11/11/08
La pandilla de Keseeeeeeeeeeey
Bueno, bueno. ‘¡Sí, sí! ¡Muy bien, muy bien, muy bien!’. Esta frase que tan bien me suena es la respuesta de Babs a los problemas, integrante de los Ángeles Bromistas, grupo precursor de lo hippie en los años sesenta en EEUU y seguidores del carismático líder Ken Kesey (autor a la sazón de ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’) que tan bien retrata Tom Wolfe en su obra ‘Ponche de ácido lisérgico’. Respuesta que espolea al receptor, dejándole con cara de besugo porque es como decir ‘si, si, lo que tu digas’ o, mejor, es decir sí cuando la cabeza dice ‘no’ o ‘vete a tomar por el culo’. Y todo dicho con una bonita sonrisa, cosa que despeja del ambiente la sensación de que se va a rifar una torta. Ésa es la actitud de buena intención de un bromista, cuya filosofía era vivir el ‘ahora’ por encima de todo, ‘la fantasía del momento’. Con los bromistas se abre el movimiento de la psicodelia, se inicia el movimiento hippie que recoge la herencia de los beats, cuyo exponente literario son Jack Keoruac, Allen Gisberg y William Burroughs. Pero bueno, jejeje, esto ha empezado con datos porque de quien quería escribir era de Ken Kesey y lo quería hacer de una forma impulsiva, que es más acorde con esa forma de ver la vida, ‘la fantasía del momento’, la vida hecha arte, pues Kesey comenzó su carrera literaria con ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’, calculó alguna novela más pero el arte, su arte, fue desarrollándose en su manera de vivir y allí se fundió el resto de su carrera. Este líder carismático fue un golfo con mayúsculas pero se convirtió en un santón, un dinamizador de la cultura hippie, arrastró multitudes, fundió su experiencia alucinógena en aras de lo que él creía que era creatividad y el cambio definitivo. Todos estaba con él, le admiraba, le adoraban y tomaban sus palabras como la expresión de un espíritu liberador. Gracias a su contribución se fundaron las ‘Acid Test parties’, que bajo el lema ‘¿Quieres pasar la prueba del ácido?’ reunió a la juventud del área de la Bahía de San Francisco en unas fiestas psicodélicas cuyos ingredientes eran música, drogas, sexo y rock and roll. El transfondo positivo de todo eso era el vivir el presente, el disfrutar minuto a minuto del ahora con ilusión y optimismo, haciendo una broma de la vida. Todo era despejar la mente de preocupaciones, tener un espíritu pacífico, ir de buen rollo, el antibelicismo también, sí, aunque realmente los bromistas pasasen de cualquier militancia activa contra la guerra del Vietnam. Era vivir un viaje de conocimiento interior, buscar los límites en la experiencia psicodélica. Ken Kesey tenía tan buena fama que fue considerado algo así como un mesías aunque, como ya digo, no era realmente un ejemplo a seguir y se dedicase a disfrutar de la vida o a interpretar un papel de rebeldía contra los poderes. Es difícil explicar el poder de atracción que despertaba este personaje pero realmente su mensaje era peligroso y así fue perseguido por el Gobierno de los EEUU, a través del FBI y la policía, cosa que además lo convirtió en fugitivo y mártir de la causa. Dejando aparte que el movimiento se consumió en la paranoia de las drogas y de sus viajes alucinógenos, su filosofía transcendió en generaciones posteriores. Lo que me llega de todo eso son conceptos afines a esa forma de expresión, de arte y cultura, como es la libertad, el amor, la fraternidad, el sexo libre, la paz, la búsqueda de la felicidad en el presente, todo un arco iris de sensaciones y emociones que querría que dominaran mi vida sin tener que pagar tan alto precio, sin drogas, sin autodestrucción, sin caer en la marginalidad. Muchas veces pienso que nos hace falta un gurú, un santón parecido a ese extraño y polémico personaje llamado Ken Keseeeeeeeey. Vivir en comunidad, compartir, darse la mano, bailar, sentirse competente, como un súper héroe, amar al prójimo, poder amar a varias personas a la vez, no dedicarse al sufrimiento y a la preocupación del futuro, no planear, no hipotecarse. Tantas utopías, tantos límites vivimos en la actualidad que cualquier época pasada reluce como el oro.
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