31/12/09
Una furgoneta llamada Aventura
Es entonces cuando me contaste que subiste aquella montaña de casi ocho mil metros, los pies entumecidos, la cabeza abotargada por la presión de la altitud, tu pie derecho le daba vueltas al izquierdo pues para reservar las pocas fuerzas que te quedaban tenías la conciencia enjaulada en un recuerdo, en un escenario que tenía vida propia y un oasis tibio para mantener tu corazón a un ritmo diferente a la circulación de la sangre de tu cuerpo, que sentías congelarse. ¿Y cómo se despertaron tus deseos de viajar? Recordabas aquel puente que unía los edificios cercanos al Polígono donde vivía tu madre y el gimnasio donde te preparabas a conciencia para una dura prueba que todavía no sabías cual era. Casi con obstinación te movías cada día en aquel circuito cerrado aunque tu imaginación te trasladase a miles de espacios brillantes. Sabías que hacer ejercicio para mantener en forma tu cuerpo te iba a salvar la vida en un futuro extraño, pero todavía no confiabas demasiado en tus posibilidades y a veces sólo presentías naufragios. Pues bien cruzabas el puente dos veces al día, pero día tras día, día tras día, los coches pasaban veloces despreciando tu lentitud y tú te animabas pensando que aportabas granitos de arena para una montaña mayor, siempre venciendo con tu locura de caminante a cualquier coche por dura que fuese su carrocería. La rutina se te hacía dura porque una acción repetida constantemente si no era trabajo, si no recibías beneficio material o emocional a cambio, era dura de llevar, pero en cada tránsito llevabas una canción en la cabeza, un rock and roll por ejemplo si ese día estabas eufórico y tus pasos abarcaban más, una balada melancólica si estaba desanimado o el sol no te daba la energía y la felicidad suficiente porque estaba nublado. El camino rutinario se hizo algo inconsciente como el respirar o el latir del corazón hasta que un día una furgoneta llamada Aventura paró a tu vera y te pidió que le ayudases con los bártulos en su vuelta al mundo. Si no hubiera habido canción, como me contabas sobre la cama del motel, habrías desistido y no estarías allí conmigo, enseñándome tu medio mundo. Me levanté al instante y puse en marcha la pequeña radio. ¿Qué haces? Buscar nuestra canción ¿Por qué para los dos, no tienes una? La tenía pero la fundí para soportar ocho mil días de encierro en mi habitación hasta que pude salir a tu encuentro…
Nunca hay que perder la esperanza, hasta la suerte o el azar nos puede traer un cambio feliz y definitivo en el año venidero. Espero que se cumplan vuestros mejores deseos. El mío creo que será no dejar de desear la aventura y conservar intacta la capacidad de sorpresa. Feliz año!!!
22/12/09
Moonlight
La luna apareció perfectamente redonda aquella noche, flotando con una tranquilidad majestuosa, y deseamos habitarla. No habría hogar más bello ni más solitario, satélite muerto que nos haría disfrutar de la locura. Nos hicimos lunáticos desde aquella noche, un amor selenita nos bañó pintando de plateado los perfiles de la piel desnuda. Interpretamos movimientos lentos y pausados, nos contoneábamos a gravedad cero, intensamente profundos los vaivenes. Todo era un sí, todo tan brillantemente presente. Rudamente apasionados firmamos un pacto de sangre en un delicado pergamino, sellamos un vínculo con trazos finos y delicados dibujando dos nuevos rostros de luz de luna en la oscuridad, deformadamente bellos por el placer. Al gritar de alegría subieron los decibelios en el puro silencio de la noche, nuestras risas chocaban contra el cañón de la montaña. Entre negros y grises las rocas quisieron alzarse para refugiarnos formando la cúpula vaticana a nuestro alrededor. Riscos ascendentes adquiriendo la dimensión divina y abajo, tan pequeño, el amor encarnado en el roce humano, carne tibia anaranjada frente al frío gris veteado de albosos destellos, luz de luna para unos lobos salvajes que daban dentelladas a la vida presente ¿Para qué, para qué queríamos medirnos si estábamos alcanzando aquellas latitudes? Aquella noche sólo había dos estrellas bajo el cielo raso, tú y yo. Pero ante el magnífico y deslumbrante satélite muerto cómo no podíamos sentirnos llenos de gozosa actitud, interpretando aquella coreografía de lunáticos salvajes, adoradores de las fuerzas primigenias de la historia humana. Cogiste una manta y en tu desnudez iniciaste una danza que levantaba el polvo del terreno, miles de partículas plateadas flotaban en suspensión, el rayo de luna las atravesaba, seguía la estela tus giros como si fuera anillos de un planeta. Era tan bella la imagen bailando la Gran Polonesa, dando saltitos aquí y allá, levantando corrientes que me ponían los vellos de punta, respirar tanta belleza por los ojos me erizaba la piel. Me levanté y seguí tu locura, parecíamos dos demonios desnudos en medio del campo o dos ángeles que, bajo el hechizo de flujo lunático, hubieran decidido quitarse las alas por un momento para saborear una tierna noche lunar. No eran precisamente los pensamientos los que corrían libres pues entramos en una suerte de estado de hipnosis que nos dejó la mente como mar en calma y así era propicio sentirnos. Propicias eran las vibraciones del alma y que toda la sangre nos subiera hirviendo, todo como esa roca que nos apuntaba, todo bien alto como el aleteo plateado de dos ángeles que vuelven a volar una vez que se han emborrachado de paraíso terrenal. Formábamos integridad con el suelo hasta que despertamos y nos dimos cuenta que estábamos revolcándonos desnudos creyendo que la tierra era un mar plateado. El polvo levitando, los sonidos de la noche más irracional, brazos y piernas agitándose como luciérnagas mareadas, decidimos serenarnos. Fuimos animales puros y nos quedamos exhaustos, tristes por tener que volver a la realidad, Ah pero el camino estaba allí, otra vez materializado, y había que seguir avanzando…
14/12/09
Venciendo resistencias
Te dejé que durmieses, con la preocupación de que estuvieses viajando a tu bola me fui a dar un paseo por el campo. Seguí un sendero con precaución, no podía alejarme mucho en terreno desconocido porque un temor difuso a no saber volver tiraba de mis piernas. Entonces suspiré, se me abrieron los pulmones, las venas, los ojos y el corazón. Y sentí por primera vez el fulgor rojo dorado del sol abatiéndose sobre la superficie de la tierra, en un horizonte que se mostraba en toda su plenitud, tan pocos obstáculos había que podía apreciar la curvatura del planeta. La visión se perdía en la lejanía, todo parecía infinito, no estaba acostumbrado a abarcar con libertad miles de millas sin paredes, podía extender los brazos y prolongarlos en el cielo todo lo que la imaginación podía. Chillé con todas mis fuerzas hasta descargar toda la furia contenida de decenas de años y el aire me devolvió mi voz como si hubiera rebotado en las nubes bajas de bronce. No existía camino allí, el sendero había desaparecido, sólo había desperdigados matorrales aquí y allá. Empecé a correr en todas las direcciones, sin límite de paredes, me paré a escudriñar entre las ramas de la pobre vegetación y siguiendo una hilera de hormigas gigantes, ssss, una serpiente de cascabel frenó en seco mi osadía. Nos miramos fijamente y el aterrador reptil me venció pues tuve que retirarme con el corazón en un puño. Aunque me volví para responderle con un corte de manga corrí para volver a cruzar el límite de la carretera y, como una exhalación, entré en la habitación y me abracé en tu refugio y el cobijo tembloroso terminó venciendo tus resistencias. Como una serpiente me enrosqué en tu cuerpo atándote en la cama para morderte sin piedad. El rumor de la televisión me devolvió al mundo conocido y escuchando lo que me había pasado te enterneciste y con una sincera carcajada te burlaste de mi fobia de urbanita. Acababa de adentrarme en la naturaleza salvaje y todo de sopetón era demasiado. Acordamos que la próxima noche íbamos a dormir en el coche, recogeríamos el techo para sentirnos libres bajo el manto de estrellas, rodeados de ruidos de los animales nocturnos. Sólo pasando esa prueba me daría cuenta de que nada me comería pues en la naturaleza salvaje el hombre está en la cima de la pirámide. Grillos, coyotes, pumas, serpientes y ratas nos avisarían de su acecho pero serían incapaces de atacarnos porque estaríamos subidos en un ingenio mecánico y los animales con sus ojillos serían vencidos por un rojo y frío acero metalizado...
9/12/09
Nos fundimos en un motel de carretera
Lo que si sé es que siempre iré unido a este pensamiento analítico hasta que la muerte me separe el alma del cuerpo. Por eso miro tanto las flores, los insectos, los pájaros, la tierra, por intentar que un mundo de sensaciones erosione los pensamientos más rocosos, por aflorar los sentidos maleables para disfrutar de los instantes fugaces del presente. Lo de las emociones residentes en el alma iba a ser tarea de modularlas en el viaje. Con una presencia continua de otras personas, que transmitirían sentimientos incontrolados e inesperados hacia mí, iba a ser fácil que el hábito de la resistencia no dejara que las influencias benefactoras operaran el cambio urgente que necesitaba, pero las cosas profundas poco a poco... Y las gotas de rocío y el relente de la noche, el sofocante calor de cuando nos acompañe el sol en vertical sobre nuestras cabezas protegidas por unos gorros de vaquero que nos compramos entre risitas, lo más idóneo para un viaje por el medio Oeste, nos iban a ayudar a que le abriésemos los brazos al mundo. Algún día recibiríamos con una sonrisa las emociones inesperadas de las personas que nos íbamos a encontrar por el camino, más sordas quizás a nuestro radar porque la conexión con los desconocidos pasa por un filtro muy fino que no deja adivinar más que indicios, tan cerrados estábamos ante los extraños. Sería cuestión de la interpretación de los gestos, como esa ceja enarcada con la que nos recibe el recepcionista del motel que iba a resguardarnos de una gran tormenta que se nos había echado encima. De las de rayos y truenos y cielo negro. Nos dijo aquel hombre extraño, desarrapado, que vestía camiseta blanca sucia y pantalones negros como el betún, que un huracán se aproximaba a la costa y que iba a ser cosa de un par de días que mejorase el tiempo. Bien, pensamos, será cuestión de comprar una par de botellas de alcohol y ulular a salvo dentro de una habitación cochambrosa, imitando al llanto de los lobos salvajes. Tu eras quien tiraba de mí y parecías no tener miedo pero yo pensaba que íbamos a salir volando dentro de un tifón, pero lo pensaba con complacencia pues aceptaba cualquier destino que me deparase el viaje siempre que estuviese acompañado y sintiéndome tan protegido en tus brazos. Tendríamos tiempo de escribir, de hacer el amor salvajemente para no oír los ruidos inquietantes del exterior y de la habitación contigua, de la que sólo nos llegaba televisión y jadeos de profunda resonancia. ‘Qué extraños vecinos’ pensamos, hasta que no nos dimos cuenta que nos comportábamos igual, pues tuvimos que dejar encendido el televisor al ver que retransmitían en directo el gran espectáculo de un huracán inundando calles, la furia de la naturaleza que barría las ciudades costeras, y nos abrazamos tanto para disimular que estábamos tiritando de miedo que terminamos fundiéndonos. Y aunque la noche protestaba atronadora todo el motel dejaba escapar por sus rendijas un coro de suspiros…
30/11/09
El cuarto de baño
Qué divertido era compartir un pequeño espejito de cuarto de baño para lavarnos los dientes, pegábamos las cabezas unas con otra pugnando por quedarnos con un trocito más grande de autoimagen y demostrábamos cuán difícil es frotar los dientes riéndonos. No me importó dejarme vencer en esto porque la imagen de tu espalda y culo desnudos era más poderosa, aunque después me distraje mirando la suciedad que tenían los azulejos en las junturas y la bañera donde nos íbamos a bañar, que era de un verde descolorido por orines antiguos, miles de clases de orines que no sé sin eran corrosivos pero a ésta bañera sí. Daba igual, saqué las velitas para ponerlas alrededor y no ver y no imaginar cualquier clase de suciedad en la penumbra. Al fin y al cabo íbamos a purificarnos con sales, el olor iba a ser el nuestro y me empezaba a gustar tu olor aún sin duchar. Una vez metidos en agua tibia intentamos aclarar el misterio de qué nos había sucedido con la gente, por qué detestábamos las multitudes, habíamos sido personas sociales, acostumbrados a tratar con cierta destreza pública, en eso habíamos recorrido regresiones paralelas hasta refugiarnos en sendas habitaciones individuales, de las que, gracias a aquella conexión mágica, habíamos salido disparados en un camino conjunto a lo desconocido. Yo opinaba que había sufrido cierta persecución, tú creías que te habían tomado por quien no eras y que ese papel se te había adosado a la piel como una armadura. Como quiera que fuese no nos habían tratado bien en los últimos tiempos y lo habíamos sentido con bastante virulencia a fe de que el resultado había sido finalmente el mismo, el aislamiento, el rencor, el sabor amargo de la injusticia. Como no estábamos conformes con eso planeábamos nuestra vuelta renovados frente a personas desconocidas. Empezar de nuevo, dar una segunda oportunidad a los demás era dárnosla a nosotros mismos. Y un buen comienzo era hablar de ello con las piernas entrelazadas y sumergidos en agua, como si partiéramos en un nuevo nacimiento dentro del útero y bañados en líquido amniótico, dos personas limpias y renovadas nacidas del amor. Por eso era una ceremonia purificadora, con velas, inciensos, sensualidad, muy profundamente unidos otra vez antes de separarnos inevitablemente como lo íbamos a hacer cuando nos durmiéramos. Curiosamente el sueño nos llegó antes de salir de la bañera y soñamos cosas parecidas, eso nos hizo gracia y hubiera sido una verdadera experiencia unificadora si no se hubiera enfriado el agua. Tuvimos que secarnos y trasladarnos a la cama, en la que volvimos a sudar y ensuciarnos por el fuego salvaje del amor, pero el olor era el nuestro, excitante, amargo, bucle de placer que nos llevó a orgasmos enlazados…
24/11/09
Jack camina en el parque (II)
El ángel apuñalado es el único que tiene dos ramos de flores en su regazo, me dio sensación de tributo al sentimiento herido, amor fugaz y quizás algo platónico. Les saco fotografías al ídolo, como lo hace una familia monoparental tradicional pero también dos tipos duros con gafas de sol se paran a admirarlo y con movimiento reflejo sacan sus cámaras digitales para inmortalizar el momento. Acabo encontrando la Hemeroteca Efímera, como mis escrituras, folios sueltos y un mueble antiguo, así me siento. Aquí venía mi madre a vivir su Romanticismo mediante la lectura. Ocupo su lugar en un cenador cercano leyendo un libro que habla de la vida urbana de una gran ciudad. Qué ironía que se escuche a lo lejos el caos del tráfico y yo esté refugiado aquí. En el estanque los patos machos erguidos baten sus alas en el cortejo, uno de ellos se arroja valiente al agua, hace poco esto estaba seco y ahora es profundo y húmedo, como la vida. Una pareja de muñequitos de tarta nupcial cruzan rápidamente buscando cobijo del viento que les arroja hojas de otoño, que este año casi no ha existido. Siento melancolía, por aquí estuve cuando niño y ya no puedo recordar nada, sólo puedo sentir melancolía de un color azul que huele a colonia de bebé, puedo sentirlo dentro de mi columna interior que me soporta. Cuando me senté en un banco oí a una mujer que le decía a su marido: ‘Siéntate aquí a escuchar el rumor del agua’. Robo esa idea al vuelo y me doy cuenta de la fuente que había ignorado porque estaba refugiado en mis pensamientos. Se está bien pero el sonido del viento es más fuerte, lucho por aislar ese rumor, por rescatar el suave murmullo entre la ventolera pero veo el mar en mi mente, tan rotundo para contrarrestar que aquí sólo hay viento y polvo, viento que levanta trinos de los pájaros y los divide en azarosas direcciones, viento que me levantará del asiento porque parece que todos en el parque van acompañados o en pareja y eso yo lo llevo dentro. Matices de verde y ocres en el tupido fondo de árboles, el viento no cesa y también los hace lamentarse en un susurro prolongado. No hay silencio aquí pero puede que haya inspiración, lo diré cuando enfile la carretera. Se acerca gente y tengo que conservar mi privilegio de libertad solitaria.
18/11/09
La chaqueta
Me hubiera gustado ese viaje hace cuarenta años para cruzarme contigo en el Gran Sur, pero claro sabiendo lo que se ahora. Es otro de esos deseos imposibles, volver al pasado sabiendo lo que uno sabe ahora, hay que joderse, bueno, sería como manejar el tiempo a placer y no somos dioses o como tener una máquina del tiempo. Me imagino de todas formas con las manos en los bolsillos, paseando sin trabajo pero trabajando con los pensamientos y también cuestionándome muchas cosas de lo que es el mundo y el propio yo. Pues bien, me veo hace cuarenta años con unos zapatos gastados de cordones, los pantalones remangados para que se me viesen bien los calcetines blancos y quizá unos tirantes porque un cinturón aprieta por la zona de los placeres hedonistas y parte el ser en dos, además de provocar muchos gases y malestares. Los paseos eran una fuente importante de ideas, aunque éstas se diluyeran sentado ante la responsabilidad de una hoja en blanco. Y debía ser que había un paralelismo entre los viajes mentales y el caminar corriente ya que sentía que en este fluir de la conciencia me dolía más la cabeza que los pies. Pero no importaba. Podía coger por Market street, kilométrica calle de San Francisco sin sentir las plantas de los pies. Recuerdo que en mi desesperada búsqueda la recorría con frecuencia desde Castro hasta el Civic Center y, fíjate, me ponía en el walkman a Camarón de la Isla y era un éxtasis mirar los rascacielos y sentir el brote de la melancolía andaluza por este dios gitano. No recuerdo que entonces me dolieran las piernas me dolía el alma por la lejanía de mi difusa familia y por la desesperación de la eterna búsqueda de trabajo, que allí en Estados Unidos era algo como imposible. Y también estaba lo de la búsqueda del amor, eso eternamente también.
Bueno, andaba hace cuarenta años parándome a mirar los pocos escaparates que había en Nob Hill, mirando las camisas, porque pantalones tenía sólo un par pero camisas tenía que tener más, era por lucir diferentes estilos para cada romance. Había una chaqueta muy bonita de cueros, si ya sé como de motorista pero entonces era célebres los Ángeles del Infierno. La jodida prenda valía cuarenta dólares. Fiu, eran mucho cuarenta dólares para un poeta de los pensamientos sin oficio pero muy poco si pensaba en aquella sonrisa bella que cortejaba en aquellos momentos. Y con esa tontería me deprimí y decidí entrar en la taberna ‘All time alone’ con mi libretita para tomarme un par de pintas, creyendo que al apoyarme en la barra y rodearme de humo para mirar de reojo tu belleza fugaz me iba a hacer sentir mejor. Pero aquella vez ni modo. Escribía cosas inconexas en la libretita, bueno, quiero decir que le daba vueltas a lo mismo hasta que, con la tercera cerveza, y ya enfrascado en mis pensamientos miré de nuevo al papel y descubrí que había dibujado la chaqueta. Ya la tenía, así que decidí recortarla y llevarla a mi habitación de la calle Columbus y pegarla con una chincheta a la pared. Joder todo el mundo me preguntaba por el dibujo, pues pasaron dos meses y me llamaron de ‘Old Pacific Telephone’ para trabajar haciendo llamadas comerciales durante un día, ya sabes, un refuerzo de esos para conseguir contratos de líneas telefónicas, y estuve hablando todo el día con desconocidos sin rostro. Me dijeron que si quería ir otro día y respondí:‘¿Por quién me toma? Soy un poeta’. Y cuando salí volví corriendo a la tienda de Noe Valley y me compré la camisa y fui a merendar contigo luciéndola y tú luciste tu sonrisa y fui feliz…
9/11/09
Jack camina en el parque
Jack es mi inspiración, cómo no. Alguien que me ha hecho pasar del agotador Romanticismo al movimiento de la mente y el alma en la carretera. La búsqueda del amor me consumía, podía haberme dejado como una figura de bronce negro en el pedestal de un parque, al abrigo de tres damas rejuvenecidas por el canto del loco al amor, bajo un árbol bicentenario. El amor ilusionado, el amor poseído, el amor perdido. El amor también desgasta, por ser algo que no alimenta el yo, por ser un aliento que es capaz a veces de mover dos barcos a vela. La fortuna del ser amado no le toca a todo el mundo en la vida, hoy es fácil que por estatus ocurra, o por una cara bonita y unos ojos azules, sin más, sin esfuerzo, haga lo que haga. Pero os aseguro que el ser sentimental conduce a la esclavitud, o lo que es peor, a la soledad enferma de recuerdos y melancolía. El ser sentimental es mirar el encaje de las hojas verdes para deslumbrarse con el brillo del sol, el buscar el sonido de decenas de chorritos en una fuente de loza mudéjar. Es evitar las multitudes y sentarse en el banco más alejado y echar de menos un libro, armar una coreografía de miradas desviadas para no tener que arrepentirse de no formar parte de la algarabía, de los que no se entregan a nadie en particular y se reparten entre una multitud. Ésta siempre prefiere no pensar, charlar de cosas banas, reír, reír hasta la extenuación. Lo otro, me parece, es profundizar, adentrarse en un mar oscuro que te puede arrastrar, claro que allí verás sirenas y tesoros que no podrás recoger porque no tienes derecho a su posesión. También podrás encontrarte monstruos y tener que admitir su presencia amenazante, acechante. Lo más que podrás hacer es profundizar en tu mina y entregar el oro, que cada vez es más escaso. Los olivos silvestres, los eucaliptos de ochenta años te observan pasear, los ficus arrojarán un ramillete de hojas sobre tu cabeza y eso te hará despertar un poco y recordar que sigues dejando un par de huellas solitarias. Los pájaros te recordarán que todo esto es porque has querido, nadie ha tenido la culpa más que tu, por creer en los ángeles cupidos, por creer en la magia del destino, por pensar que podía hacer un molde de algo que es completamente inmaterial. Entonces toca disfrutar del oxígeno que llena de polvo tu nariz, que hincha tus pulmones de un poco de salud corporal. A la velocidad del paseo nacen sensaciones tan lentas y me convenzo, si Jack, que lo mejor es coger un coche descapotable y acelerar el ritmo de la creación para que broten poemas inconscientes en prosa desordenada.
Foto de González Alba
30/10/09
De la Luna a la Tierra
La luna, estoy en la luna pero no siento frío, el manto estrellado me ha dejado sin palabras durante…¿Cuánto tiempo llevo aquí? Oh, qué maravilloso es el espacio profundo que ha borrado todos los malos recuerdos, qué pequeña emoción comparada con la emoción del universo en expansión. No hay sonido, sólo silencio y entonces empiezo a escuchar, a sentir, mi respiración. No comprendo que hago aquí, ni cómo he llegado pero siento que soy un ser humano al volver la cabeza y ver que hay un inmenso planeta azulado allá abajo. De momento, en cuanto nace la comprensión empiezo a flotar, cómo estaba pegado a la superficie blanca gris rocosa de este satélite es algo que no entiendo. Mi cuerpo es liviano aquí, me miro los pies cómo se elevan despertando nubes de polvo. Antes de abandonar la superficie me acuerdo de coger una de estas piedras mágicas, siempre lo hago cuando visito un lugar innsólito al que se que no voy a volver. Empiezo a saltar para desplazarme más rápido y cuál es mi sorpresa cuando mi pequeño impulso se redobla y alcanzo una altura de veinte metros nada menos. ¡Waoooo!¡Jajjajaja, soy libreeee, jujuju, Jack mira esto, cómo puedo saltar!¿Quién es Jack? Me digo de pronto y miro institivamente de reojo a la tierra y una voz me dice: 'Vuelve tienes todavía cosas que hacer, vagabundo solitario’. Loco de ganas porque la curiosidad despierta mi emoción voy saltando a pasos de gigante hasta encontrar un módulo espacial. Y de pronto aquel artilugio despega automáticamente, mecánicamente, y siento como un huracán que recorre mi estómago. La máquina me dice 'Bienvenido Apolo, las cosas han cambiado allá abajo, se te espera'. Aterrizo en un lugar desconocido y comienzo a caminar ¿Quién me espera?
En fin, un gran paseo siempre es un bullir de pensamientos en la cabeza, desordenados, y también es contemplar la cornisa de los edificios que ahora veo, no sé por qué me asombra el monumentalismo de algunos grandes edificios de esta ciudad, en la que por undécima vez aterrizo, me quedo alucinado con las increíbles figuras de sus contornos afilados. Son piedras esculpidas por la mano del hombre intentando imitar a Dios. Pero son más virtuosos los relieves de las montañas de la luna, que algunas veces dibujan caras y demonios y ángeles en perfectos espejismos. 'Fluye como la corriente, amigo, Jack es tu inspiración, no te pares a pensar corre, corre, porque en la Tierra hay espesos pensamientos que cubren como nubes negras las esencias, los núcleos'. Parece imposible pero sólo tengo que correr mirando el asfalto aunque ya pese mi cuerpo y sólo pueda saltar unos centímetros. Mirando los artificiales edificios grises, cosas inertes que me ayudan a quitar los remolinos empiezo a sentir la cabeza viva al ver tantas personas andando a mi alrededor. En un momento así Jack, seria mejor seguir descansando el ingenio en la penumbra de aquel acantilado lunar, pero comprendo que había estado forzando la paz exiliándome en el satélite solitario para poder meditar. Meditar sin tener influencias orientales, sin zen, sin budismo, sin creer en el espíritu. Quería pensar que pude mantener algo inmaterial dentro de mi corazón, la capacidad de recordar como amé antes de viajar a la luna. A eso es a lo que más temía antes de tanto viaje: no haber amado en la vida. Ah, la búsqueda del amor... Por eso fue que vencí al miedo cuando andaba solitario por Columbus street en la noche, rodeado de maleantes imaginarios, con los neones sobre mi cabeza, entrando en antros desconocidos, tugurios de miradas chispeantes en donde sabía que podía haber navaja, o lo que es peor pistolas, porque allí las había, desde el viejo Oeste hasta la costa de Fort Laudale. Entré en la vieja librería de City Lights sin saber que te iba amar en el futuro, sin saber que iba a ser librero por un tiempo, que iba a enfrascarme en un nuevo sueño imposible de ser escritor, siempre con las altas miras, como cuando paseo y olvido la acera, olvido los pasos que hay que dar y me concentro en las cornisas de los viejos edificios… Gracias Jack, gracias queridos blogueros...estoy otra vez en la Tierra, aunque se me escape una lagrimita cuando vuelvo a mirar a la Luna redonda.
19/10/09
Me sentaría en la luna para volver a ver tu estrella
El amor con que vivíamos nuestra amistad siempre nos sentaba tan bien, nos tensaba las cuerdas vocales, nos levantaba el rictus de la cara, nos dibujaba una sonrisa, nos elevaba unos centímetros por encima de nuestra piel. Cantamos canciones sobre él, le escribí poemas y cuentos… pero cuidado, era algo más que tener hijos y formar una familia, era más, sin duda, que el sexo porque era una filosofía de conceptos que no podíamos manejar ni comprender… cada uno estábamos servidos y conformes con quien nos había tocado. Si lo hubiéramos analizado podríamos habernos dado de narices con la realidad y quizá hubiéramos adivinado que no era posible, podríamos haber descubierto que era un mito o una utopía. Así estábamos, que pasábamos de temblar a causa de él a no creer en su existencia. ¿Qué pasó, era algo que iba más allá de nuestra fe? ¿Cómo podía ser que la mejor historia de amor fuese la que no fue o la que nunca podría ser? Abuso de su recuerdo cuando cada vez estoy más por comprarme un telescopio y observar esos planetas nuevos que dicen que han divisado en la lejanía. Torciendo a la derecha está el Cielo, quizás allí pueda descubrir de nuevo su silueta. Me sentaría en la luna para ver de cerca a la estrella a la que le puse su nombre, como aquel astronauta que se sentó a contemplar el sol en la luna solitaria mientras sonaba un rock and roll. Así me veo, esperando eternamente mientras que el amor sea esta medida. Hablábamos de la transmutación del alma en oro, combinando los pensamientos para descubrir el fluir de la conciencia, pero prefiero la alquimia para recuperar el elixir de tan magno sentimiento. Pues bien, después de varios experimentos descubrí que el amor se podía condensar en un año de abrazos diarios y una sonrisa dulce de despedida, nada más. Aguantábamos un trabajo duro compartiendo cigarrillos y dándonos el abrazo del oso diariamente. Le compré unas zapatillas de andar por casa y sentí su felicidad. Y un buen día me sonrió dulcemente al despedirnos hasta mañana, leí en sus ojos…”bésame”, su sonrisa lo decía, leí en mi cabeza tímida “quiero besar”, todo era perfecto pero no lo hice por corte. Al día siguiente murió, su cuerpo fue encontrado en el cuarto de baño, sin vida, pero me legó el amor más puro y perfecto que he conocido hasta ahora…
13/10/09
¡Vuelve!
Viajé a Roma como último recurso para aprender del sabio más grande de todos los tiempos pues quería poder y él... me enseñó a amar. Allí las piedras de un pasado glorioso me revitalizaron, pero cuando erigió un Coliseo que me rodeaba me quedé sin habla. Desde que César me relató la vida singular de la dinastía más poderosa del mundo no he podido quitarme de la cabeza la debilidad de mi Imperio. La soledad era la misma cuando leía, cuando escribía mi diario, cuando cruzaba el Rubicón a lomos de su caballo para civilizar a los salvajes. Pero realizados los sueños de poder, cuando sólo nos bastaba un triclinio para ser felices, le abordaron cruelmente y le rasgaron la espalda con una daga. No pude ver quién. Muerto el rey, la nobleza envilecida por la corrupción, sólo pude echar a andar por un camino de tierra amarga para refugiarme en la cabaña del tío Jack en la montaña. Me recibió con los brazos abiertos, viajero solitario ya retirado. Nos levantábamos cada día con el sólo objetivo de pasear y contemplar el riachuelo. Me enseñó a hacer poesías en prosa que emulaban el sonido del agua lavando las piedras, el azote de las olas en la siseante arena. ¡Kebloshhhhhhh! Éramos pequeños, amigo, el mar nos lo decía. Él había bebido durante sus viajes tanto vino caliente con especias que, en la abstinencia, veía monstruos que sólo conseguíamos destruir con el canto y el arpa de fuego… Muerto el rey, murió la fe en la vida. Pero me dejó en herencia el olor de la humedad en el campo, me dejó el amor por el rocío de los pétalos de las flores. Y a pesar de que era un urbanita consumado este olor despertó mi deseo de construir una tumba con helechos y madreselvas. La sagrada montaña, la sagrada cabaña junto al riachuelo. Seguiré aquí con tu recuerdo pues necesito de este caldeado refugio, me basta un sendero y un riachuelo porque me enseñaste a construir edificios de palabras sólo contemplando. Entonces anoté los latidos de mi corazón, me olvidé con el sonido de la naturaleza de mis aspiraciones imposibles, como un ermitaño me olvidé de lo importante que quise ser. Aprendí a dar las gracias a cada amanecer, a cada día sin delirio. Conseguí la paz hasta que un buen día una figura apareció en la cima de la loma y me dijo...¡Vuelve!
Fotografía de José Miguel Martínez
7/10/09
Si tuviera un automóvil...
Si tuviera un automóvil iría a tomar viento a la Patagonia y recogería por el camino a los amigos autostopistas, los que me toquen en suerte, seguramente grandes personas con espíritus errantes, aventureros de la vida que han elegido el camino de evolucionar horizontalmente ¿Cuánta gente habrá decidido no dejar su nombre en los registros del progreso sino grabados en los bancos de madera con una navajita? Ayer leí un testimonio en uno de ellos: “L y M. Siempre te querré. Primavera de 1968”. Alucinante ¿Dónde estarán hoy? Quiero creer que contemplando un atardecer más, entrelazadas sus manos venosas, satisfechos de estar juntos pero preocupados, por eso firmemente agarrados, temerosos porque la Dama Negra decida llevarse a unos de ellos antes que al otro. Fidelidad y lealtad… mmm ¿Es amor eso? Podría serlo más cualquier acompañante que recojiese en mi camino, aunque la historia dure veinte días entre Algeciras y Estambul. Sí, mejor así, nada de contratos blindados, que luego uno sobre otro condicionando. O el mismo amor con diferentes nombres y caras, que me puedan ir contando cómo aman en la diferentes partes del mundo. Quiero cruzar el charco y hacer la ruta 66, cruzar Norteamérica de este a oeste y después bajar a la Patagonia. Montañas rocosas, valles escarpados, puentes levadizos... Probando, probando. Mi espíritu tendrá que moverse aunque vaya sentado en un Buick. Pensarlo nunca ha sido suficiente por eso manda huevos que no pruebe y que no me embarque en nada nuevo, pero hay gente a la que debo respetar, gente que entiende que seré más feliz anidando. Acepto, pero después me pongo a escribir y mira, no tengo palabras de consuelo y mi mente se coloca en el camino hacia la Patagonia. Tengo puesto el aire acondicionado aunque son casi las nueve de la noche. Afuera empieza el movimiento, los ecos de una banda de música, los niños jugando al fútbol en el césped del parque. Es la hora breve esa que todo parece dorado y en la que se ve la gente repeinada y con cara de satisfacción porque ha acabado el horario laboral. ¿Qué bodrio veré esta noche en la tele? Pfff. Cierro los ojos y leo la palabra Sexo, todo va como de costumbre. El tiempo parece que se detiene así pero mi automóvil vuela como un jodido condenado…
1/10/09
No quiero cantarle a las piedras
Es que apenas he llegado al centro de mi universo, después de esquivar pedruscos como meteoritos apenas he comenzado a descubrir, he vuelto a la infancia después de tres o cuatro errores, cuando todo me sabe a epílogo. Sería amargo tanto lamento si no escribiera sensaciones para unirme a los demás, para que juntos descubriéramos secretos y podamos ser la vanguardia desde este mundo virtual. Por eso estoy por aquí, odiando el mundo pero con infinitas ganas de un ‘nosotros’. Sí, me he dado cuenta de mis errores, el amor me ayudará a repararlo todo. Enséñame, créeme, porque necesito amor, es la supervivencia. Por eso no juegues conmigo, simplemente ayúdame a reconocerlo porque seguro que estaré enfurecido de tanto esperar ya que no puedo guardar el tiempo en una caja fuerte bajo siete llaves, aunque lo intenté parándome un buen rato a pensar. Mientras siga escribiendo seguiré confiando en tu alumbramiento. Aunque duela ¿No? Es justo echarlo de menos. Vuelve el otoño, aun puedo amar, todavía puedo pedirte, a ti, rey sin nombre, que llevas a cuesta este ruego, que te levantes porque llega con sus brazos robustos para que te sientas recogido, otra buena ocasión para meterse en una cueva, alumbrarse en un placentero fuego, vestir pieles de los osos que cazamos. Así que prepárate, haz acopio de conversaciones para escribir un libro sin sentido, para pintar ese cuadro que te sale abstracto siempre. No quiero que me salgan melodías poéticas vacías de significado. No quiero cantarle a las piedras, al río, a los árboles. Quiero que lo que fluye con letras y significado sea un ritmo, un motor, mi materia prima. Se puede cortar, pegar, quedarán flecos que no dirán nada a nadie, fragmentos insustanciales. Quién conoce como salen las historias, cómo pueden salir perlas, nadie se explica que un individuo tan aislado pueda contar lo que le ocurre a la gente ahora…de dónde lo sacará, sin embargo, porque tanto prestigio ha tenido la soledad. Tuve calle, aprendí de lo que vi, quizá tuve que tocar más corazones pero no quise manipular. Creía en la existencia de la atracción magnética, de las vidas paralelas, en la conjunción de las estrellas que dan día, hora y lugar, por eso las cosas tenían que surgir solas. Creí en las primeras impresiones y descarté a quien no podía soportar cuando ésa era suficiente señal para prestarle atención. Quizá sea el coste de la vida, que haya conseguido mucho escepticismo, como para mirar a la ciudad sentado en las nubes, pero ¿No había sorpresas aparte de piedras en el camino?
26/9/09
Y aquí sigo mirándome los pies
Echo de menos lo poderoso que me sentía cuando era un mocoso, mucho antes de haber cruzado la frontera de la inocencia. Entonces lo único que podía preocuparme es la extrañeza que me embargaba al mirarme los pies en la cama, cuando comprobaba que aquellos deditos que se movían los sentía como míos. Unos pies que siguieron siendo blancos y delicados en la adolescencia, cosa que no hablaba exactamente de lo viril que me sentía. Al acostarme la detenida observación de mis pinreles (siempre dos, no veía el momento de hacer nudos con los pies de otra persona) me transmitía profecías de recalcitrante individualidad, soledad prometida que borraba con un gesto del pensamiento, levantándome, cogiendo las llaves y saliendo a la calle a buscar el refugio de tres o cuatro personas juntas y me ponía en medio para sentir calorcito. Tras varios meneos de la vida volví al redil de las habitaciones solitarias y… a mirarme los pies. Después de haberme llevado a varios lugares imaginarios comprendí que eran reales pues respiraba profundamente y escuchaba como pasaba la sangre por esos conductos por el que apenas se deslizan las palabras. Llegué a mirar, lleno de orgullo, la firme base de mis columnas, los sólidos pies de un atleta...
El escondite era nada menos que un espacio libre de presiones aunque llegasen los sonidos, como un eco lejano, de aquellos chicos que dejé afuera, podía sentirlos. Gritos y risas desde la plazoleta hasta mi cama, podía oír a los chicos del barrio cómo perseguían estimularse con sus motos sin escape y otras sustancias opíaceas. Yo estuve allí, me metí entre ellos después de salir del embrujo de la adolescencia, sólo eran niños convertidos en zombies por aquella mirada turbia. Chavales inberbes que jugaban a ser ladrones-piratas, con brazos llenos de dibujos y anillos de oro en los dedos. Manos de aprendices que sostenían navajas de adulto, que deseaban los bolsos de las vecinas para pegarse una noche de sábado alucinando. Estuve allí porque tenía que verlo, el tiempo suficiente para saber que nada había de diferente en aquellos chicos. Pero la madurez me arrastró a mi habitación que es donde me siento seguro, escondido en mi reino del lado bueno de la fuerza y descubriendo que tomo precauciones para no seguir escribiendo sobre ellos aunque los tenga a dos manzanas. Total, puedo crecer hacia dentro. Mientras muevo los deditos de mis pies miro por la ventana a la gente de mi generación, que son todos padres retirados de cualquier aventura…
Imagen: Escultura de Buda. Real Academia del Arte de Londres
19/9/09
Sólo el amor...
Hoy he dado una vuelta por el barrio y cada vez veo más gente con las manos en los bolsillos y la mirada perdida. Sobretodo ese ejército de ociosos que algunos utilizaron para llenar la burbuja de riqueza de unos pocos. El bolsillo o el alma, bandolero…la bolsa o la vida porque de algo habrá que comer y esos pisos que construímos están vacíos y a precio de oro, oiga. Los bancos de la plazoleta empiezan a llenarse pero de todas formas siempre ando escondiéndome en los rincones para que la desolación del alma no me alcance. Vuelve a verse gente joven sentada en los bancos de los parques, meditando, fumándose los presentes para apartar la negra tormenta de doce rayos que fulmina el horizonte. Las gigantescas tormentas también son un bello espectáculo. En la cima de un risco, rodeado de la noche profunda, podemos ver cómo el monstruo eléctrico se acerca. Puede pasar sobre nuestras cabezas sin consecuencia pero como un rayo de ésos nos fulmine... Por eso acogemos con respeto los rotundos músculos de esas nubes sólidas, negras de agua, porque es como si arrimase hacia nosotros el juicio final y hemos estado esperándolo haciendo fechorías y ahora contemplamos la hora del estruendo bajo unos soportales, viendo cómo los látigos eléctricos rasgan el cielo para herir la tierra… y nos tenemos que agarrar a los bolsillos. No hay melodía para los rebeldes en el presente siglo, con la que nos ha caído encima, pero a quién le importa. Crecen los murmullos en los rincones de las calles, junto a las pintadas de los muros. No hay cantautores para ti, al menos alguno que entiendas porque haya vivido aquí, no hay voz rasgada pero algunos, oye, es como si hubiésemos bebido del Mississipí y no entendemos los ritmos atronadores de los automóviles. Puede que sólo esté lamentándome de la falta de blues, de rock, de soul, de festivales en los que rebozarse desnudo en el fango, puede que eche de menos a alguien que cante lo que me está pasando.
Pero los paseos solitarios son fenomenales para darse cuenta de los errores. La melodía la pone tu iPod y dejas el espíritu volar, pones un videorama en tu mente para recordar que lo has pasado bien hasta la tenue sensación de felicidad, más el tiempo y el camino te han traído el mensaje de que el amor es lo que necesitas para reivindicar tu nombre. Cuando trato de cantar que todo va bien, me doy cuenta que he traspasado fronteras antes de dejar de creer en el amor,y viéndolo en peligro lo resucité porque era cuestión de supervivencia… así que dale alas a este amor frente a esta tormenta para reivindicar mi nombre, enséñame todas las palabras que olvidé de su vocabulario, todos los sonidos posibles en susurros y gemidos. Perplejo veo que el corazón siente, por muchas ambiciones que haya tenido, las rachas de levante y poniente, los cambios de rumbo, las profecías, maremotos y tormentas, no pudieron eliminarme. Y cuando se hizo la paz y quedó lo sustancial sólo pude reconocer que había sobrevivido esa necesidad de amor a tantos juicios finales. Innata sed, no dejarás que el oro, el opio o el sexo colmen mi eterna solicitud. Para qué luchar por el crédito, por atrapar la suerte, si sólo el amor …
13/9/09
Blues de barrio
El juego y el cuento aliviaron todos aquellos terremotos emocionales que sucedieron en un entorno en el que poco se podía aprender pues, joder, estaba solo, con lo puesto, rodeado del terreno baldío de un Polígono que se desmoronaba por la crisis. Y entonces, cansado de esperar en una habitación vacía, un día se hace la luz como se crea el universo de la nada y se te ocurre mezclarte con el mundo a través de las personas que poblaban el barrio con las manos en los bolsillos. Te paseas por tu entorno tocando tu blues, primero como un eco (estoy aquí, existo) poniendo el alma y la melodía quejosa de mi existencia después. Grandeza que me daba ser capitán de mis circunstancias, tanta soledad me daba derecho a presentar con deseo la tristeza. Conocí a Pedros, Juanes, Antonios y Pacos. Conocí Lolas, Marías y Virtudes. De ese lado sobretodo virtudes. Pero mi blues tornó un 'solo de trompeta' sobre las casas de aquella pequeña ciudad. Barrunté con coraje al entender que no tenía voz ni voto pero derramé lamentos sobre la calzada, por lo menos, para dejar el rastro de mis atractivos particulares con quien más decididos me acogían. Con ellos, siempre inagotables en su elemento calle, era posible ganarse muchas batallas porque cuando desplegaba mi repertorio de sonidos de buen chico, tierno y viciosamente mordaz, sabía que tenía ganado el galón de gasolina. El ritmo pausado cayendo lentamente cubriendo el barrio con un manto. Y todo sin necesidad de abrir el corazón de par en par pues no podía permitir que nadie comprobara su autenticidad ni que lo atravesaran con una lanza por sentirlo débil. Desde la cornisa de un edificio pronuncié con mi trompeta el único nombre que me dejó huella. Tu nombre rotundamente en el barrio porque era joven y bello y así volaba con las alas que me daba el aire de los pulmones. Creaba con mis caprichos tormentas de aire y saliva, lanzaba sonidos destructores cuando alguien me decepcionaba, fulminaba con una advertencia acústica (como si mi odio fuera a hacer daño y qué poder parecía tener siendo tan ignorante, pero lucía una perfecta piel de melocotón) No había enemigo que no se rindiera a la fortaleza de la ignorancia adolescente. Con ganas de seducir, sin sufrir arañazos en el corazón (si lo tenía o no era cuestión de fe) decidí mancillar mi cuerpo una y otra vez, porque estaba convencido de que era mejor pervertir aquella pureza que ocupar tronos sin placer. Que más dá, mi blues era elástico, mierda de la buena que no necesitaba ganarse con trabajos forzados el crédito, sólo le bastaba una exhalación, de esas de abajo a arriba. "Mi alma es ahora tuya aunque miraba más tu cuerpo cuando te sentía temblar debajo de mí, lo siento baby, elegí la soledad. Bajo la gran cúpula de la prospera explotación sexual, en la que me quería embarcar entregando el cuerpo, no pude ver mi pequeñez…"
Foto de Raymond Gehman/Corbis
8/9/09
El mundo rueda porque existes
Pueden escapárseme letras ahora, golpes erróneos, pero estoy buscando dentro de mí, a la vez que escribo lo siento, porque busco consuelo escribiendo, ah ahí está, ha salido esto...puedo sentirme bien ahora. El fuego de los sentidos nubla la mente y por poner tópicos no se hace poesía ni blues pero pueden florecer tallos verdes. No se escribe bien por leer mucho, no se canta bien por escuchar música, ni siquiera se es buen amante por haber follado mucho ni por haber escrito mucho sobre el amor. Por lo tanto no se es escritor por escribir en un blog. De todas formas sé que aunque llegara a terreno desconocido nunca me pondrían una placa en el Polígono donde vivo, pero sería bonito que metiera todo esto en un pen-drive y enterrarlo en el parque que hay junto a la autovía, por si hay una arqueología dentro de doscientos años y quieren saber algo sobre un individuo anónimo que vivió escribiendo algunos de sus desvelos. Y se me ocurre pensar que el Indiana Jones de turno no tendría tanta suerte encontrando estas palabras y mis huesos (si nadie evita que prefiera que mis cenizas vuelen junto al polen del Guadalquivir) porque pertenecieron a un individuo que se aisló de la sociedad en la primera mitad del siglo XXI. Con lo cual el sujeto de estudio no servirá para extrapolar conclusiones de otros de su época, que se movían en conjunto. No sabrán que fueron leídas, si no hay eternidad en estas palabras por lo menos guardadlas aquí porque puede que estos bytes hagan reflexionar sobre la desesperanza que se expande como una pandemia. Ésa es mi intención, quiero ayudar, no soy una mala persona al rechazar al mundo…sólo quiero comprender porqué es indomable, por qué lo siento así...cuando más estoy pensando que el control está en estas manos, que tanto miro preguntándolas, llega el Mundo y te hace ¡zas! Y es lo mejor que se puede acordar, take it easy, no ser bocazas retando a los dioses y aguantarse como un pelele en el mástil de un bucanero frente a una gran tormenta de hastío. Ah, me dedico a lanzar estos mensajes en botellas cuando me dejan de temblar las emociones que me provocan las caricias reales. Y sólo tengo que decirte que los peleles aguantan. Y se levantan de la tercera y sagrada caída, creyendo que es por última vez, iluso, porque no sabe que le quedan muchos kilos que levantar para seguir permitiendo que el mundo ruede bajo sus pies. Sí, pues el mundo rueda porque existes…
4/9/09
Hasta que se mueran los príncipes
Ah y es como si un hombre sintiese que está preparado para amar cuando ya ha arrojado la toalla. Cuando le ha atrapado la serenidad de una vida tranquila y cree que lo que le rodea le hace bien. En su jubiloso retiro puede convertirse en una pasa sin darse cuenta porque sigue teniendo la cabeza llena de sueños. Si tuviera cerca una calle llena de bares volvería a ser ese golfo que perseguía breves sonrisas de perdonavidas como recompensas. Sí, podría conformarse con eso, aunque ahora piensa en salir y los riñones le protestan. Cuando era un solitario que buscaba romance era capaz de ducharse y peinarse en silencio y, llegando a aquella orilla, arrojarse a una marea de conversaciones en cadena y a la interpretación de los brillos de los ojos para llegar a buen puerto. Y toda la potencia dependía de la fuerza de los sueños y el éxito dependía de la paciencia, pero a veces se le hacía incómoda la espera porque le parecía que todo el mundo buscaba el preámbulo romántico; nunca era suficiente el momento del ‘éxtasis’ inevitable. Digamos que tenías que pintar un cuadro en el que, de alguna manera, encajases como príncipe. Lo intentó. Después, muchas noches de purísima adoración le pasaron factura. Por eso quienes esperen un príncipe de él que vayan sacando billete, porque sus esperanzas en el amor, aunque no hayan muerto, palidecen con intermitencia. Como no sea en el papel de burlador, de libertino, arrojarse a las sucias calles de las pasiones. No volverá a poner la chaqueta para que pasen un charco ni ofrecerá su pañuelito para que las divinas posaderas no rocen la inmundicia de un banco de parque, donde un ejército de bacterias y una hilera de hormigas transportan materias podridas. No volverá a salir a la calle hasta que le empujen sobre un árbol y le arranquen la camisa con pasión. Hasta que se mueran los príncipes no podrá volver a amar...
31/8/09
Imagino
Si no siguiera escribiendo sería un fraude y utilizo esta palabra para asustarme. Así que Go! Me imagino entonces corriendo en un bosque frondoso, huyendo del miedo, todos los sitios que me encierran los imagino acogedores, en éste las hojas de las copas imprimen un encaje de sombra en el suelo. Hay cañones de luz natural que caen lejanos en el horizonte y cualquiera de esos espacios claros en la frondosidad puede ser un alivio. Alguien me grita Go, Go, Go! (¡Huye!), como en las películas de terror cuando alguien se sacrifica para que tú escapes y te salves. Oh, la salvación puede estar bajo alguna de esas grandes columnas de luz, y corres desesperadamente para salvarte porque escuchas una fuerte respiración que te alcanza por detrás, unas crueles pisadas que tronchan lo que sea a su paso por llegar a ti, con lo que sonidos amenazadores te van alcanzando, a cada paso llegan antes. El sendero es tortuoso, serpenteoso, da vueltas sobre sí mismo para ponerte difícil la escapada. La voz grita Go, Go, Go! pero se apaga tras un desgarrador chillido. Ya nada les separa de ti. De pronto el suelo desaparece bajo tus pies, como si te hubieras tragado la tierra te deslizas pendiente abajo. Una ola de luz lo invade todo y entre punzadas de dolor puedes ver que estás cayendo en una inmensa playa. La paz te rodea, la brisa te reanima, comienzan el sonido de las olas del mar a serenarte. Cuando por fin te has relajado no puedes creer lo que ven tus ojos, allí, al final del acantilado, no puedes creerlo…
25/8/09
Amar dormido
Cuando vuelvo a estar enamorado me duermo, prefiero dormir. Porque tengo asegurada la respuesta de tu respiración acompasada puedo caer profundamente anestesiado y llevarte de viaje a mis privadísimos sueños. A lo mejor sería un abuso quererte en todo. Paciencia, es un beneficio. Te estoy diciendo que mi cuerpo es tuyo, mi voluntad, mi presente y que quiero hasta abrirte las puertas de mi subconsciente. Aciertan quienes piensan que amar dormido es evadirse, mierda… no se, cuesta ponerlo en limpio, quiero ser claro… puedes pasearte por donde quieras en mi territorio y hay cosas que intentaré ocultar porque no las conozco pero, bueno, allí las tendrás para que le eches un vistazo. Como ese piso extraño que no sé donde está y que visito en múltiples sueños, te presentaré allí a una persona que siempre quiere lamerme para que la espantes. Los sueños reiterativos eran obsesiones mías hasta que decidimos dormir juntos, desnudos, piel con piel, profesándonos caricias furtivas al movernos inconscientemente en la noche. Lo mismo invado los tuyos, lo siento, pero lo bueno es que seré el tronco para que te agarres en esa tormenta gris oscura que te atrapa en pesadillas de alta mar; la red que frenará tu caída al vacío desde la punta del Big Ben; seré quien te proteja cuando corras en cueros por la ciudad. Ah, pero si tus placeres no se bastan con mi presencia seré testigo cómplice de tus caprichos, sin molestar porque no quiero controlarlo todo, te quiero libre, cuando te canses te estoy dando la mano y al instante estás aquí, despertando conmigo, haciendo tatuajes húmedos con los caracoles de tu pelo en mi brazo. Es lo primero que veo al despertar, quiero decir, al abrir los ojos, cuando respiro ese vicioso aire caliente que cubro con mi cuerpo para que no se escape. Se que luego abres los ojos y te alegras de verme, que como ya hemos estado juntos en mis sueños acariciándonos es fácil que demoremos separanos uniéndonos totalmente. Por eso te busco cada vez que caigo inconsciente...
17/8/09
Viaje al barrio perdido
Estoy de vuelta, viajando hacia atrás, da miedo pero es viajar
Barrios enteros van alejándose, dorando la lejanía me veo escapar
Regresando hago mi barrio, la sombra no me inquieta,
El recuerdo del camino siempre llevaré cuando pueda descansar
Me asusta intentar hacer poesía y emocionarme creyéndome poeta y que todos los demás lo vean ridículo. Qué libre es la opinión y cuánto daño hace cuando todos los manuales de autoayuda indican que mejor es que te la sude. Me está sudando todo pero porque estoy sentado en la acera de una calle de nombre desconocido de un polígono de Sevilla y es agosto. Cuando el paisaje parece más marciano que terrestre. Recuerdo que Jack Kerouac escribía así, en cualquier sitio, pues llevaba siempre una libretita de mano. Jack era un genio, chicos, se le ocurría cada cosa y como lo que ‘veía’ era como una melodía se tenía que parar en cualquier sitio para atraparlo. Bueno, me paré porque se me ocurrió que podía hacer poesía sin saber nada de métrica. Nada, lo rimas un poquito por allá y lo escribes sin pobrar al menos como suena ¡Pero esto que me ha salido tampoco está tan mal! Protesté, dándome cuenta que estaba solo, como siempre. “Y no te protestes que ya te has corregido tanto, blablaba…” En fin, la poesía… le doy vueltas en el papelillo, la miro de lejos, brilla pero porque es un papel blando y el sol es tan radiante que pica. Mmm… por lo menos expresa algo, quizá por hacer cuatro versos me haya dado cuenta de que sigo viajando aunque no me pueda mover de este barrio. Una vez que le coges cariño, aunque las circunstancias reduzcan tu universo a sus límites, te haces hermano de su destino y es cuando empieza el verdadero viaje, pues todo sigue cambiando dentro de ti aunque el barrio te atrape. Cuando estoy relajado, satisfecho de este mundillo que me rodea, viajo al pasado y veo la cara morena ojos verde oliva de Mérida. La misma persona que me hace emocionarme al recordar hoy podría ser distinta siendo la misma, el mismo envoltorio, la misma personalidad brillante, algo menos de ilusiones porque eso le pasa a todo el mundo ¿La misma química entre los dos? Sí, es una de esas personas que me hacen viajar continuamente al pasado porque no la amé como debí hacerlo. Y el recuerdo viene acompañado la mayoría de las veces por el deseo de ir a buscarla, de reencontrarnos, pero cuando me doy cuenta que hemos sido como dos ríos divergentes siempre decido dejarlo todo como está, así tiene brillo, se produce la experiencia masoca de disfrutar individualmente en la lejanía de una adoración que te ahorraste ¡Tacaño!
11/8/09
El olor y el sonido del mar
Estimado Argax, en el diván del poeta loco encontré una nota por la que podemos intuir cuál fue su visión. Espero que con esta tenue pista pueda encontrarlo, espero que sí, porque el genio maldito debe volver para seguir escribiendo...
'Se que puedo escribir sin irme por las ramas pero prefiero improvisar, aunque no salga bien construidas las frases, soltar todo el cargamento de palabras que pueda conectar para encontrar eso tan valioso que dicen que anda por el subconsciente, eso que llevo meses intentando descifrar entre la pesadilla cotidiana. Quién sabe si nos iría mejor sin engaños o errores solo sé que si pudiera leer o sentir lo que sucede realmente en mi cabeza tendría menos tropezones. Pero hace tres semanas que intentaba escibir una poesía sobre el mar. Sobre qué escribiría si estuviera sentado en una terraza frente al magnífico crepúsculo, con mi libretita vergonzosamente infantil que guardo como amuleto para esos menesteres. Veo que la pluma no pasaría de pintar un punto y una raya. Qué inquietud tendría a flor de piel cuando puede uno distraerse viendo a las gaviotas picotear una estela plateada, supongo que será una corriente repleta de sabrosos peces que peina el espejo morado del mar. La acción más básica de alimentarse antes de que caiga la noche es un mensaje de que la naturaleza es más poderosa que todo eso de la expresión del amor que me lleva al paroxismo. Se me olvidó como huele y suena el mar. Y cuando esto que acabo de describir pueda expresarlo como un brochazo de óleo lo habré conseguido, tal maravilloso espectáculo lo tengo en la memoria y vale tanto ese recuerdo que tendré que coger un tren para salir de mi aislamiento y vivirlo con brisa en la piel, con los ojos humedecidos. Se que así puedo avivar los colores y perfilar los detalles que se han ido perdiendo de tan tremenda estampa. A la vuelta seguiremos investigando el misterio de la vida…'
5/8/09
El diván del poeta
El azar es inteligente, estaba escribiendo una cosa que me gustaba y, al rascarme un picor agudo en la coronilla mi mano tamborileó en el teclado, las palabras desaparecieron. Es una putada pero lo acepto pues de qué sirve cabrearse. Son palabras que han pasado al olvido en unos segundos, no tendrían importancia en realidad. Aunque me desconcierta que no recuerde de qué hablaba ya recuerdo sobre quién. Escribir sobre el amor, sacar palabras de dentro, vivir en alma entregado a la memoria pues ya lo que queda del amor no tiene nada que ver con mi presente;, aunque para qué engañarse, yo soy la búsqueda del amor en sí mismo, esa inquietud existirá mientras que exista este envoltorio de carne y huesos. Estas frases las he recuperado de la memoria, que parece que me flaquea. En ese tono iba pero me cuesta concentrarme… ah sí, estaba escribiendo cuando tuve la visión de un individuo tumbado en un diván dentro el ambiente dorado de una lamparita. Lo vi temblar pero no supe si estaba llorando o hablando con el aire viciado porque la escasa luminosidad era humosa. Viejos bigotes albinos ascendían suavemente rodeando su figura cansada creando una atmósfera de nubes tóxicas pero con agradable olor a sándalo. La fuente es la pipa de agua que consume su corazón nervioso. Cabalga el caballero herido sobre un diván de terciopelo rojo y, aunque parece tranquilo, la intensidad de sus pensamientos produce que el sudor le brote perlado. Busca revivir sus pasiones para que no mueran y ésa es una gran hazaña. Sobre esto me devanaba los sesos, entre calada y calada, con una claridad mental que era divina porque parecía como si estuviera sintiendo de nuevo la intensidad del amor en su corazón, cuando de pronto un dedo tonto mío pulsó la tecla de la destrucción. ¡Horror, cómo dejarlo así! Tuve que esforzarme en reconstruir la ciudad victoriana que había ‘visitado’ en la anterior expedición y encontrar en la oscuridad de la noche un tugurio escondido en el último rincón entre cientos de callejones parecidos. Ah si, ahí está. La cueva donde se ha exiliado es un sótano mal iluminado donde se refugian los poetas malditos. Tras bajar unas viejas escaleras crujientes se llega a un guardarropa que esconde un bar ilegal con toda clase de licores para nublar la poca razón que queda cuando se llega allí. Y después está la sala de los poetas moribundos. Cada diván está separado por unos tenues velos. Las sombras chinescas que se traslucen en el tejido parecen levitar. Manos que se contorsionan, figuras que dejan de parecer humanas, sombras de líquido oscuro que se evaporan, que se deslizan en un naufragio de mar dorado, de donde emergen formas extrañas que se diría que parecen diabólicas sino fuera por los cantos alternos de risas, suspiros y toses. Se supone que se debaten en un éxtasis creativo pues han decidido exiliarse en un reino onírico, del que ahora son adictos, para producir sueños y cantos de alabanza al amor. Podrían sentirse plácidamente felices en su retiro mas no hay que mirar al detalle para apreciar que tal abandono en los brazos de un paraíso imaginario, de gran poder hipnótico, esconde humanos marginados por el delirio de su intelecto, genios abandonados de ojeras y rostros livianos que no podrían ya vivir en sociedad. Siguen los genios escribiendo, escondiendo su soledad, consumiéndose en placeres programados en secreto. Pero el diván del poeta loco está vacío…
31/7/09
Mientras mueren las estrellas
Tendría que suspender las dudas, como si tuviera una conversación balance al final de un día en que una masa de aire africano ha pasado por el grill cualquier intento de cordura. Y no apetece andar dudando con la cabeza frita. Si has elegido compartir la puesta de sol con alguien especial no vas a descubrir cosas importantes. Cómo puedes plantearte si la compañía que admites a tu lado será importante en tu vida o no. Cuando lo que importa es el instante, no tendrás que hacer el esfuerzo de pensar dos frases seguidas si dejas salir todo el aire viciado con un suspiro. Esta noche me gustaría escuchar suspiros ajenos contemplando el cielo, sin la interferencia del resplandor de la ciudad, en la salvaje oscuridad absoluta de una playa o del campo. Wao, si fuera con el sonido de las olas, sí, hablaríamos en susurros y, sintiendo especial esa ternura del calorcito nocturno. Entregados a la emoción nos diremos que nos queremos y vale tanto eso que cuarenta años juntos porque lo sentimos en ese momento, cada vez que nos abrazamos felices en el anonimato de la oscuridad. Y, en realidad, estamos más esperanzados porque hemos pedido treinta deseos a las estrellas que caen esta noche en el espacio. Seguramente imágenes mentales que nos proyectan en el futuro unidos, cada uno a nuestra manera, intentando captar la foto fija para congelar tal estado de gratitud, el generoso altruismo con el que nos soportamos nuestras obsesiones y las olvidamos para crear una noche perfecta de suspiros, silencios, ruido de roces y de cómo peino tu vello con la lengua. El amor canta para nosotros en ese momento y qué podríamos pactar mientras me reflejo en tus ojos húmedos porque la oscuridad es plateada, solos, allí tumbados en la arena pero enredados, en ese momento, derramándonos uno en el otro, el cielo se convierte en la bóveda de una catedral y tus bóvedas en un misterio que se empieza a desvelar. Siguen cayendo estrellas a nuestras espaldas, deseos no pedidos ya porque nos entregamos a los hechos, trozos de roca y hielo que brillan en el negro espacio, pero no tenemos miedo porque nos hace sentir seguros ese calorcito que genera la unión de nuestros dos cuerpos excitados, a treinta y seis grados y medio cada uno la última vez que estuvimos separados. Congela eso a fuego ante el más despiadado de los jueces que es la memoria. Y cuando terminemos perdiendo el sentido del tiempo y el espacio entreguémonos como si estuviéramos hecho el uno para el otro. Y, mira, ya ves que las estrellas caen pero las vemos brillar en su caída miles de años después...
21/7/09
Márcame el ritmo
Mi gran admirado Kerouac escribía casi sin pensar, como siguiendo los pasos del ritmo de una improvisación de jazz. Aporreaba las teclas juntando palabras, permitiendo que la esencia de lo oculto brotara entre esa riada de creación. Hace tiempo que quiero seguir este modelo para esquivar los filtros del pudor y de la educación que me bloquean y me hacen medir mis palabras. Quiero escribir como el viento, hacer como este genial escritor que se dejaba llevar por una borrachera de éxtasis y soltaba todo lo que le pasaba por la imaginación. Después rompía lo que no le convencía o lo que se alejaba de la armonía de la composición. En toda creación moderna es importante saber deslizarse, expresarse en un ritmo fluido, a nuestro alrededor todo es velocidad y para comunicar algo hay que hacerlo rápido ¡Al grano, amigo! Por eso es mejor no perder el tiempo en decir que soy un puto egoísta que desea escucharte pensando que me amas incondicionalmente. Y preocupado como estaba por cosas absurdas como descifrar el lenguaje de tus tripas descubrí con emoción que mis caricias te producían alteraciones. Las discusiones como pulsos, las inclinaciones secretas al masoquismo, no hacen otra cosa que despistarte de lo que verdaderamente está sucediendo en tu vida. Dices que prefieres estar a solas pero las emociones más potentes brotan de incógnito, son como estrellas fugaces que se sirven del inconsciente para alterar nuestro organismo sin que sepamos a ciencia a cierta por qué. Y yo las he escuchado dentro de ti, están ahí, las siento. Se despiertan cuando una caricia te hace el detector de la verdad y, como una descarga magnética, tu piel reacciona al suave roce, algo se mueve dentro. El mundo va rápido pero al mío le marca el ritmo tu corazón y por eso entiendo que no importa que todo me tome delantera. Sé que cuando pueda me prestarás energía posando tu mano en mi lomo. Sin palabras darás la orden para que me convierta en un piloto de Fórmula Uno, la furia de los tíos, y llegaré a tiempo de marcar el registro de cualquier persona ambiciosa, pero sólo porque me animes porque no hay meta que me interese sintiendo tu calor en la oreja. Yo que me senté en un escalón para contemplarte, lleno de miedo y ahora veo marchar la vanguardia sin mí, no me importa, escuchando el ruido de tus tripas no percibiré el atronador relámpago si la bóveda del mundo se desploma, más no importará que no lleguemos o que lleguemos los últimos si podemos redoblar nuestros latidos a nuestro capricho, una semana serán cinco minutos…
Fotografía de SPENCER TUNICK
15/7/09
Magisterio Sexualis
Esto que desgrano puede que sean mis problemas, joder, pero son como la bolas del dragón, parecen tesoros que hay que pulir para su mantenimiento ¿Por qué cuestionarse tanto las cosas?¿Es un hobbie?¿Un vicio? Puede que sea mi materia de estudio. Me interesan mis obstáculos, atraparlos, diseccionarlos y destrozarlos. Resolver las incógnitas, descubrir por qué el cohete no voló. Reparar el engranaje ¡Para las carreras, tío, para cuando den el banderazo de salida! Porque habrá que lanzarse cuando suelten la soga, lanzarse aun sabiendo que no hay terreno desconocido que explorar, que el Salvaje Oeste se acabó y no queda colina pelada por avanzar ni rincones entres riscos que oculten algo que me pueda sorprender.Sin embargo, la vida no se que es y se supone que he llegado a esa edad en la que me toca enseñarle a alguien. No me preguntéis por qué, me suena a algo de ciclo vital. Se que nunca dejamos de aprender pero no se qué le contaría si tuviera un hijo. Dadas las circunstancias sospecho que engrosaré la lista de los que no serán padres alguna vez. Se me ha ido el tiempo jugando a encajar puzzles y ahora que siento que me llega el ciclo de tutelar, de guiar en la vida a novicios y novicias, sigo caminando solo con obstinada paciencia. Elegí el sexo como vía de conocimiento y si hubiera seguido evolucionando ahora tendría que ser un maestro sexual o algo así y sin embargo estoy practicando la castidad y pensando otra vez que puedo vivir infinitas historias de amor porque el compromiso no me alcanza ¿Qué está pasando? ¿Cuándo decidí echar el freno que no me convertí en sátiro pues? Probablemente fue otra vez la dulce ñoñería de un romance platónico que no cuajó y, pasando el tiempo, se me fueron quitando las ganas de blindar las relaciones viendo que parejas idílicas se hacían añicos. Por eso probablemente empecé a pensar que nunca sería un hombre casado. Aún así me toca impartir la sabiduría de un amante que se ha sabido formar a lo largo de los años. Le digo a la vida que me toca, no me pongáis contratos matrimoniales ni principados de cuento, se que suena duro, ponerme en la situación de tener que convertirme en amante a pesar de que odie al amor por no haberme dado lo que necesitaba. Tener que amar aunque me de coraje, hacerlo con una risa tonta y nerviosa a cambio de una sonrisa bonita, que son demoledoras cuando aún no se sabe a ciencia cierta si esa persona las emite de verdad y no es un resorte. No he sido un hombre de sonrisa fácil pero a mí si es verdad que me brota la sonrisa. Y si me haces sonreír cuando se me pone cara de carajo prepárate porque probablemente olvide cualquier magisterio y sea un amante fiel, aunque siempre me queden ganas de ser de propiedad pública. No tengo nada contra los matrimonios, me acostaría con ellos incluso, pero no está el sacramento hecho para mí. Lo estaba para el joven príncipe, a ese que destroné por engañarme, por hacer que me fijara en historias imposibles haciéndome creer que sería el candidato, el protagonista. El tirano que lo sutituyó no se puede quejar pues fui pupilo, sin embargo, de manos expertas que no supieron hablarme de amor... y ahora me toca a mí fundar un magisterio sexualis porque tengo ganas y el amor no me brota...
11/7/09
Moonwalk to Neverland
Y ahora qué puedo contarle a ese niño que sigue insistiendo en visitar el País de Nunca Jamás. Me hallaba en la ardua tarea de evadirme imaginando historias, ya que las inquietudes estaban calmadas, cuando volví en mí de sopetón por una pérdida que no pudo provocarme más que un fondo de melancolía. Y mientras veía al ídolo de mi juventud metido en un ataúd dorado como un volcán en erupción resucitaba la música que me hizo sentir especial cuando empezaba a saber de complejos. Una música que brotó tímida pero que encendió la emoción y el ritmo en el justo momento en que empezaba a usar el corazón para las arritmias y taquicardias de los primeros romances. Me hacía bien la energía de un personaje tan rotundo. Todos teníamos nuestras odas que nos consolaban, eran como poemas modernos, pequeñas historias breves que hablaban de sentimientos que encajaban con lo que estábamos empezando a sentir. A mi me cogió en la edad del pavo y cada vez que me sentía inseguro ponía una canción, imaginaba un auditorio lleno de público, imaginaba que me amaban y me aclamaban para aliviar un sufrimiento de cotidianidad. El pop nos hizo sentirnos radiantes entre rayos láseres y nubes que nos envolvían desde el suelo. Sólo había que poner un disco, apartar la alfombra, cerrar los ojos y deslizarse al ritmo sobre las frías baldosas. Y algunos nos dejamos llevar por la fulgurante estela de una estrella y con su voz pusimos música a nuestra vida. La verdad es que sólo se me ocurre decir qué tiempos aquellos. Desde que el rojo eléctrico dio una vuelta de 360 grados entre aquellos muertos vivientes ya nada fue igual. Todo lo que me quedaba por fantasear estaría adornado por ese brillo. Y bueno, ahora que el escenario quedó vacío, nadie bajo el foco de luz, sobre una silla un sombrero de ala, una chaqueta con cristalitos de svarowski y un guante de brillantinas, quisiera deslizarme con un moonwalk para darle un abrazo de despedida. Adiós y gracias por todo. Nunca pensé que un ataúd podría ser tan bello, dorado, mecido por el soul, el gospel y el blues, por la música negra que le corría por las venas. Pero siempre vence la música y este rey siempre estará en mi mente…
4/7/09
Morir de éxito (II)
‘Bueno, tienes la ocasión de decir lo que quieras en este espacio en blanco, como empiezas a dudar de que tus reflexiones puedan tener alguna relevancia pública a partir de ahora aunque lleguen a ser éxitos de venta, puedes confesarte, quitarte las máscaras, ser quien quieras con sólo imaginarlo y escribirlo. A partir de ahora eres mayor de edad, responsable de tus acciones y de las decisiones que tomes. Serás responsable, por primera vez, de adónde te lleven tus pasos. Es normal que en la vida cotidiana abuses de la duda y del respeto a los límites, pero con las palabras puedes llegar lejos. Como no has de guardar la compostura puedes reconstruir ángeles y demonios. Por lo que has visto, no porque lo seas, y que nadie te acuse de ser un monstruo, de tener una moral disipada, porque para eso tienes la imaginación y ese filtro tan poderoso de la razón y de la lógica que te presenta públicamente a un diez por ciento de lo que eres en realidad y que te ha llevado a saber ser un buen chico. No tendrás ningún problema porque respetas las normas con mirada sumisa. Y si de algo te acusan tampoco te importará pues pasarás de vivir la vida a escribirla. Se puede tener una imaginación desbocada siempre que la cordura guíe tus pasos. Se puede amar, odiar, engañar, asesinar en pequeños universos con gozosa impudicia, sin sufrir las consecuencias porque el culpable siempre será el mayordomo…’
-¿Qué es esto, Mardou?
-Son las instrucciones para mi personaje, él continuará con la historia ¿No dices que ya estoy muerto?-le digo a mi editora recostándome en la moqueta. Es sorprendente que sea una prolongación creadora en el lógico viaje que te lleva de este mundo, se suponía que era ya un alma en tránsito y seguían marcándose bien los abdominales…
-El trato era que dejarías dos libros perfilados para la editorial y me entregas docenas de folios con instrucciones para un personaje que se llama ¿Cómo? Tienes que salir de esa apatía para contar algo, para seguir esa novela. Estás muerto pero me vendiste tu alma por quedarte con la inspiración. ¡Así que trabaja!- grita furiosa la belleza morena antes de marcharse con un portazo.
Ha decidido meterse en una bañera rodeado de velas. La piel también se le ha aburrido de tanta humedad, entre tibias burbujas se va agrietando la superficie de su cuerpo y él lo ve pero no puede hacer nada porque tiene la cabeza en otro sitio. Los ojos abiertos, sí, pero sin mirada. Sólo recibiendo las voces penetrantes de unos cantos gregorianos. Cree que no puede moverse pero es que no puede estar en otro sitio mejor. Estando allí le es fácil llegar al inconsciente recuerdo de la comodidad de la placenta pero hay rumores del pensamiento que no le permiten dejar de sentirse. Tendría que acostumbrarse a ese punto agradable del final de la regresión y soltar lastre sin miedo. A pesar de haber llegado a la cúspide del éxito no le gustaba como era, cómo había sido, no le gustaba la gente con que se relacionaba, ni los lujos o comodidades que le había proporcionado, pero seguiría escribiendo por inercia porque tampoco le gustaba el mundo en general y había cosas más horribles que no desaparecían. Por eso había firmado el contrato. Le parecía que si vagar sin alma no dolía no había inconveniente. Pero tiene que espabilarse porque debe hacer el esfuerzo intelectual de fabricar una última novela y por eso no puede prescindir de todo su equipaje. Todo lo que sabe, aun pareciéndole absurdo, le servirá una vez más para contar algo antes de dedicarse a tararear canciones con la mirada perdida en la pared de aquella habitación de hotel. Pero el agua se enfría y empieza a tiritar lo que le hace zarandearse de alguna manera y despertar a la consciencia. Y cuando abre los ojos le sobreviene la inspiración, después de tantas argucias para conseguirlo, de tanto delirio habitando cuevas en las que sonaba el vacío...
Imagen: Roberto Montenegro
26/6/09
We love you, Michael, forever
Pues Michael, qué decirte, hasta siempre, gracias por todo amigo y discúlpanos por tanto acoso. Nunca te olvidaremos por todo lo que nos has hecho soñar, amar, cantar y bailar. Por todos los minutos que me distes en mi personal mundo que construí de ilusión y de evasión, muchas gracias. Cuando era un pavo me pasé horas cantando con voz atiplada, bailando como un contorsionista, adorando tu genial talento y tu fama colosal. Esperé horas para verte en directo y cuando saliste al escenario, lo confieso, imaginé que estaba dentro de tu piel. Después de sentirme tan importante pocas cosas hice que dieran la talla y la indestructible realidad se fue abriendo camino. Has sido la música de mi vida y como Pedro te he negado tres veces, pues tengo que confesar que he sentido vergüenza por lo que le pasaba a quien ya sólo era una persona de carne y hueso con problemas serios.Te pido perdón. Esta mañana cuando asimilé que nos habías dejado me invadió la tristeza. Pensaba que había echado toneladas de arena sobre mi ídolo de juventud cuando me sorprendió el mazazo de entender que se muere una parte de mí con tu marcha. Nos has dejado a lo grande, Michael, como no podía ser de otra forma. Más allá de todo lo que te haya querido exprimir, porque todavía quería más música tuya, deseaba tu aparición en dos semanas. Y deseaba nuevos discos, nuevas canciones y me daba rabia que nunca más pudieras interpretarlas. No me consolaba el legado musical inigualable que nos has dejado. Pero en un momento de reflexión he pensado que la persona que te cobijaba ha muerto sufriendo, quizás intentando llegar a la talla de un monstruo que juntos habíamos creado. Todos estábamos impacientes por hincarte el diente en tu próxima despedida del mundo del espectáculo en el London Arena, para hundirte o redimirte, y el débil hombre de cincuenta años que realmente eras decidió por nosotros elevarte a los altares. Lo entendemos. No había corazón que aguantara tanta expectación. Los que te hemos seguido sentimos en el alma esa grave destrucción personal y tan triste final pero el artista que has sido ya ha conseguido su último gran triunfo, el esplendor de los mitos. Y te damos gracias, hoy y por siempre, por todos esos momentos felices que nos has hecho pasar. We love you, Michael, forever…
Boom boom. Era como un príncipe negro que se deslizaba hacia atrás, como paseando sobre la luna, se plantaba con los pies de punta y daba tres vueltas sobre sí mismo. Calaba su sombrero de ala por debajo de las cejas, se sobaba el paquete y con tres golpes de hombro despertaba un huracán, las nubes bajaban al suelo, ráfagas de rayos verdes caían del cielo, una manada de zombies salían de sus tumbas para bailar sobre el asfalto de la ciudad y el ritmo del blues comienza a recorrer su cuerpo como una descarga, mueve los brazos con rapidez y reluce su guante de brillantinas. La música lo invade y recorre su alma fundiendo la solidez de sus huesos, bajos y graves retumban en sus músculos flexibles, puede hacer lo que quiera porque el ritmo maneja su voluntad. Ahora se mueve como un autómata, como Charlot, como Fred Adsteire, pero lo que recorre sus venas es sonido eléctrico. Surge de dentro y hace vibrar su corazón como una caja de resonancia. Sus ojos están cerrados, parece que ha caído en un estado de trance que le hace contonearse como los mismísimos ángeles de la noche. Pero la música cesa y tiene que abrir los ojos, ya no es el rey del pop. He despertado y estoy desnudo frente al espejo y recuerdo cortado quién soy. Ya me encuentro mejor, la música una vez más ha producido su efecto embriagador. Me ha hipnotizado para elevarme sobre las preocupaciones que esta mañana se habían ceñido sobre mi piel hasta causarme ansiedad. Pero le di al play a tiempo, cerré los ojos y Jackson me ayudó, todavía tiene magia ‘Thriller’ para cautivarme. Aunque hay caído la estrella todavía puede darme una pizca de energía, de esa alma negra que lleva bajo su piel descolorida. Qué tiempos aquellos en los que un crío pensaba que iba a sucederle en el trono, pienso en mi debate solitario de pensamientos. Y aunque me doy cuenta que tenía la ventana abierta después de haber movido el culo peludo un buen rato frente al espejo no siento ridículo. Sólo pensar que alguien me ha podido estar espiando me hace reír y comprendo que la música, en definitiva, ya me curó. Y ahora me doy cuenta de que ya estoy en la ducha. lo hago en público mi garganta protesta no menos de lo que lo hace quien me escucha.Después cuando echo mano de mi estrategia para borrar nubarrones negros y me pongo a cantar porque hace tiempo que he descubierto que sólo aquí puedo cantar bien.
20/6/09
Morir de éxito
“Bueno, hay que coger el toro por los cuernos ¿Realmente tienes más historias que contar que merezcan la pena? Porque ya sabemos lo bien que dibujas a los fracasados, vendiste doce jodidas ediciones y ahora dices que no puedes escribir una línea”-empieza a abordar el tema furiosa porque no está acostumbrada a tener que salvar a los escritores de su naufragio. Es una mujer perfecta, hasta en los dramas tiene glamour. Dos firmes guantazos de perfume lo espabilan y la mira por primera vez, de abajo a arriba, porque está a sus pies haciendo glugluglu, hundido y tumbado en calzoncillos en la fina moqueta de un hotel. Ante él se erige una mujer poderosa. Medias negras de rejilla, un vestido ceñido a un cuerpo de guitarra, su piel blanca y perfecta, su pelo negro azabache y toda esa delicadeza de su cara astuta coronada por un oscuro rojo en sus labios. Sabía que su editora acudiría rápidamente a su llamada desesperada de socorro y la había recibido agonizando en el suelo con una estudiada pose para marcar sus mejores músculos. Tenía sólo dos meses para ponerle en el regazo una nueva novela que le quitarse de encima la jodida etiqueta de escritor revelación’. Cumplido el plazo sólo había hecho el esbozo de dos ideas y a partir de ahí… la mente en blanco. Abatido se había tumbado sobre un lecho de hojas blancas, pruebas de impresora con frases incompletas, la impresora escupiendo unos signos indescifrables, la impresora desangrándose en páginas inútiles antes de morir. Ya no tenía fuerzas para inventar nada más, se había fumado un pitillo de María para intentar destruir el bloqueo creativo y todo lo que consiguió fue flotar y no entender nada y un fuerte dolor de cabeza, por lo que se tuvo que tomar dos paracetamoles con dos whiskys. Y entonces se había quedado agarrado en el mueble bar sin poder moverse. Estaba en las últimas, planeando sobre la moqueta, cuando la puerta se había abierto dibujando la silueta de aquella mujer seductora que le había llevado al éxito sobre unos tacones de diez centímetros.
-Pobre chiquitín, mamá está aquí- lo consuela esa dulce voz profundamente hipnótica, y decide dejarse llevar cerrando los ojos y recostándose en una moqueta que se vuelve líquida. El frío de la guadaña recorre su espalda como un hielo que resbala profundo...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)