los Ángeles, Nueva York, San Francisco, Sidney) esas fiestas y su red social efervescente (lo dicho con cientos de colegas que en realidad no lo son). Despiertan una admiración que no se profesa a chaperos y prostitutas, pero estos no forman parte del mundo del espectáculo aunque si participan en el mismo negocio, pues satisfacen los deseos que los otros despiertan. Orgías de sexo, drogas, house, jacuzzi y champagne. No se por qué los envidio, todo eso debería haber pasado ya. Mi momento tuve y ahora paseo por los parques observando las hojas resecas caer de los árboles. Entonces ¿Por qué los sigo envidiando? Me llena un libro, momentos familiares, me conformo con charlas en un café, con dos o tres amigos que me pudieran escuchar ¿Por qué me sigue excitando ese brillo infernal? Si me hubiera entregado por completo al disfrute del minuto presente, si sólo me hubiera importado mi propio placer, tendría sentido que siguiese adorando esos peligrosos paraísos, pero no he acabado con mi vena hedonista por mucho que hubiera tomado decisiones que me condujeron inevitablemente a esta vida apacible, que para nadie tiene mérito. Quiero dejar de adorar becerros de oro y sonreír por mi suerte, por esta afortunada tranquilidad…

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