Oye, qué bueno. Pues me vino bien la Madonna, a pesar de todo. A pesar de la sobrexcitación de los sentidos por los muchos efectos y la frialdad de ver un espectáculo planeado al milímetro fue todo un acontecimiento, y las imágenes y ráfagas de música perduran al día siguiente en la memoria. Impresionante la convocatoria, impresionante ver a tanta gente interesante reunida en un megaconcierto a mil decibelios. Las luces, ese mar de estrellas hechas de móviles, los gritos ensordecedores de la peña, los aplausos, la ola contagiosa de miles de manos…Eso fue lo mejor sin duda. Y de fondo, una Madonna apreciable sólo en las pantallas porque de otra forma se veía sólo como una diminuta hormiguita bailando, bailando…Qué portentosa forma física la de la Ambición Rubia. Se tiró la tía, a sus cincuenta añazos, una clase de aerobic de dos horas, que para cualquiera sería quedarse sin resuello. Admirable. Es verdad que en algunos momentos el concierto te dejaba frío. Pocas canciones conocidas y las que lo eran modificadas al extremo pero ella estaba allí, en el mismo recinto que nosotros, diciendo ¡Hola Sevilla! Y preguntándonos con acento güiri. ¿Te gusta, sí? En fin, podía haber sido mejor (Los medios la critican hoy como previsible y le ponen un regular de nota) pero os aseguro que a este que no era fan le queda satisfacción al día siguiente y…
¡wow, toda esa gente en comunión pasándolo bien!
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