27/2/09
El cariño es el mejor antigripal
Qué puedo decir con la de achaques que he tenido en estos días con la llegada de la jodida gripe, sólo he podido preocuparme por mejorar y por no preocuparme tanto. Aunque en este punto no he avanzado mucho, lo sé porque si he tenido algo de lucidez ha sido para averiguar que estaba haciendo poco por calmarme. Ya sospecho que si estas cosas se dejan sin control pueden crecer desmesuradamente y quedarse lo malos hábitos de quejarse por nada, ahí instalados entre las rutinas. Me controlo en el mismo momento que me doy cuenta de que estoy haciendo un catálogo de hipocondría, pues a los dolores de cuello, resfriados gripales y estados alterados de ánimo puede que guarde algún as bajo la manga para reunir un póquer de males cotidianos. Y no quiero más cartas. Me planto. Pienso en masajes, en técnicas orientales o en gritar desaforadamente para calmarme y desahogarme como posibles remedios. Y borro estas habituales soluciones porque me parece que lo más productivo podría ser confesar mis deseos para contrarrestar los achaques, porque los buenos pensamientos son anticatarrales y, sobretodo, porque sé que no hay nada mejor que un ratito de confidencia. He aquí las mías. Confieso, para hacerme un exorcismo, que si quiero sentirme liviano como una pluma sólo necesito que esta primavera crezca alguna flor a mi vera, porque quiero volar, cerrar los ojos y bailar, enhebrarme en la vida con un fuerte nudo que no me permita escaparme nunca más. Quiero entregarme, lo juro, quiero entregarme y dejar que me encuentre la buena fortuna, y que ese momento llegue estando tan relajado que pueda responder sólo con sonrisas y lágrimas, no quiero guerras con nadie ¡es absurdo! Cuando era más joven no confiaba demasiado en el poder de la compañía como sanación. Cuando me sentía mal me movía en bicicleta para que no me alcanzaran las gélidas ráfagas de viento, portadoras de virus debilitantes. Pero esta vez me acostumbré a andar poco abrigado y ahora que empieza el buen tiempo saldré a pecho descubierto, vestiré camisas para quitarme los botones y que escribas tu nombre, si lo deseas. Sé que cualquier dolor se evaporará porque recogerás mis suspiros y no tendremos por qué quejarnos como no sea que nos distraiga reírnos de esos grititos. No tendremos que criticar más que al mundo lejano, esas cosas que son tan feas del mundo. Nos pasearemos orgullosos de haber descubierto que no tenemos que atacar a quién nos rodea, pues son tan humanos como nosotros. He sido friolero pero pisaremos descalzos la hierba o canturrearemos sin miedo porque será tu voz mejor que la de Barbra Streisand y pondré como acompañamiento voz de Neil Diamond aunque los gallos despierten por segunda vez en el día. No me molestaré si estamos sentados charlando de nada y comiendo pipas y te levantas para perseguir una paloma dejándome con palabras en la boca, porque luego vendrás a acariciarme la cara. Los celos son para la gente que no se quiere, me dirás enseñándome lecciones de libertad e independencia. Ese momento será para sentir, para coger la vida por los cuernos y dejarnos de dar vueltas cada uno por un barrio. Conoceremos nuestros sentimientos por las palabras pero también por las miradas, por los roces, por el calor con que resolveremos nuestros conflictos. Destrozaremos secretos con el paso de los días, daremos respuestas divertidas a los por qué de la vida. Así son los sentimientos. Si nos hundimos lo respetaremos con nuestros silencios y mira, lo importante es que estaremos en un banco y sabremos que no va a haber naufragios irremediables. Ven, te espero, porque mira las cosas que escribo cuando tengo ganas de vivir a tope y mira cómo me contradigo cuando una vez juré que ya no buscaría nada…
24/2/09
El oso dormido empieza a sentir primavera
Hoy me he sentido bien, he estado tranquilo. Sospecho que tenga que ver con esta placentera sensación la llegada del buen tiempo ¿Será que mi ánimo fluctúa fuera de mi control según el parte metereológico? Lo pesado que soy por saber y a lo mejor todo depende de que el sol despierte las endorfinas, se activen fórmulas químicas, la vitamina E y eso. No se me ocurre otra explicación para esta cuesta arriba tan inesperada porque en otra cosa no ha habido cambios fundamentales pero bueno, sería para todos igual y se que hay gente que es estable, llueva o solee. Luego, ocurre que en estado tibio duelen menos las cosas…jeje, las cosas, quiero decir los músculos, las penas, las ausencias, las fobias. ¿A quién no le anima un día soleado? A los seres vampíricos, a los góticos, a las musarañas, a los zombies, a los murciélagos…y caigo en una mera enumeración. ¡Aghhhh, joder! Qué racional estoy, puede que ande ocultando algo, lo noto en lo que escribo. Y lo que quiero es sentir y decir estupideces pero parece que de la relajación no sale nada. No quiero pensar, quiero fluir en palabras. Si pienso la máquina se detiene, la espontaneidad se pierde y todo lo que quiero es dejarme llevar por esta placentera sensación de no necesitar nada, faltándome tanto. Cuando se está así lo mejor es tumbarse sobre césped y saborear esa ausencia de inquietud. Parece todo tan sencillo entonces que no hay nada por lo que protestar, no hay canciones que susurrar para convocar deseos. Estaría así tumbado, respirando lentamente, moviendo el pecho para hincharlo y relajar los músculos del cuello. Esto es una técnica que me ha descubierto mi fisioterapeuta y parece que funciona. Bueno, la fisioterapeuta Plan B, que tiene una técnica más orientalista, una chica muy dulce y bella que me dice que todo consiste en la conciencia corporal. Según su teoría hago los ejercicios con el cuello porque no respiro bien con el pecho y la postura es errónea porque levanto los hombros y todo se agarrota y parece como si quisiera soportar el mundo sobre mi cabeza. La verdad es que no me quita mucho las contracturas pero me deja muy relajado y es embaucadora. La fisioterapeuta Plan A es la de las que hunden sus dedos hasta que te duele como si tuvieras un punzón presionándote la piel. Es la que utilizo cuando estoy muy quemado y necesito que me den una paliza que me deje como nuevo. Ella no es tan bella y dulce como Plan B pero es más científica y utiliza además aparatejos de ultrasonidos y lámparas de rayos ultravioletas o algo así. Plan A quita las contracturas pero no despierta fantasías y me deja baldao por unos días. Sospecho que desde que no salgo de juerga necesito más masajes, porque la tensión se me va acumulando, no hay desahogo. Unas copitas tienen esa cosa de que te hacen salir del papel de coherencia que llevo a cuestas desde que soy un tío sano. Y ahora hay que decir que, niños y niñas, no es bueno beber pero, joder, en la otra acera de la cordura cuando te has desinhibido qué lugares y circunstancias se llegan a frecuentar sin esperarlo, sí, lugares donde surgen esos acercamientos y terminas en casa de no se quién acariciando y te dan masajes y la cordura se va bajándose slips y bragas y…en fin, jum, creo que mañana iré al parque para tumbarme y dejar de pensar y de desear, sólo el sol calentando mi cara puede distraerme ahora que la primavera empieza a despertar al oso dormido.
21/2/09
Yo para ser feliz quiero un camión
Al hombre que hay en este niño que escribe le gustan los bares de carreteras. Cuando era niño mi padre paraba en un área de descanso de la autopista Sevilla- Cádiz que se llama el Cerro del Fantasma o algo así. Bueno, era barra metálica, café, tostadas, los pitidos y luces de las máquinas recreativas, los vaqueros trashumantes que van al norte para llevar mercancías que en España son los sufridos camioneros. Desde Andalucía hasta el norte de Europa haciendo patria sobre el asfalto y diseminando el amor cañí en otras ventas con luces de neones de colores. En el Cerro del Fantasma miraba a esos hombres, totalmente diferentes a mi padre, y olía a sudores entre aromas de bocadillos de carné mechá o bocadillos de puchero. Era admiración lo que sentía cuando contemplaba ese escenario de pequeño y luego mi padre nos regalaba premio que era un cartón de chuches con juego de mesa incluido. Un ambiente de transitoriedad dominaba aquella venta de autopista, porque las historias que allí pasaban eran fugaces, las conversaciones eran puntos de palabras en el largo silencio del camino. Monótono de luces sobre el asfalto gris de la carretera. Lo que aprenderán los camareros de ver pasar gente arriba y abajo con sus historias intermitentes. Después he vuelto de estudiante y esas paradas que para otros eran tediosas a mí me llenaban de orgullo viril porque me veía ya como el hombre que es mi Padre (lo digo con mayúsculas porque se lo merece). Claro que yo iba con estatus de universitario pero me seguían llamando la atención el hombre llano, español medio, vaquero de carretera con los riñones destrozados, que ha estado en Berlín, Bruselas, Brujas, Amsterdam y así un largo etcétera. Aunque sé que prácticamente no pueden visitar las ciudades en las que pernoctan son los Marco Polos del mundo moderno. Probablemente los habré admirado como señoritingo pero ¿y las rutas que me habría hecho como aprendiz de camionero? ¿Y las experiencias que habría vivido? Si me hubieran invitado me habría hecho un Cádiz-Estambul o algo así.
18/2/09
Paseo y se me escapan deseos
Pienso en esos momentos en los que me he detenido después de tanto caminar, bueno, a veces había paisajes que merecían la pena, y entonces se me movían los ojos o, como cuando necesitaba suspirar porque sentía el pecho oprimido, levantaba la mirada hacia el cielo, como para llenarme de oxígeno los pulmones, eso que dicen que sienta tan bien y recupera e inicia otro párrafo. Es el punto y aparte del respirar o, mejor, dicho, del quedarse ahogado. Bueno, pues ha habido veces que ni por el paisaje, eran ésas en las que ya de tanto andar no he sabido a dónde tirar. Veo que los estados anímicos también se me reflejan en los paseos y cuando hay cierto bloqueo siempre se repite la misma rutina de ruta. Pero como ya dije en otra ocasión probé a alterar mis pasos e improvisar para ver si así cambiaba el estado de excepción de esa parálisis que me entra porque no sé que hacer. Y éste proceso a la inversa no funciona porque entra angustia y parece que uno se va a perder. No sé que cosas nuevas puede enseñarme la calle, lo tengo todo visto, pero a veces voy mirando al suelo porque estoy cabizbajo por algo y me llevo sorpresas. Ocurren casualidades sorprendentes, como el día de las perchas porque me encuentro perchas tiradas en el suelo y diseminadas por varios puntos de la ruta. La casualidad o el azar de la realidad a lo mejor me está diciendo en esos momentos que debo colgar algo en mi compleja mentalidad, fijar alguna nueva cosa para pasar a otra rueda, un nuevo sabor que me haga vivir chispas de felicidad de segundos ¡segundos de dicha! O como aquel día de la hierba pero mejor no seguir por ahí porque aquella casualidad estuvo a punto de desestabilizarme y cambiar, ésta si, mi sino. Creo que hacía éstas cosas de los paseos indagatorios con la esperanza de encontrarme personas que me echaran un cable y me dieran la oportunidad de expresarme como soy, pero claro la gente disimula por la calle y si te miran con interés lo hacen con el mayor disimulo para que no te enteres. Cada uno llevamos un banco también a cuestas, una caja de seguridad para que no nos utilicen y nos desenmascaren. Pero quien esté a salvo de los prejuicios y temores que tire la primera piedra. Yo miro cuando voy caminando, suelo mirar con descaro, pero cuando me cogen desvío la mirada. Si pintáramos estas miradas escondidas, y perdidas porque no fructificaron en nada, tendríamos como resultado una red multicolor sobre nuestras cabezas pero a lo mejor también habría más salida para los solitarios… quizá dejarían de existir los amores platónicos y los cambiaríamos por hechos ¿Y que tal una bombillita en la cabeza que se enciende si gustas o no? Claro que así muchos nos quedaríamos con el culo al aire y la dinámica de las parejas a largo plazo, las familias y tal. Todo se iría al garete con la muerte de la simulación aunque se desatarían a su vez aquellas temidas pasiones secretas.
15/2/09
El parque de Misión Dolores
Un parque con varias lomas verdes, serpenteadas por caminos y al fondo un skyline gris oscuro. El sol brilla allí y es donde la gente se reúne para recibirlo directamente en la piel, pues no hay playa. Cuerpos dorados esculpidos sobre un arcoiris de toallas. Maravilloso panorama de nubes, de cielo y de horizonte del progreso del hombre. Allá abajo está Downtown, los negocios, los mercados de valores. Aquí está la tibieza de la compañía deseada, quizás una guitarra y un perro que juega a atrapar el freesbe amarillo. Tumbado en el césped contemplo la gran ciudad, porque estoy ya en el atardecer del vigoroso ritmo del progreso. Esa inercia que me hizo recorrer kilómetros de calles asfaltadas, buscando el signo del triunfo, aquél que se parecía mucho al del dólar. En Dios confiaba y en las ganas que tenía de subir por las lomas de aquellos rascacielos. Pero no vendí mi alma por eso, sólo paseé la idea hasta que me cansé y descubrí que el progreso era abandonar y tumbarme a tomar el sol en aquellas otras lomas verdes y disfrutar contemplando pájaros y perros. Con compañías esporádicas dejé que la soledad de la gran ciudad me intoxicara, soledad que arrastré por barras de bares y antros oscuros con aquellos ojos que sólo podían mirar de soslayo y la lengua inmóvil, sin que la condenada atrapara a nadie para comprometer en la mentira de mis aspiraciones. Pero con aquellos baños de sol en el Parque de Misión Dolores, cuando podía acariciar la línea que unía tus pechos con tu ombligo, ya disfrutaba de los mejores beneficios de la tierra, mejores que los bonos de los mercados de valores que viajaban invisibles entre torres y torres de rascacielos.
12/2/09
Hermandades perdidas
Hay voces que silenciaron y duelen, si no estarían borradas por el olvido, pero joden porque se ha dedicado mucho a esas personas. Ahora no están ahí, han dejado de llamar, probablemente no se recuperen porque no sería tan bonito como en el pasado. Y pensando, diseccionando los recuerdos, aparece una versión diferente de lo que entonces era una de las mejores amistades. Ahora el desapego corrompe la memoria y pequeños demonios susurran al oído que una de las mejores existía porque yo ponía de mi parte, cuando dejé de cultivar la hermandad se difuminó en el pasado. Podría volver pero no, no esperaré más. Pasando el tiempo las emociones pierden intensidad y se descubren los intereses que fraguaron tan sólida compañía, las razones reales de nuestro entendimiento. Sé que es algo que no debería desenterrarse pero alguna trama había de pura conveniencia. La mía: no estar solo cuando venía de Madrid y salir de casa de la familia, esa familia de entonces en la que no se podía hacer nada, ahora es otra cosa. La tuya: tener a alguien que te esperara porque tu trabajo no te dejaba salir hasta bien tarde, cuando todo el mundo había salido. Yo me tomaba las cosas demasiado en serio y algunas veces me comportaba como un padre, intentaba controlarte para que no te perdieras y tu, que eras un espíritu libre hasta la coronilla de los controles parentales, lo aguantabas todo porque ¿podía haber alguien tan paciente que te esperara tantas horas en un taburete a que salieras libre? No se porque me acuerdo con rencor de estas cosas, quizá porque mantuve más tiempo que tu el cariño, lo creo así. En la última llamada que te hice te faltó entusiasmo. Y después cuando verdaderamente he necesitado a alguien, tu profundo silencio… Demasiadas pretensiones para tan poco que nos ha quedado. Fotos y bueno recuerdos, si, pena de no tenerte en el presente. Nuestra situación actual nos ofrece pocas oportunidades, veremos que nos depara la vida. Sí, porque eso es otra cosa, seguro que algún día nos reuniremos y haremos como que no ha pasado nada pero sentiremos profundamente la distancia insondable que nos ha separado. Me gustaría borrar la tendencia de creer que estoy predestinado a la soledad, el vaticinio que crece incontrolable en el presente como la hiedra entre rocas sólidas. Presiento que es la razón de que no deje de rescatarte del pasado, pues cada dos por tres vuelves aunque ya haya decidido dejarte volar. Sí, definitivamente, creo que el rencor no puede borrar la calidad de la hermandad que conseguimos sin ser hermanos de sangre, pero creeme, no hay nada peor que temer que no habrá nada parecido porque aquello era cosa de la irresponsable juventud y ya empiezo a ser un hombre maduro. No hay nada peor que creer que no surgirá nada igualable. Nuestra amistad debió haber sido una cosa religiosa o algo así porque está ahí y no se va ni con agua caliente aunque ya no compartamos nada. Por mucho que me diga la conciencia que soy el responsable de tanto olvido parece que en el fondo sigo luchando por no olvidarte del todo, como si en el pasado desatáramos fuerzas sobrenaturales. Si ya no creo en vosotras ¿Qué queréis, robarme todo el poder de transformar mi individualismo, hacerme incapaz de sortear las vicisitudes para poder volver a sentirme hermano de sangre a través de nuevas personas? Aunque parezca que me dejo arrastrar tengo capacidad todavía para revolverme y nadar contracorriente para forjar nuevas alianzas y vencer a esta indestructible soledad. Pero bueno, como siempre esto de escribir cartas al pasado llena de melancolía y a lo mejor es un esfuerzo inútil porque la vida lo mismo te quita que te da cosas...
(Foto de Fran Gómez)
10/2/09
La luz, dentro...
De la evolución personal una cosa sale por la ventana y entra otra por la puerta. No se consiguen los éxitos que se sueñan en la adolescencia pero cambia la perspectiva. Podía soñar con becerros de oro pero los años te ponen el Satori como meta. El Satori es un término japonés que designa la iluminación en el Budismo Zen. La palabra significa ‘comprensión’ y, aun sin ser budista, anda en la onda de lo que busco y deseo. Pero para eso hay que mirar hacia adentro. Allí es donde está la llave de oro, todas esas que están en la calle no abren el cerrojo del secreto personal por mucho que abran cofres de placeres temporales. En otro tiempo hubieran servido pero mejor no mirar al pasado porque se ve todo muy negro, esas nubes borrascosas sólo provocan temor, y vivir del pasado te atrapa en un remolino en donde los conflictos vuelan a tu alrededor, fuera de tu alcance. Mejor el camino de la comprensión de uno mismo, ahí dentro está la luz, la intuyo. Y así caminando, ya sin levantar la cabeza mucho porque no se espera encontrar la respuesta en el exterior, vuelve la energía que alimenta, que llena de fuerza y que está hecha de pequeñas cosas. Emociona un libro nuevo, un claro de sol, una canción que mueve emociones, un roce que despierta sensualidad. En realidad ocupan poco espacio en esta nuez que tengo por cabeza, poco en comparación al hueco que reservé para almacenar todos los logros deseados. Pruebo a dejar la mente en blanco para tomar la dirección de comprenderme, empiezo a caminar y los paisajes cambian a mi alrededor. Se levantaban edificios, era un paisaje urbano de color gris, cuadrados y rectángulos, rampas por las que saltaban skaters. Seguía andando y el asfalto se convertía en verde alfombra, aparecían árboles, los pájaros volaban al norte buscando otro país más tibio y yo a diez kilómetros por hora. Aparecían casas de madera de estilo colonial, mi ropa cambiaba, los jeans se reducían a mi contorno, las camisetas se estrechaban y perfilaban un cuerpo que se volvía más joven por momentos, me crecía y me desaparecía la barba. El sol recorría un arco tres veces frente a mí. El tiempo bailando a lo loco, no duraba 24 horas los días como nos habían dicho, dejé de saber cuánto era una hora, un minuto, una semana. El tiempo duraba lo que llevaba caminando y ahora el campo se convertía en cemento y surgían del suelo rascacielos y los pájaros se transformaban en aviones a reacción. El horizonte me hablaba de que la tierra es redonda y podía ver que mis pasos cubrían miles de kilómetros, es más, me daba cuenta de que el planeta sólo era del tamaño de una pelota de baloncesto y de pronto divisaba el cielo azul oscuro profundo y no había límite, todo estaba plagado de estrellas. Los aviones a reacción se convertían en cometas que cruzaban el cielo. Hace frío en donde no existe el espacio y el tiempo pero de allí parte la vibración original, el big bang. Entendí que era el camino y, al detenerme, un agujero negro me absorbió y plof, de pronto, vuelvo a estar en una habitación blanca, sentado frente al ordenador, moviendo los piececitos porque se que el mundo seguirá dando vueltas… y yo lo sentiré desde aquí.
7/2/09
Cuerpo, corazón y azotea
Complicidad es lo que le hace falta, basta de buscar los todos y vayamos por partes, como decía Jack el Destripador. Se acabaron las dependencias, los supuestos, los condicionales, lo que tiene es lo que puede compartir y es lo que habrá hasta que el polvo llegue. Cosa inevitable por ser tan finitos, que ni las letras nos dan eternidad pero tienen valor cuando las arrugas llegan. Si el amor lo dejó en los libros de cuentos sólo le quedan posibilidades de alianzas, asociaciones, repartirse el madero de la supervivencia para flotar en este inmenso océano bravo. No va a ser de los que den codazos para salvarse, si esto merece la pena será por sonreír al final y proclamar que esto ha merecido la pena. Sólo así podrá alzar los ojos y hacer brotar una sonrisa como reflejo de la suya. Esa que es de verdad porque le nace de dentro, de la satisfacción con su ser. Para la complicidad no son necesarias relaciones de gran calado ni amistades de largo recorrido. Puede surgir a los veinte minutos de conocer a una persona y puede llegar a ser sustrato en la que germinen cierto tipo de semillas. El joven se encuentra con una parcela cedida en propiedad por la gracia de la fortuna, su cuerpo, y en ella ha de plantar lo más bello que pueda resultar tras la germinación, porque esa será la imagen que vea cada mañana cuando asome los hocicos al despertar. Un paisaje que ha de borrar los flecos que dejan los sueños incómodos de la penumbra en la conciencia. En su nuevo camino se sentirá como si estrenase unos botines llamativos (ahora se te ve, muchacho) y porque se siente fresco no le importará mostrarse como un gallito desplegando sus plumas. Está claro que sabe poco pero lo que sabe tiene su toque personal e intransferible. Ya basta de rebajarle las ilusiones, que la dinámica del mundo es igualar por lo bajini. El joven pierde la sensación de ser florero cuando coge libros que le hacen pensar, tomos voluminosos que cree que no podrá leer pero va comiéndose párrafos y algo le quedará. Se ha atrevido con cosas complicadas como el ‘Ulises’ de Joyce, del que no va a entender nada pero eso le da caché. Y luego en conversaciones de barra de bar podrá decir que lo ha leído e incluso citar algunos fragmentos que se ha aprendido de memoria. Suerte tiene de no encontrarse algún entendido porque le podría preguntar: ‘¿Qué piensas sobre la idea que tiene Joyce de…?’. De ser así tendría que soltar varios ‘Ejem, pues…’ y largarse o hablar del tiempo para cambiar de conversación o ‘mira, qué zapatos más bonitos tengo’… En fin, todo eso le hará un poco diferente aunque también se esfuerce por tener un bonito cuerpo escultural porque cree que eso se agradece a la vista. Se salva de esta superficialidad porque quiere plantar una biblioteca en la azotea de esos músculos tan bien definidos. Ahí sí que está consiguiendo amueblarse y quizás pueda diluir ‘sobres de admiración expresso’ cuando la madurez le llegue.
4/2/09
La búsqueda
Un buen día me bajé del tren y me senté en el vestíbulo de una estación vacía de una localidad que no conocía y que, sorprendentemente como pude comprobar en un letrero rojo oxidado, se llamaba ‘La búsqueda’. Y entonces pensé: ‘Claro, me he bajado porque ya me cansé'. Me puse a comer pipas porque sólo me quedaban diez cigarrillos y tenía que administrarlos antes de dejar de fumar. Bajarse del camino de golpe es una cosa y dejar ese condenado vicio otra. Me quedé varios días observando cómo la gente iba y venía en silencio y cómo los trenes partían de la estación. Me daba igual no ir a ningún lado, tenía mi saco de dormir 'Crisálida de oruga' para dormir calentito y eso era suficiente. Me dio la sensación de que nada me iba a sacar de allí como no pasase un tornado y me llevase a alturas estratosféricas. Un día decidí escribir en una libreta por aburrimiento, y porque se me habían acabado las pipas y me quedaban dos cigarros, y de pronto lo entendí. Había escrito sólo un párrafo: ‘Otras cimas no alcanzaré pero llevo décadas buscando enamorarme definitivamente y ahora descubro que eso es imposible. Veo con claridad la necesidad de volcar ese querer sobre mí’. Saqué un espejito que llevaba en la mochila para mirarme las lágrimas, estaba teñido de tristeza, tenía ojeras azules por la melancolía de tanto tiempo gastado en la búsqueda de compañía. Me dio pavor al mirar la reserva y ver que se me había agotado el depósito de la esperanza y eso era peligroso por todo lo que me quedaba por recorrer. Y escribí en el diario: ‘Llegué a pensar que me salvaría la llegada de mi alma gemela, pero estoy contento de donde he llegado y lo he hecho solo. Más vale tarde que nunca’. Miré el letrero como cada día al despertar… ‘La búsqueda’…mmm, sí. ¿Cómo sería aquella localidad desconocida que no venía en el mapa? Pensé por un momento caminar por la carretera desierta que la separaba de la estación pero cuando me levanté el altavoz anunció la partida de un Express que no había visto pasar hasta el momento. No pude resistir la tentación y mirando de soslayo al pueblo que me perdía le dije adiós con la mano como hace un niño de cinco años y me subí al tren.
2/2/09
Se regalan abrazos
Para gestos buenos lo de los abrazos, si, rodear a alguien que se siente desprotegido, que necesita contacto. Hasta el más pintao necesita a veces de consuelo. Con una leve presión de calor, aunque algunos salen como el abrazo del oso, exhalar los nudos que se forman dentro por tragarnos cosas y con esto te quedas relajado. Es bueno procurarse siempre cerca a una persona peluche, que son aquellas que les gusta este gesto, para no ir incomodando a la peña que te rodea con tremendas invasiones del espacio personal. Aunque a nadie le vendría mal. Se le podría llamar alimento porque es necesario, invoca emociones y es una buena forma de coger fuerza cuando no sabes qué te pasa. Estamos en un camino de ponerle cerebro a todo, de pasarlo por el filtro de las etiquetas y de los argumentos. Y con un abrazo lo que puede salir es algo infantil, volver al origen sin la intervención del lenguaje. Nada de palabras huecas de estrado, basta con la expresión de un sonido gutural, de placer, por ese calorcito del intercambio de energía que te deja sin palabras. No es necesario más que un impulso primario porque es sentimiento y un abrazo no es para describirlo sino para tomarlo y saborearlo en silencio. Me confieso necesitado de abrazos, los quiero pedir y los quiero dar porque se que es una buena terapia. Muchas veces me ha dado fuerza y me ha aliviado la tristeza y se qué al menos una vez le sirvió a alguien para recobrar la sonrisa. Lo que pasa que las prisas y los papeles nos están encorsetando y está cayendo en desuso con tanta competencia social. Se ha puesto de moda ponerse en la calle con un cartel de ‘Se regalan abrazos’, alguien se dio cuenta de lo poderoso que pueden ser para la salud emocional, pero no hay que engañarse, estas manifestaciones parecen necesitar de una cámara de televisión y es como hacer espectáculo de la generosidad. Si quieres regalar abrazos hazlo y seguro que hay personas de tu entorno que los necesita y no sabe pedirlos. Probablemente los que más sean aquellos a los que tildamos de cabrones o fríos. Sería una buena forma de mediar en un conflicto, obligar a la gente que está peleada a abrazarse durante cinco minutos ahorrarían muchos días de conversaciones o de negociaciones de paz. Podría ser también un buen remedio para la crisis porque con tanto bombo mediático que le están dando estamos cayendo todos en un estado de alarma que flipas ¿Y no dicen que con todo lo que está cayendo podemos volver al proteccionismo? Pues mejor que sea la protección de los abrazos, que falta nos va a hacer…
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