21/2/09

Yo para ser feliz quiero un camión


Al hombre que hay en este niño que escribe le gustan los bares de carreteras. Cuando era niño mi padre paraba en un área de descanso de la autopista Sevilla- Cádiz que se llama el Cerro del Fantasma o algo así. Bueno, era barra metálica, café, tostadas, los pitidos y luces de las máquinas recreativas, los vaqueros trashumantes que van al norte para llevar mercancías que en España son los sufridos camioneros. Desde Andalucía hasta el norte de Europa haciendo patria sobre el asfalto y diseminando el amor cañí en otras ventas con luces de neones de colores. En el Cerro del Fantasma miraba a esos hombres, totalmente diferentes a mi padre, y olía a sudores entre aromas de bocadillos de carné mechá o bocadillos de puchero. Era admiración lo que sentía cuando contemplaba ese escenario de pequeño y luego mi padre nos regalaba premio que era un cartón de chuches con juego de mesa incluido. Un ambiente de transitoriedad dominaba aquella venta de autopista, porque las historias que allí pasaban eran fugaces, las conversaciones eran puntos de palabras en el largo silencio del camino. Monótono de luces sobre el asfalto gris de la carretera. Lo que aprenderán los camareros de ver pasar gente arriba y abajo con sus historias intermitentes. Después he vuelto de estudiante y esas paradas que para otros eran tediosas a mí me llenaban de orgullo viril porque me veía ya como el hombre que es mi Padre (lo digo con mayúsculas porque se lo merece). Claro que yo iba con estatus de universitario pero me seguían llamando la atención el hombre llano, español medio, vaquero de carretera con los riñones destrozados, que ha estado en Berlín, Bruselas, Brujas, Amsterdam y así un largo etcétera. Aunque sé que prácticamente no pueden visitar las ciudades en las que pernoctan son los Marco Polos del mundo moderno. Probablemente los habré admirado como señoritingo pero ¿y las rutas que me habría hecho como aprendiz de camionero? ¿Y las experiencias que habría vivido? Si me hubieran invitado me habría hecho un Cádiz-Estambul o algo así.

8 comentarios:

Lolíndir Palantír dijo...

jem jem.... igual has de poner un camionero en tu vida ... quien sabe???

Anónimo dijo...

Jajaja, todo lo que sea aventura es bienvenido! Un abrazo fuerte Lolíndir

Ingrid Dietrich dijo...

Qué bueno este post. Me ha encantado señoritingo ;-))))

Anónimo dijo...

Muchas gracias, querida Pantera

Unknown dijo...

A mi me gustaría ser camionero para cumplir el sueño de mujer en minifalda nerviosa en una gasolinera haciendo autostop, dispuesta a pagar precio en mamada para ser lleva a ciudad de destino.

Si, hay muchos escritores, se nota que es gratis ponerse la etiqueta no?jeje

un abrazo

Anónimo dijo...

Jajaja, como eres Vanity! Parece que el camionero español es un gran icono sexual. Lo de escritor es que siempre lo he visto com una etiqueta demasiado grande como para endosármela, pienso que esa categoría la deberían otorgar la gente.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Todavía existe "El Cerro del Fantasma", además del bar, que tan bien describes, había una gasolinera. Está dentro del término municipal de Las Cabezas de San Juan, provincia de Sevilla. Este sitio de nombre tan evocador estaba además rematado por un impresionante cartel anunciando vino de Jerez de la marca SANDEMAN y que se veía desde la carretera. El cartel, como el nombre de la marca indica, era la figura de un enigmático señor con una gran capa negra que le llegaba a los tobillos.
Mi mente de niño siempre identificó al fantasma con el anuncio. Un escalofrío recorría mi cuerpo cuando el coche de mi padre se aproximaba a este anunciado lugar las noches de verano, camino de la playa, o volviendo a la ciudad....
El cartel de Sandeman fue eliminado hace años, con la puesta en marcha de la famosa ley que igualmente indultó al toro de Osborne....el bar cerró.

Anónimo dijo...

Sii, es verdad había un Sandemán. Gracias por ayudarme a fijar los recuerdos. Alcázar de San Juan, es verdad. Qué pena que ya no haya bar allí. Era un sitio con mucho embrujjo, seguro pues yo también sentía un escalofrío. Un saludo