20/10/08

La ley de compensación no existe

Llevo unos días con sequía de ideas. Podía haber escrito sobre la felicidad inesperada que sentí el otro día entre tantos nubarrones negros de preocupación por el futuro, cuando me di cuenta de que no me podía quejar, de que soy un tío afortunado. No se por qué pero la sentí y simplemente quise saborear la sensación intensamente, bucear en esa corriente, aprovecharla, pues pocas veces se puede uno sentir así ante tanta falta. Pero no sé, dicen que las grandes cosas salen de dentro con los pesares, la melancolía, la soledad que entristece, y a lo mejor por eso he disfrutado de un paréntesis sin la necesidad de explorar mis emociones y plasmarlas aquí. Las cosas estaban bien como estaban a pesar de todo. Hoy se me ha ocurrido escribir sobre lo que llamaba Ley de compensación universal o, mejor dicho, el descubrimiento de que esa ley en la que creía profundamente no existe. La Ley de compensación universal (LCU) es aquella por la cual si algo te falta o se pierde se es compensado de alguna manera en el camino. Se me ocurren ejemplos como el de que es feo pero en su lugar ha desarrollado cierta inteligencia y el contrario, por el que se dice que todas las rubias guapas son tontas. O cuando uno no es afortunado en el juego pero le van bien los amores y viceversa. También solía aplicarla cuando perdía algo de valor pero lo recuperaba encontrándome algo en otro lugar (cosa que increíblemente sucedía). Durante mucho tiempo he creído que la LCU funcionaba y que equilibraba las cosas de la vida, era como una fuerza del destino que actuaba para que triunfara la justicia, pero como digo me di cuenta de que no existe. Es más, de que sólo era un sucedáneo que tenía sentido para sustituir la fe en Dios que profesaba antes de mi crisis espiritual (porque lo reconozco yo era de los que rezaban para pedir cosas) Fe que se evaporó totalmente pero que, claro, como había sido tan intensa muchos de los mecanismos que articulaba fueron sustituidos por la creencia en leyes de funcionamiento, para amortiguar el daño que podía haberme causado darme cuenta de que todo funciona realmente conforme al azar. Es lo que tiene el haber sido educado en una familia católica, según los principios de esta religión, que cuando uno crece y se entera de que, por ejemplo, se condena a los homosexuales, se prohíbe el condón, se menosprecia a las mujeres, se apoyan a dictadores y fascistas, que Dios no ayuda a los pobres ni a los buenos, pues uno tiene una crisis y deja de creer, pero permanecen esas estructuras ocultas y uno tiende a sustituirlas para explicarse cómo funciona el mundo y no quedar noqueado por un gran engaño...Pero vamos, esto va pasando y aún creo en algunas fuerzas sobrenaturales porque no quiero llegar a pensar que el Hombre es simplemente un animal inteligente.

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