17/11/08

Poderoso mar


Bueno, estimado Kerouac. Quiero escribir hoy sobre tus bellas palabras sobre el mar. Si yo pudiera describirlo así me sentiría feliz. Leía ayer noche cuando armabas una composición llamada ‘Sea’ frente al mar en tu retiro voluntario en las montañas, donde te refugiaste para huir de tí mismo y de la bebida, y donde sufriste el deliriums tremens de su ausencia. Y te situabas para mantener calientes los músculos de tu arte frente al mar amenazador, bajo un acantilado protector, intentando establecer comunicación con su esencia (el mar te decía “Voy y vengo, caigo, estallo y salpico”) Interpretabas en bellísimos sonidos onomatopéyicos el lenguaje poético de las olas (“y las olas llegaban ‘Raro, arremete raro’. ‘Rudo ruu ruge’. ‘Crash’). Veía como lo hacías, te veía en la oscuridad escribiendo y temblando, y yo estaba allí también, desde este presente, deseando pasar la mano por tus hombros para darte un abrazo y calor, para intentar aliviar tu sufrimiento y tus golpes de corazón. Decías que te sentías empequeñecido por el poder del mar y una vez abandonaste tan gigantesco compañero escribiste que “el mar no quiere que yo esté allí, que me comporte como un idiota sentándome en primera fila, el mar tiene su momento de olas, y el hombre el suyo del fuego en el hogar”. A mí también me hechizó y me hipnotizó, también intentaba comunicarme, sentí su fuerza de atracción succionando mis líquidos internos y dejándolos caer, tan poderoso y yo, en vez de conchas o piedras lisas que rebotan, le arrojaba deseos. Antes de partir a San Francisco fui a tocarle los lomos y pensé, ‘éste es el Atlántico, dame suerte’, y antes de volver a España hice lo mismo, ‘éste es el Pacífico, dame suerte’. Los dos fuimos derrotados por el mar, Kerouac, porque nada se le puede pedir, no se puede subestimar su grandísisma altivez, pero tú atrapaste su esencia en unas pocas letras y te habló y te dijo: “Voy y vengo, caigo, estallo y salpico”.

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